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Como habíamos conseguido reducir nuestros albara­nes de los nueve del principio a solamente seis, inclu­yendo una cocina, teníamos tiempo de sobra para ir a desayunar. De modo que nos acercamos a un bareto del barrio que solía frecuentar y me pedí unos huevos fritos con patatas como Dios manda. Mientras desayunaba organicé una ruta con el móvil y se la fui mostrando a mi compañero.

—Mira tío, comenzaremos con este primer reparto, pero antes de ir al siguiente, tenemos cuatro fábricas donde tirar el currículum. Lo más probable es que se lim­pien el culo con ellos. En estas fábricas no suelen co­ger gente pero no perdemos nada. Quiero decir, prefiero que se limpien su sucio culo con nuestros currículums y los tiren a la basura llenos de mierda, a que ni siquiera les demos la opción de hacerlo.

Continué confeccionando una ruta maestra con todo medido a la perfección, había realizado un croquis también en papel para aclarar bien cómo debíamos realizar cada movimiento junto al horario óptimo. En caso de que todo aquello fallase tenía un plan B, por supuesto. Era el plan de las pastillas para dormir, pero solo deseaba no tener que llegar a utilizarlo, de hecho, ese ni se lo conté a mi compañero.

—Después entre el tercer reparto y el cuarto, hay varias ofi­cinas de ETT, iremos a dejar el currículum y a que nos entrevisten. Con todo esto ya tenemos cubierto por lo menos hasta las cinco de la tarde, ya que pararemos a comer. Conozco un sitio barato que se come de cojones.

A mi compañero le impresionó bastante lo medido que tenía todo. Miraba con una cara de pasmado increí­ble. No tenía ningún tipo de duda de que a él jamás se le hubiera ocurrido un plan de tal calibre pero aun así me sorprendió:

—Dices que entre el tercer y el cuarto reparto nos habrán dado las cinco —dijo señalando el croquis—. Y aquí tienes planeado ir al cuarto y después a esta zona de polígonos en la que dices que hay: talleres, almacenes, lavaderos, gasolineras. Eso nos llevará por lo menos una hora y media, al menos si tira­mos currículum en todos ellos ¿no? —preguntó extra­ñado.

—Sí, ¿y qué pasa? —pregunté de manera borde. No me gustaba que sacasen fallos a mis jodidas obras maestras, aunque lo cierto es que aquella se tambaleaba por todos lados para ser realistas.

—Pues que si a las cinco de la tarde le sumas ir al cuarto reparto, descargarlo entero, y después ir a echar currículums una hora y media en la zona de polígonos... seguramente nos hayan dado cerca de las ocho de la tarde, con todavía dos repartos que realizar.

—No te preocupes por los repartos, ya se nos ocurrirá algo. Tú preocúpate de echar todos los currículums que puedas, que es a lo que hemos venido.

La noche anterior había finalizado la historia que le tenía que mandar a Susana Castillo y estaba convencido de que le gustaría. Además había añadido mi seña de identidad de escri­birlo todo sin pelos en la lengua. Era una histo­ria/denuncia sobre la precariedad laboral y sobre las condiciones que se vivían en muchos curros, como el de reparto de muebles por ejemplo. Definitivamente le gus­taría. Le eché un último vistazo al escrito y le mandé el archivo por Whatsapp. Ahora solo quedaba esperar su reacción.

Terminamos de desayunar y dio comienzo una jornada laboral que quedaría en el recuerdo nuestro eternamente.

Cuando paramos a comer sobre las cuatro de la tarde solo llevábamos dos repartos. Eso sí, habíamos tirado más currículums que en toda nuestra vida.

—Créeme si te digo que la semana que viene estamos en otro curro. Yo suelo hacer esto cuando necesito curro urgente y si tiras tantos como hemos tirado hoy, por pura estadística, te llaman de algún sitio.

—Más vale porque con el ritmo que llevamos con los repartos nos va a hacer falta.

No le faltaba razón, yo había creado una ruta perfecta pero dando por hecho unos tiempos que no se estaban cumpliendo.

Júpiter... te quieroजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें