Yo estaba montando mí caballo a toda velocidad para adentrarme al bosque

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Yo estaba montando mí caballo a toda velocidad para adentrarme al bosque.

Hace menos de un día me enteré, por el profesor Cornelius, que a mí mejor amigo lo habían intentado matar y que había escapado al bosque para salvarse.
Lo peor de todo esto es que SU TÍO fue el que dió la orden de matarlo, ¿Lo pueden creer? Si, yo tampoco. Y todo esto para poder tener la corona de los telmarinos.

Había huido del palacio en Archenland cuando se adentraba la madrugada, y ahora los primeros rayos de sol se dejaban ver.

—Hidalgo, detente — susurré al caballo, pues había escuchado golpes de algo metálico, que supuse que eran espadas — tranquilo bonito —tranquilicé al caballo para poder bajarme, até a Hidalgo en un árbol, y me escondí en unos arbustos.

Estaba en la playa de las ruinas de Cair Paravel, según las clases del profesor, y había un enano peleando contra un telmarino azabache, también estban un telmarino rubio, que parecía ser el más grande, y dos niñas castañas que veían la pelea, y si hacer nada al respecto.
Me acerque un poco más y me di cuenta que no está cualquier enano, ¡ERA TRUMPKIN!
Sin pensarlo puse mí mano sobre el mango de mí espada y salí a defender a mí pequeño amigo barbudo. Trumpkin estaba en el piso y el chico de azul lo estaba apuntando.

—¡Alto! Ni se te ocurra dar otro paso telmarino — amenacé desemfundando mí espada y apuntando al cuello del chico, a lo que el niño rubio levantó la espada de la arena y me amenazó, y una niña azabache me apunto con una flecha, después de poner a la mas pequeña atrás de ella— Trump, levántate y atrás mío, ahora.

El enano se levantó y se acercó a mi—Atenea, baja ahora esa espada —me ordenó Trumpkin, a lo que yo lo vi con confusión pero sin dejar de apuntar— ¡Ellos son los Reyes de Antaño!

Deje de mirar a Trump y mire a los niños qué estaban delante mio, ¡Ellos no pueden ser los Reyes de Antaño! Yo pensaba que los Reyes de Antaño no existian, pero empecé a creer en ellos cuando me hice amiga de un tejón, dos enanos, un ratón y un centauro, pero se supone que tendrían que tener más de 100 años, y ellos tiene más o menos mí edad, excepto la más pequeña.

—okey, okey. Baja la espada, nosotros también lo haremos y hablaremos.... — empezó a hablar el azabache con tranquilidad, pero viendo mí espada en su cuello .

—¿como se que no van a atacar?—pregunte cuidadosamente .

—te ordenó que bajes la espada ahora mismo. — exigió el rubio con vos firme.

¿Enserio piensa que es un Rey de Antaño? Creo que no sabe con quién habla...

—a ver rubio tonto, tu no me puedes ordenar nada. —dije con diversión y algo de desdén, a lo que el me vio como si tuviera dos cabezas y los otros niños reprimieron una risa .

—Atenea, ya bajala.

—Trump, te estaban por matar... —le recordé como si estuviera loco, pero sin dejar de mirar a los niños.

—no lo íbamos a matar señorita, nosotros lo salvamos —dijo la más pequeña saliendo de detrás de la mayor— el estaba en un canoa con dos soldados que lo querían tirar al río. —dijo con timidez, mire a Trumpkin y el asintió en señal de que era verdad.

—oh... em.. lamento mucho está situación, yo.. no tenía idea— rápidamente baje la espada con leve calor en mis mejillas y ellos por igual bajaron sus armas— am....soy Atenea. —estiré mí mano hasta la pequeña niña y ella sonrió.

—¡Hola! Yo soy Lucy Pevensie, ellos son mis hermanos —me estrecho la mano y empezó a señalar a sus hermanos— ella es Susan —señalo a la niña más alta con unos hermosos ojos azules y un vestido violeta— el es Edmund —ahora señaló a el niño azabache de ojos marrones con muchas pecas— y el es Peter. —el rubio más alto que todos ahí.

