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Al día siguiente, un lunes, la temperatura subió un poco y fue más propia de octubre que de noviembre

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Al día siguiente, un lunes, la temperatura subió un poco y fue más propia de octubre que de noviembre. Me sorprendí al ver que seguían quedando hojas en los árboles después de la lluvia del día anterior. Las hojas caídas en la calle estaban casi secas, al menos la capa superior de ellas, y mi hermana Yeji y yo las removimos mientras caminábamos hacia el instituto.

Yeji es dos años más joven que yo, y se supone que se parece a mí: es alta, delgada, tiene los ojos azules y lo que mi madre llama «cara de corazón».

Más o menos tres años después de casarse, mis padres se mudaron de Cambridge, Massachusetts, donde está el MIT, a Brooklyn Heights, que se encuentra al otro lado de la parte baja de Manhattan. Mi barrio no se parece en nada a Manhattan, que es la zona de Nueva York que la mayoría de la gente visita: es más un pueblo que una ciudad en muchos aspectos. Tiene más árboles, flores y arbustos que Manhattan y no demasiadas tiendas grandes ni edificios de oficinas; no se respira el mismo ambiente bullicioso. La mayor parte de edificios de Brooklyn Heights son residenciales: casas de piedra rojiza de tres o cuatro plantas con jardincitos delanteros y traseros. Siempre me gustó vivir ahí, aunque puede llegar a ser algo aburrido en el sentido de que casi todos son blancos y los padres de casi todo el mundo son médicos, abogados, profesores o peces gordos de las finanzas, del mundo editorial o del sector de la publicidad.

Como decía, aquel lunes por la mañana, mientras Yeji y yo atravesábamos las hojas caídas hacia el instituto, Yeji repasaba en alto los poderes del Congreso y yo pensaba en Seungmin. Me preguntaba si volvería a saber de él y si me atrevería a llamarlo en caso negativo. Había colocado el papel donde había escrito su dirección en una esquina de mi espejo y lo veía cada vez que me cepillaba el pelo, así que pensé que seguramente lo llamaría yo si no lo hacía él antes.

Yeji me tiró del brazo. Parecía molesta, o más bien exasperada.

—¿Qué? —dije.

—¿Dónde estás, Hyunjin? Acabo de enumerar todos los poderes del Congreso, te he preguntado si estaban bien y no me has dicho nada.

—Por Dios, Yeji, yo no me acuerdo de la lista entera.

—Pues ya podías, con las notazas que sacas siempre. ¿Qué sentido tiene aprender algo un año si lo vas a olvidar al año siguiente? —Se echó el pelo hacia atrás de la forma que solía hacer que nuestro padre le recordara que le hacía falta cortárselo, cogió un puñado grande de hojas del suelo y me las echó por encima, sonriendo. Los enfados de Yeji no solían durar mucho—. A lo mejor estás enamorado, Hyune — repuso, llamándome con el apodo que solía utilizar conmigo. Después volvió a mi nombre real y canturreó—: ¡Hyunjin está enamorado, Hyunjin está enamorado...!

Fue curioso que dijera aquello.

En aquel momento ya casi habíamos llegado a la escuela, pero me eché la cartera al hombro y le bombardeé con hojas el resto del camino hacia la puerta.

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⏰ Last updated: Mar 07, 2022 ⏰

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SOMM (Hyunmin)Where stories live. Discover now