Capítulo 9

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"No es tan importante quién comienza el juego, sino quién lo termina

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"No es tan importante quién comienza el juego, sino quién lo termina."

John Wooden

***

ALEK

Pasó el día entero lloviendo torrencialmente, pero justo en ese instante en el que necesitaba ver con claridad, las gotas se detuvieron.

Me encontraba recostado en una húmeda pared en medio de la calle, esperando con impaciencia, pero los minutos pasaban y nadie aparecía.

No llamé para insistir, un mal movimiento y podían descubrirnos, no estaba dispuesto a desperdiciar la única oportunidad que había tenido hasta el momento.

Las calles estaban oscuras, el cielo completamente cubierto por nubes grises y las luces de los autos se reflejaban en el agua que resplandecía en el cemento.

Miré la hora una vez más, los minutos corrían, aunque lo hacían lento.

—Aquí estoy —se anunció mi amigo, con la respiración un poco acelerada.

No lo ví llegar, aunque lo estaba esperando. Al parecer, mi mente no estaba del todo centrada esa noche.

—Por fin, idiota —bufé por lo bajo, sin quitar mi atención del lugar donde se suponía que ella estaría en unos minutos.

—¿Ya me dirás qué hacemos aquí? ¿O por qué me hiciste citarla?

—Ella miente, lo vamos a comprobar.

—¿Tú crees? —se extrañó Jean, frunciendo el ceño, confundido.

Tantos años siendo amigos, y aún creía que podía ocultar cosas de mí.

La verdad era que él sabía perfectamente que ella mentía sobre estar con Mirko, el problema era que yo también lo sabía y no podía decírselo. No iba a sacarlo del closet por la fuerza, ni a él ni a mi hermano, y no me importaba el tiempo que tuviera que pasar para que ellos se sintieran seguros, como sea lo iba a respetar y a fingir que creía en sus mentiras.

Allí el problema era otro, completamente diferente. Yo sabía que Aitana les mentía a ellos también, que no llegó a la casa por casualidad, y que no era la inocente muchacha del campo que fingía ser la mayoría del tiempo.

Había fuego en sus ojos, esa mirada que solo tienen las personas que saben jugar con otras y disfrutan hacerlo. Ella cuidaba muchísimo su lenguaje corporal, actuaba sus mentiras con demasiada meticulosidad, pero había algo más.

Para cada movimiento que yo hacía, ella se tomaba una fracción de segundo para decidir el suyo. Como un elaborado juego de ajedrez entre los dos, no había nada de espontaneidad en nuestras conversaciones, y eso estaba volviéndome loco. Cada palabra que quedaba en el aire era sobreanalizada por uno de los dos, nos movíamos con cautela y desconfianza, con una tensión insoportable, y siempre me dejaba la sensación de que ella ganaba.

MiéntemeWhere stories live. Discover now