— enserio lamento lo que pasó hace unos minutos, pero agradezco el que hayan salvado a mí amigo.

—no es problema, pero espero que no me vuelva a llamar de esa manera, señorita. — dijo el rubio con mala cara, a lo que yo rodé los ojos pero le di una sonrisa falsa.

— claro su majestad, pero yo también espero que nunca me vuelva a ordenar nada —le di una sonrisa sarcástica y después mira a la chica de alta— bonita, ¿En serio es tu hermano? — pregunté de broma, la Reina Lucy solo soltó una risita, el rey Edmund ocultó su sonrisa mirando para otro lado y el rubio me miró indignado.

—lo se, ni yo lo creo a veces. — contesto Susan sonriendo.

—okey, basta de esto, tenemos que ir con Buscatrufas, con el deje al muchacho —¿Dijo muchacho? Cas, ¡Caspian!— tenemos que partir ahora.

—de acuerdo, yo tengo mí caballo y algunas provisiones que nos van alcanzar para hoy y tal vez para mañana— me acerque a los arbustos y los demás me siguieron— hola  de nuevo Hidalgo— acaricié su crin y el refunfuñó contento— te presento a unos amigos, ellos son el Rey Edmund, la Reina Susan, la Reina Lucy — el caballo hizo una reverencia y Lucy se acercó a acariciarlo— y el rubio es el gran Rey Peter el magnífico.—dije con burla y ahora yo hice una reverencia muy exagerada causando la risa de casi todos.

—deja de jugar, tenemos que partir.— dijo él de mala manera.

—esta bien, aburrido —rode los ojos y miré a Hidalgo— muy bien, ahora tienes que volver a casa —él me hizo de alguna manera "ojitos", pero yo negué con la cabeza— tienes que volver bonito, nadie te hará daño haya, y además no podemos llevarte en la canoa —el miró para otro lado como si estuviera ofendido, pero términos por darse vuelta— ese es mí bebé, okey, ahora chicos, tengo las provisiones ahí y unas dagas por ahí, no creo que las vayamos a necesitar, pero por si acaso. —la Reyna Lucy agarro la gran bolsa con fritas y vegetales y la Reina Susan las dagas.

Nos despedimos de Hidalgo y nos subimos a la canoa, Peter esta remando, Edmund iba en la popa y los demás íbamos viendo el paisaje, pero la pequeña reina tenía el seño fruncido.

—Lu, ¿Te encuentras bien?— yo estaba al lado de ella, asi que no me fue muy difícil rodearle los hombros con un brazo.

—es solo, que están muy quietos.—dijo con expresión triste mientras miraba a los árboles.

—son árboles, ¿que esperabas? —contestó Trumpkin sarcásticamente, a lo que yo lo mire mal.

—solian danzar.—respondió ella con una ceja levantada.

—poco después de que se fueron, los telmarinos nos invadieron... Los sobrevivientes se ocultaron en el bosque y los árboles, ellos se sumieron en un sueño profundo del que no han vuelto a despertar. —relató el barbudo con melancolia.

—no lo entiendo, ¿Aslan dejo que esto pasará? —preguntó ella con el seño fruncido.

—¿Aslan? —pregunté, ganandome las miradas de confusión de todos, hasta del rubio que estaba de espaldas— ¿En serio existe?

—si es que existe, nos abandonó al mismo tiempo que ustedes. —dijo Trumpkin con frialdad.

—no quisimos abandonarlos. —dijo Peter con vos suave, después de un corto silencio.

—pues eso no cambia las cosas ¿o si?

—Trump, ya basta. —pedí con vos tranquila.

—llévanos con los narnianos, eso lo hará. —dijo el rubio con ahora la vos más ronca.

Después de eso, ninguno volvió a hablar, no era un silencio incómodo, era más bien uno tenso.

Cada uno pensaba en sus cosas, yo por ejemplo, pensaba en como estaba Cas, y mis padres, y también si Hidalgo había llegado bien a casa, o si Nikabrik, Glenstrorm, Reepicheep, Buscatrufas y todos los demás estarían bien

No tenía las respuestas para ninguna pregunta, y eso me ponía nerviosa

"La Perfecta" Atenea Where stories live. Discover now