Pepa no pudo evitar sonreírle con tristeza, limpiando con el pulgar la lágrima que resbaló por la mejilla de su hija —. Por supuesto que no, mi nubarronita, recuerda, está bien sentir tus emociones y decirlas, de esa forma, podemos trabajar con ellas —con suavidad, depositó un beso en su frente, logrando obtener una sonrisa pequeña por parte de la niña —. Ahora, ¿qué tal si te llevo a tu habitación y pasas el resto de la tarde con tus hermanos? Mami resolverá algunas cosas con papi —Mirabel asintió lentamente, dejándose ayudar para bajarla de la encimera en la que la subió Luisa para que pudiera curarla.

Una vez Pepa dejó a sus hijos en la habitación de Mirabel, habló un rato con Félix que la había esperado en el patio, al parecer su madre había dicho que iría a hablar con la señora Pérez, ya que esa actitud y agresión que implicó sobre una niña era claramente inaceptable, por una vez, Pepa estaba agradecida de que su madre interviniera por el bienestar de su nieta, jamás podría saber que hay en la cabeza de su mamá, pero no se quejará por ahora, ya que si ella enfrenta a la bruja de Pérez, probablemente le deje caer un rayo, después se encargará junto a Félix de advertirle a la mujer que con sus hijos no se mete, pero será en otro momento. Ahora hay algo más en la cabeza de Pepa, así que despide a su esposo, el cual se dirige a acompañar a los niños y ella se marcha hacia la cocina.

Pepa observó en silencio a su hermana, quien amasaba una masa sin parar mientras fruncía los labios y sus ojos evitaban derramar lágrimas. Está furiosa con Julieta desde hace años, no ha podido perdonarla y nunca la perdonará, pero aún la ama y aún está siempre ese sentimiento de ir con ella cuando esta muy mal.

—Vas a arruinar la masa si sigues golpeándola de ese modo —le dijo a su hermana con seriedad, recargándose en el marco de la entrada de la cocina. Julieta se detuvo, sus dedos se enterraron en la masa peligrosamente y Pepa podía escuchar el sonido de algo que se rompía, quizás el punto de quiebre de Julieta vendría al explotar contra ella.

—¿Por qué? —preguntó Julieta con voz temblorosa, Pepa sabía que su hermana estaba comenzando a derramar lágrimas, no necesitaba verla para saberlo, cosa de trillizos.

—Tú sabes la respuesta a eso, Julieta —le dijo a su hermana con una tranquilidad que no había experimentado hace mucho tiempo al lidiar con una discusión que comenzaba a surgir —. Literalmente la respuesta está pintada en el mural de la ciudad desde que ella cumplió los siete años, la respuesta está en el dibujo del árbol genealógico del comedor, en el hecho de que ella no come ninguna comida tuya desde que tiene seis años... ¿Quieres que continúe? —no hay malicia en la palabras de Pepa, jamás podría haberlas, es su hermana después de todo, pero Julieta necesita entender que fue lo que hicieron.

—¡Ella jamás ha dejado de importarme! —gritó Julieta con la voz entrecortada, girándose abruptamente a verla —¿¡Cómo puedes estar de acuerdo de no curarla con mi comida cuando la herida en sus manos es tan profunda y dolorosa?! ¡No tocará su kit de costura por un largo tiempo! ¡No podrá usar sus manos para coser o jugar porque le dolerá!

—¿Por qué te afectaría eso, Julieta? —le pregunta duramente a su hermana, quien muerde su labio con fuerza y derrama muchas lágrimas —. Renunciaste a ella, no quisiste arriesgarte a pelear por ella, ¿por qué ahora? Es solo por tu egoísmo, estás pensando primero lo que sientes antes de lo que ella siente. Si Mirabel no se hubiera lastimado tan mal hoy, no explotarías de la manera en que lo estás haciendo, oh, pero Mirabel te ha dicho en tu cara que no eres su madre y entonces no has podido manejarlo, ¿no? —Pepa suspiró, el enojo que debería sentir en estos momentos es suplantado por cansancio. El rostro de Julieta se distorsiona, casi como si le hubiera dado una bofetada —. Yo no voy a convencer a mi hija de que coma tu comida para curarse si no lo quiere, si deseas llegar a una solución, entonces te doy la única oportunidad de intentarlo, de hablar con ella y tratar de convencerla, porque eres mi hermana y te amo, también porque tu eres la que le dio a luz, solo por esta única ocasión, Julieta Cecilia, te dejaré intentar curar las heridas de Mirabel, porque tanto como tú, no quiero que mi bebé no pueda usar sus manos en lo que ama hacer, pero te juro que si Mirabel dice que no quiere escucharte, entonces te sacaré y si intentas resistirte, te aseguro que usaré la fuerza —Pepa mira firmemente a los ojos a su hermana, la nube sobre su cabeza que nunca la abandonó resuena en un trueno. Nota la contemplación en los ojos de su hermana, como se convence de que esa es una manera aceptable de proceder, que es lo mejor que puede recibir después de todo lo que ha hecho.

