Lunes, y tambíen llueve.

7 0 0
                                    


Me he pasado la vida creyendo que algún día iba a conocer a alguien capaz de hacerme feliz. Siempre nos han dicho que primero de todo debemos ser felices con nosotros mismos, querernos, amarnos, para poder amar. Con el paso del tiempo, he ido perdiendo esperanzas de que yo fuera a encontrar a alguien. Puede que fueran mis altas expectativas, porque siempre he creído que me merecía más de lo que tenía a mi lado. Siempre he dado todo de mí, si estaba ilusionada, porque soy así, es inevitable, puede que diera demasiado a personas que ni se lo merecían, personas que realmente no me importaban lo suficiente. He sido egoísta, lo sé, y puede que ahora el universo me castigue por ello.

Pero no he sido mala. Me he portado lo mejor que he podido.

Tengo una experiencia en concreto que destaca de todas las demás.

No tenía ninguna intención de querer tener algo más que una bonita amistad, es muy difícil encontrar a personas con las que te sientas en paz, en calma. Pero yo la encontré. Por las circunstancias de la vida nos distanciamos, pero siempre que estaba estresada pensaba en la tranquilidad que me transmitía su voz, el sosiego del ambiente que habíamos creado entre los dos. Su mirada era sincera, y entre sus brazos me sentía reconfortada. Nunca me he atrevido a bajar la guardia con él, podía estar tranquila, relajada, en paz, pero preparada para cualquier cosa. No he permitido nunca que me viera mi vulnerabilidad. Lo quería, y lo quiero, por todos y cada uno de los instantes de felicidad que me ha ofrecido, no todo el mundo te regala momentos únicos, y conversaciones diferentes. Pero siempre he estado arriba, creo que he jugado mis cartas a la perfección.

Con él, siempre me he sentido bien, que era una mujer de los pìes a la cabeza, me sentía diferente, valorada, querida, y sin que sirva de precedente, deseada. Siempre con la cabeza bien alta, podía tener muchas ganas de hablar con él, pero sabía perfectamente cuándo y cómo hacerlo. Recuerdo cómo me sentía cuando lo veía, o cuando hablaba con él. ¡Me sentía una Diosa del Olimpo! No con muchos hombres me he sentido así, no nos vamos a engañar, él era único en su especie.

Algo falló. Como me suele pasar siempre. Lo tenía a él, no era perfecto, nadie lo es, pero me hacía bien. 

Un viernes de lluviaWhere stories live. Discover now