Reminiscencia

Capítulo 1: "La historia de mi vida"

Recuerdo con gracia y amargura que toda mi vida lloré, grité, me enfadé, pataleé e hice tantas estupideces, lo que no sabía era que la vida me estaba haciendo un puto favor al llevarme por un lado distinto del que yo quería.

Por supuesto que cuando uno es joven es sinónimo de ser estúpido, a veces quieres cosas y cuando las tienes resulta que siempre no era lo que querías o tienes cosas que crees que no quieres y resulta que es lo que necesitas realmente.

Te lo digo sin ánimo de estar chingando, es la realidad de la vida.

Cuando era un niño proyecté mi futuro —como cualquier persona— soñaba despierto con ser un gran artista, quizá un exitoso empresario, oh si lo recuerdo perfectamente siempre quise ser historiador, era mi más grande anhelo.

Si te estás preguntando exactamente a que dediqué mi vida, te lo diré: a quejarme del fracaso que pesó sobre mis lomos por años, me dediqué a amargarme a vida con estupideces, a hacer todo lo que la sociedad decía que era correcto, lo que el éxito significaba para todos—sí esa casa enorme con una reja blanca, dos autos en la cochera, niños corriendo felices por el jardín con lindas ropas, un columpio en el árbol y un perro echado a mis pies mientras miraba el atardecer morir al lado de una mujer hermosa y bien arreglada, siempre sonriente— menuda porquería ¿no? ¿Acaso todos estamos destinados a llegar a ese punto? Si así fuera todas las personas exitosas tendrían esas cosas y el mundo estaría tapizado de casas ridículas.

Lo entendí tarde, pero lo al final lo entendí, el éxito es lograr el propósito que tengas para tu vida y depende de todos los esfuerzos que hagas por llegar ahí no de lo que los demás te digan que es. No pretendo contarte una historia de autosuperación, ni esas cosas sobre la fórmula para alcanzar la cima. Que aburrido y fastidioso sería esto.

Lo que quiero contarte es la exquisita tragedia de la vida, la sabiduría que deja la estupidez, lo divertido que es vivir, lo aterrador que es enamorarse, como el miedo te paraliza cuando estás ante un nuevo reto; porque al final los viejos estamos conformados de muchas historias, algunas divertidas, otras tristes, unas románticas, pero al final únicas porque cada individuo así es. Espero no aburrirte con mis memorias.

Me presento mi nombre es Nicolás Pianigiani, toda mi vida he vivido en la Toscana, para ser preciso en Siena y toda mi maldita vida quise ser algo para lo que no servía, desperdiciando mi verdadero talento. Tarde —según la sociedad— a tiempo según yo, pero lo entendí y como dijo Sinatra "a mi manera".

Cuando era joven todo parecía tan importante, el ajetreo de la vida me volvía loco, me sumergí en el trabajo como si fuera lo más importante. Me atrevería a decir que vivía para trabajar y no trabajaba para vivir.

Aún recuerdo que desde mi infancia la vida era dura, vivíamos en La Toscana. Un lugar maravilloso, pero también estresante, mi padre era dueño de un viñedo supongo que en este punto sabrás el trabajo que significa eso, sino no importa te iré contando como se desarrolló todo.

Cuando era adolescente llegó la tecnología a nuestra casa, las máquinas para la siembra y la cosecha fueron una enorme inversión para papá, recuerdo cómo se enojaba porque según él yo no entendía lo importante que era cuidar de la tierra. Cuánta razón tenía, ni estaba consiente ni me importaba lo relacionado con el campo y el negocio familiar.

Hoy te puedo decir que yo no elegí esta vida, esta vida me encontró a mí y no podría estar más agradecido con lo que tengo, jamás me cruzó por la cabeza que dejar mi necedad por ser historiador o un gran artista me trajera el verdadero éxito y la felicidad.

Aquí haré una pausa para contarte algo. Familia, si hay algo con lo que definitivamente no me identifico es con ese término, por más que me lo restrieguen en la cara y tenga las mil definiciones presentes no es algo que me importe mucho ¿sabes por qué? Porque para todos tiene un significado distinto y un valor propio.