S H U J I H A N M A P A R T E I V

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—Tus braguitas ya me están colmando la paciencia, mi amor —musita él cerca de mi oído, causándome escalofríos—. Así que voy a moverlas para encargarme de usar mi "castigo" en ese lindo coño que tienes...

Contengo mis gemidos cuando destroza mis bragas, sus dedos pasean sin delicadeza por mi abertura, mis manos se aferran a su espalda desnuda, arañando la tersa piel de sus omoplatos.

—Hazlo Shuji —suplico contra sus labios—. Tócame, fóllame.

Sin demora su dedo medio se introduce en mi cavidad a la vez que el dedo pulgar de su mano derecha comienza a trazar círculos en mi clítoris. Mi cadera comienza a moverse al ritmo de sus embestidas, pidiendo más mientras nuestras miradas se encuentran.

Puedo sentir el enorme miembro de Hanma chocar contra mi cuerpo, y de solo sentirlo lo necesito dentro de mí.

El sonido de sus dedos chapoteando entre mis jugos solo es acompañado por nuestras respiraciones agitadas. Quiero que él sienta lo mismo que yo, así que sin romper el contacto visual paso mi lengua por la palma de mi mano y comienzo a masajear con ella el falo erguido de mi hombre.

Mis dedos no alcanzan a abarcar el diámetro de su miembro, Hanma la tiene tan grande, su polla me hace sentir tan bien cuando está en mi interior.

—Me encanta cuando me masturbas, ________ —confiesa—. Te ves tan sucia jalando mi polla.

El calor comienza a invadir mi cuerpo y acelero los movimientos de mi mano. La lengua de Shuji recorre mi cuello bajando hasta mi pecho, rodeando mis endurecidos pezones a la vez que introduce un segundo y tercer dedo en mi interior.

Cierro los ojos dejándome llevar por la cálida sensación que recorre mis entrañas. Suelto un gemido profundo contra su boca, perdiéndome en esos ojos dorados que parecen dos piedras preciosas. Mi cadera se sigue empujando contra su mano, sintiendo el burbujeante primer orgasmo de una noche que promete, tensando mi cuerpo ante la sensación a la vez que mi mano acelera las embestidas, nuestros ojos se mantienen fijos y nuestras respiraciones se entrelazan, hay tanto en su mirada, tantas cosas que sé que el muere por decir pero que por su personalidad no lo hace.

—¡Mierda~ Shuji, se siente bien! —gimoteo cerca de su oído sintiendo como su cuerpo se entumece y tres chorros de su líquido ardiente caen sobre mi abdomen.

El sutil silbido del viento atraviesa la ventana en la fría noche de invierno. Shuji suele ser muy imaginativo y brutal a la hora del sexo, pero esta noche percibo algo distinto. Esta noche me trata de forma tan delicada, encargándose de estimular cada punto erógeno en mi cuerpo.

—¿Pasa algo? —le pregunto dulcemente cuando nuestras narices rozan por la cercanía.

Él se me queda viendo, su expresión es tan neutra que me asusta no haberlo visto así antes, sin esa sonrisa malévola y sensual que me enloqueció desde el primer día.

—No pasa nada, muñeca —responde casi en un hilo de voz—. Solo estoy pensando en lo afortunado que soy...

Desde que estamos juntos he escuchado palabras sucias, barbaridades inimaginables, bromas e insultos para mi hermano. Pero cada vez que algo dulce sale de sus labios es porque algo realmente especial sucede.

—También soy afortunada de conocer esta parte de ti, mi dios de la muerte... —le respondo sacando su apodo de pandillero, elevando su ego porque sé que le encanta.

Mi pequeño cuerpo es cubierto por el suyo a la vez que un lento y apasionado beso estruja mis labios, con nuestras lenguas enroscándose y nuestros pechos subiendo y bajando al ritmo coordinado de nuestra respiración. Mis manos ahora están sobre mi cabeza, capturadas por una de las suyas imposibilitando mi movimiento, con la que tiene libre se encarga de repasar mis curvas, masajeando uno de mis senos, retorciendo mi pezón entre sus largos dedos.

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