—Muchas gracias, Gail. Iré con Nicholas

—Señorita... —me giré ante su llamado, deteniéndome al principio de las escaleras

—¿Ocurre algo, Gail?—me miró nerviosamente durante unos segundos, antes de tomar una profunda respiración para armarse de valor

—¿Sabe dónde se encuentra el señor?

—Solo sé que salió con Jonathan, como cada año. Sabes que nunca me da explicaciones de lo que hace o deja de hacer

—Todo es culpa de esa mujer. Mi niño no era así. Era un joven feliz, y ella me lo arruinó—la tristeza en su voz me sacó de balance durante unos segundos, pero no tuve oportunidad a preguntar nada, Nicholas venía bajando las escaleras y Gail guardó silencio

—¡Ade, llegaste! ¿Por qué no me dijiste que habías llegado? ¿Y papá?

—Tenía una muy aburrida reunión de trabajo, por eso me pidió que viniera a verte, ¿te molesta?

—No, no. Papá sabe lo mucho que te quiero, y que tú me quieres, por eso siempre te manda conmigo, ¿verdad?

—Así es

Lo tomé entre mis brazos, besando todo su rostro y apretándolo. Sé lo que se siente crecer durante tu infancia en un hogar roto. Quizás Marshall trató de protegerme de él mismo, pero durante el proceso me alejé de él. Me lastimaba su rechazo cuando no entendía qué pasaba. O porque a veces me veía con odio. Ahora lo entiendo, pero no quiero que Nicholas se cuestione el cariño que le tengo, o el amor de su padre

—Podemos ver una película, ¿verdad?

—Por supuesto, lo que tu quieras, campeón

La sonrisa en su rostro calentó mí corazón y puso una sonrisa de forma automática en mis labios

Sí, yo me voy a encargar siempre de hacerle saber a este niño que es querido por todo aquel que lo conoce

[...]

La canción de los créditos de la película que Nicholas escogió me hace mover la cabeza a su ritmo. En cambio, Nicholas la canta a todo pulmón, feliz de ver la película, como cada vez que vengo aquí

—¿Crees que soy molesto?—la pregunta me saca de balance por unos segundos muy largos, mi ceño se frunce, y la confusión por su pregunta se puede leer en mi rostro

—¿Por qué preguntas eso, Nico?—se encogió de hombros, como si no tuviera importancia—Cariño, mírame—sus ojos encontraron los míos, y mi corazón dolió cuando gruesas lágrimas estaban a punto de derrumbarse de sus ojitos—¿Por qué preguntas eso? ¿Te dijeron algo en la escuela?

—No, yo... ¿por qué no me respondes? ¿soy molesto? ¿te molesto a ti también?

¿A mí también?

—Cariño, sabes que no, eres mi campeón, jamás serás alguien molesto ante mis ojos—me acerque a él y lo estreché entre mis brazos, acariciando su espalda—Ahora dime, ¿quién te dijo eso? ¿Tú abuela Martha?—la mueca que hizo fue toda la respuesta que necesite—¿Qué te dice? ¿Tú papá lo sabe? ¿Le has dicho?

—Ella solo... no me quiere mucho. Cuando vamos a las cenas con sus amigas, me abraza, me da besos y cariños, pero cuando salimos de ahí, me ignora durante todo el viaje, me grita y deja que la tía Zoé me diga todas esas cosas malas

—¿Qué cosas malas?

—Ella dice que soy una piedra en el zapato. Que mamá está en ese lugar frío y triste por mi culpa. Que todo se arruinó, desde que mamá se enteró que estaba embarazada de mí. Que yo fui el culpable de su muerte—lo apreté más fuerte entre mis brazos, tratando de calmar su corazón herido y mis ganas inmensas de asesinar a dos brujas

LimerenceWhere stories live. Discover now