—Bien —susurra Julieta, dándole la espalda y tomando las arepas ya preparadas en el mostrador para envolverlas en una servilleta, solo para después volverse hacia ella. Pepa le indica con su cabeza que la siga y comienza a dirigirse a la habitación de su hija con Julieta a solo un paso detrás de ella.

Pepa toma una profunda respiración antes de entrar a la habitación, sus hijos se tensan cuando ven a Julieta detrás de ella, Félix comparte una mirada rápida con ella para saber si todo está bien, ella le asiente suavemente.

—Amor, ¿pueden Dolores, Camilo y tú esperar un momento afuera? —les preguntó con suavidad, Félix asintió en silencio, acercándose a Mirabel para besar la coronilla de su cabeza y después tomar a Camilo de la mano para incitarlo a salir. Sus hijos miraron cautelosamente a Julieta al salir, la mirada de su hijo más potente que la de su hija, sus niños claramente estaban enojados con su tía aún a estás alturas.

Cuando finalmente solo fueron las tres en la habitación, Pepa se acercó a la cama, tomando asiento al lado de Mirabel, y dirigiendo una mirada a Julieta, le indicó que podía tomar la silla del tocador para que se sentara frente a ellas. Pepa volvió la mirada a su hija mientras dejaba a Julieta hacer eso, su pequeña niña se encontraba trazando sus dedos sobre el bordado de su falda amarilla.

—Nubarronita, sé que esto podría incomodarte o hacerte enojar, pero Julieta quisiera poder hablar contigo —le dijo a su hija, acariciando sus rizos, con cuidado de no desacomodar la pañoleta que se decoraba en un moño sobre su cabeza —. No tienes que hablar si no quieres, solo puedes escuchar, pero si ni siquiera quieres eso, entonces puedes decírmelo y haré que Julieta se marche, ¿okey? —hubo un momento de silencio, su hija elevó lentamente su mirada hacia la dirección de Julieta mientras su pequeña mano encontraba la de Pepa para sujetarla con fuerza. Mirabel asintió, aceptando escuchar a Julieta. Pepa volvió la mirada hacia su hermana, quien temerosa, tomó una bocanada de aire.

—Mirabel, yo sé que ya no soy para ti tu mamá —comienza Julieta, sus ojos se llenan de lágrimas y sus manos sostienen las arepas envueltas en la servilleta con la mayor delicadeza posible —. Sé que tienes todo el derecho del mundo a no querer nada que venga de mí, lo entiendo —se detuvo un momento, su voz tembló un poco y su hermana estaba buscando recuperarse —. Pero quisiera que supieras que, aún si ya no soy tu madre más, jamás desearía que te hirieras y que mi comida no pueda ayudarte —Julieta mordió su labio, una lágrima resbaló por su mejilla mientras miraba a Mirabel con suplica —. Por favor, Mirabel, sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero al menos, por favor, deja que mi comida te cure cuando más lo necesites y te prometo, que no volveré a pedirte nada más después de esto, así que por favor... —susurró casi desesperada.

Pepa volvió la mirada a su hija, quien de inmediato la miró a ella, buscando su apoyo y su consejo. La pelirroja le sonrió tranquilizadoramente —. Estoy aquí, nubarronita —le susurró en señal de apoyo.

Mirabel volvió la mirada hacia Julieta, sus labios se fruncieron en una linea recta, y muy lentamente asintió a la mujer. Julieta desplomó sus hombros tensos, de inmediato desenvolvió las arepas y se las entregó a la niña, como si temiera que se arrepintiera. Pepa observó como su hija tomó una arepa y comenzó a comerla en silencio.

Pepa sabía que las manos y rodillas de su hija deberían estar curadas a estas alturas, así que le dirigió una mirada su hermana, quien entendió el mensaje, levantándose en silencio y dejándolas a Mirabel y a ella a solas en la habitación.

Mirabel nunca hablaría de lo que sucedió, Pepa nunca se lo preguntaría, porque sabía, que cuando su hija estuviera lista, ella misma comenzaría la conversación.

[...]

N/A: El plan era que en este capítulo se desarrollaran los diez años y hacer saltos temporales más rápidos y cortos de Mirabel para darle fin al intermedio de saltos temporales, pero necesitaba escribir lo que les presenté en éste capítulo, porque es una base para una de las escenas que suceden en la película que si bien, voy a modificar, seguirá teniendo la misma esencia y éste capítulo es el contexto de eso.

Arde, mi bella estrellaWhere stories live. Discover now