Entonces, Dolores soltó un chillido lleno de emoción, elevando la mirada —¡Lo descubrí! —exclamó con alegría, en ese punto, Mirabel y Camilo se levantaron del suelo, viendo como sus padres parecían igual de confundidos —¡Tendremos un nuevo hermanito! —Dolores volvió a chillar, abrazando a su mamá por la cintura y pegando su oído una vez más en su vientre.

—¡¿Tendremos otro hermanito?!—preguntó Camilo escandalizado, corriendo de inmediato hacia sus padres para arodillarse junto a Dolores y sacudirla un poco de los hombros —¡¿En serio?! —cuestionó, esta vez, una enorme sonrisa se dibujaba en sus labios. Dolores asintió con seguridad. Mirabel observó desde su lugar, los ojos de su mamá se abrieron con sorpresa y de inmediato miró hacia Félix, quien sonrió y la besó rápidamente en los labios, la felicidad de Pepa se demostró con el hermoso arcoíris que apareció en la habitación.

Mirabel se sentía... extraña, estaba feliz, eso era seguro, ver a su familia tan feliz le alegraba, pero había algo incómodo en su pecho, un pequeño peso que antes no había estado ahí y que le daba ganas de llorar, eso la hizo sentir una horrible niña, se supone que solo debería sentirse feliz, pero está aquí, sintiendo algo desagradable. Sacude su cabeza violentamente, debe borrar eso de su cabeza, mostrar una sonrisa, así que corre al lado de su familia y abraza a su mamá, quien comienza a reírse mientras la abraza a ella y después a sus hermanos.

[...]

Mirabel reconoce que es muy peligroso para una niña subir al techo de una casa grande, pero no le teme mucho a las alturas, está acostumbrada a correr y saltar por lugares altos desde los ocho años, incluso te dirá que ama las alturas, puedes ver más allá de lo que podrías estando en el suelo, puedes notar como el cielo cambia sus colores cuando el sol se oculta, puedes sentir la brisa del aire y ver a los pájaros volar libres en el cielo. El techo era uno de los lugares favoritos de Mirabel para pensar, si no quería estar en su árbol favorito, entonces subiría aquí con la ayuda de Casita y observaría el pueblo que se miraba muy diminuto mientras el sol se ocultaba.

Mirabel no está segura, pero desde la noticia de esa mañana de que su mamá estaba embarazada, había algo que aplastaba su pecho y mantenía su estómago revuelto, casi provocándole naúseas. Casi era la hora del almuerzo, seguro sus padres volverían pronto de la cita con la señora Castillo, la cuál era quien tenía conocimientos sobre los embarazos y los partos, como se los había explicado su mamá a su hermano y a ella antes de irse. Camilo quiso invitarla al pueblo para que se uniera a jugar con sus amigos, pero Mirabel lo rechazó, diciéndole que quería terminar un proyecto que la abuela María le había dado, Dolores la miró con preocupación, su hermana parecía saber siempre cuando quería tiempo sola, así que solo le dio un beso en la frente y se llevó a Camilo al pueblo. Solo entonces, Mirabel se encontró en la libertad de subir al techo, durando lo que parecían horas pensando y pensando.

Cuánto más pensaba, más crecía esa sensación de no poder respirar y de querer llorar, sus padres tendrían un bebé... Un bebé que es de ellos, Mirabel comprendía demasiado eso, un bebe requería mucha atención, el bebé que venía sería amado mucho mucho por todos, y había algo aterrador en la idea, porque ese bebé sí era un bebé de Pepa y Félix, si era un hermano de Dolores y Camilo... Ella no lo era.

—Un día, vas a provocarme un infarto —la voz de su mamá detrás de ella la sobresaltó, haciéndola girar la cabeza abruptamente hacia atrás, solo para ver como Pepa se movía por el techo, Casita la ayudaba lo mejor que podía —. Tu y yo vamos a tener una larga conversación sobre tu costumbre de subir a lugares altos, jovencita —resopló con exasperación, logrando llegar hasta donde estaba Mirabel y sentarse. La niña solo la observó en silencio, sin saber exactamente que decir, Pepa mantuvo la mirada un momento en el cielo azul mientras sus rizos rojizos se agitaban con la suave brisa —¿Quieres hablar conmigo sobre lo que pasa, nubarronita? —le preguntó su madre con voz suave, volviendo la mirada hacia ella. Mirabel sintió que sus ojos se llenaron de lágrimas, el miedo rondando en su cabeza solo se hacia más fuerte y quería huir de ese sentimiento, lo odiaba mucho, odiaba sentirse así —. Ay, mi nubarronita —arrulló su madre cuando los primeros hipos de llanto se escaparon de sus labios y pronto estaba en los brazos de Pepa —. Vamos, mi pequeño nubarrón, todo estará bien.

Arde, mi bella estrellaWhere stories live. Discover now