12. Inquebrantable.

Comenzar desde el principio
                                    

De pronto se arrodilló frente a mí, poniendo una de mis manos sobre su corazón, traspasándome con la firmeza y veneración de su mirada grisácea.

—Kyana, te juro aquí... en «nuestro lugar», que tú y yo realizaremos una vida juntos. En donde no quepa nada más salvo lo que sentimos. Construiremos nuestro propio mundo y envejeceremos juntos. No hay algo que desee más en mi existencia que tú en ella... Te amo y siempre encontraré la forma de regresar a ti, así el mundo salga de su órbita, choque la galaxia, o algo no salga como deseo ... Siempre... pase lo que pase —acorté la distancia abalanzándome sobre su glorioso cuerpo, provocando así que ambos cayéramos en la arena y lo besé con toda la pasión contenida. Eso era lo único que necesitaba escuchar, confiaba y creía en él como en nadie.

Al sentir mi ansiedad se dejó llevar de inmediato. Sus labios eran mi mejor medicina, era mío y yo ya era suya, ¿qué más daba todo lo demás? Unos segundos después recordamos dónde estábamos, no nos hallábamos del todo solos. Al darnos cuenta, nos reímos sobre nuestras bocas. Le di un último beso sin poder aguantarme.

—Yo también te lo juro, eso es lo único que quiero... —rodó y terminó sonriente sobre mí.

—Entonces así será —y volvimos a probarnos.

Decidimos olvidar esa sensación molesta y nos dedicamos a conversar sobre la relación de Emma y Kellan y nuestros planes para la universidad. Increíblemente mis miedos desaparecieron, junto a él todo era fácil. Para mi sorpresa, al atardecer sacó una cesta llena de comida. Fue de verdad una tarde inolvidable. Mi cabeza ya estaba llena de muchos momentos como esos a su lado, sabía que los recordaría para siempre. Cuando anocheció y comenzaba a hacer un poco de frío, Kellan marcó.

Nos encontramos con ellos en casa de Emma. Ahí también estaba Annie y Luck. Entre ellos dos surgió una fuerte amistad, pero todo indicaba que de ahí no pasaría. Jugamos en la mesa de billar que tenía en su gigante terraza. Mientras su madre no se cansaba de dejarnos bocadillos y refrescos suficientes para un regimiento.

Nadie nos preguntó nada, nos recibieron relajados comprendiendo que ya todo había pasado. Ahí, en medio del juego y las risas hicimos planes para las vacaciones, al parecer nadie saldría. Así que Kellan ofreció irnos a una casa que tenía a unas horas de allí el siguiente fin de semana. Quedaba muy cerca de donde Liam se había refugiado. La idea me ilusionó. Lo cierto es que por muy entusiasmada que estuviera, no tenía idea de si mi madre lo vería con buenos ojos, pero lo intentaría, moría por pasar unos días a su lado.

Por la mañana del lunes mientras mamá se fue a trabajar, aseé toda la casa a conciencia. Revisé todos los correos, los contesté. Le hablé a Jane y Raúl, me quedé de piedra cuando me confesaron que estaban juntos. ¡Eso sí que era toda una noticia! Intuía desde su visita que algo sucedía, no obstante, al parecer ellos se tardaron poco en darse cuenta. Se escuchaban felices, tenían puesto el altavoz y me contaban los pormenores de la historia. Fue por demás divertida: celos, raptos, confesiones y al final, lo irremediable, una declaración.

Liam llegó mucho antes que mi madre. Le conté emocionada sobre mis amigos, dijo que él también se percató de que algo sucedía entre ellos.

—Es asombroso... crecimos juntos, Liam... Ojalá y resulte, sería horrible que nuestra amistad terminara por eso... —estaba sentado en una silla tan alta como él a un lado de la barra de la cocina y tenía rodeada mi cintura.

—Ya verás que sí y espero sean la mitad de felices de lo que yo soy junto a ti... —Me acerqué para darle un beso sonriendo. No podía evitarlo, cuando me miraba y hablaba así... era imposible no querer comérmelo entero. Mi plan se vio frustrado cuando el timbre sonó, corrí a la puerta mirándolo coqueta y con una promesa en los ojos. Sonrió encantado. Abrí.

Muy profundo © COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora