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A finales de 1759 las sociedades feudales de Europa occidental se levantaban luego de la crisis económicas y sanitarias provocadas por la peste Bubónica.

El desbalance patrimonial ocasionó que la pirámide jerárquica de la sociedad se vieran terjivezadas, y que los conocidos burgueses tomaran una posición privilegiada, riquezas y territorios, convirtiéndose en señores de tierras, volviéndose odiados por la comunidad de nobles, que habían pasado a ser la comidilla de los rumores de los plebeyos, quienes poco les importaba cambiar de señor a cambio de unas cuantas monedas, y los comerciantes ahora dueños de extensos terrenos habían encontrado más de una forma de mantener a la gentuza a su favor.

Y eso, se había extendido por gran parte de Europa. Ambientando más, nos trasladamos a un pequeño pueblo a las afuera de Transilvania, una comunidad de apenas quinientos habitantes. En dónde el poder absoluto estaba a manos del único señor feudal de esas tierras, los cleros religiosos, y finalmente los plebeyos.

Una división muy estricta, sin embargo, habían pocos que no encajaban entre estás tres categorías. El señor, con un poder absurdo, administraba las tierras y a todos los que vivían sobre ellas. Los sacerdotes, impartiendo por dónde iban sus creencias y la deshonra de vivir en pecado discriminando a cualquiera que no era digno de vivir entre los brazos protectores de su Dios, y por último los plebeyos, conformados por agricultores, herreros, carpinteros, entre otros, que mantenían la producción y la economía del resto, pagaban impuesto, y vivían el día a día.

Pero nada de eso había en la vida de Argentina, un joven albiceleste que caminaba por los polvorientos caminos observando con curiosidad los pequeños puestos en dónde los de clase más baja hacían sus comprar diarias. En su mano un pequeño bolso, se detuvo hasta terminar al frente de una pequeña posada, pintoresca a su parecer.

Entró notando en pocos segundo mesas ocupadas por algún que otro ebrio, y la barra por un hombre robusto de mirada apacible.

Se acercó y saludo amablemente, preguntando si este aún tenía una habitación disponible para él.
Él hombre de prominente altura observo al pequeño argentino, su rostro de niño, su cabello largo bien acomodado atado en una pequeña coleta que reposaba en su hombro izquierdo, un cuerpo menudo y pequeño, y ropajes de una buena calidad. Luego de escudriñarlo de pies a cabeza se dispuso a entregarle la llave del que sería sus aposentos en su estaría en aquel pueblo, Argentina sonrió amable dejando sobre la barra dos brillantes monedas de oro.

Esa misma noche se encontró escribiendo una carta. Acompañado por una fría ventisca que entraba por las cortinas de la ventana, haciendo que la llama de su linterna de aceite bailará con fugór. Y antes de cerrar la hoja dejo que la tinta negra sobre está se secara, permitiendose releer una última vez lo que había escrito sobre está, asegurándose que no halla omitido ningún detalle importante.

"Querido padre:

¿Cómo se encuentra de salud?
Ansió que está haya mejorado, y que así no le este causando dolores de cabeza a mi madre.

Yo estoy bien, debo admitir que el viaje fue exhausto, y la bienvenida desoladora, pero a su pesar el resto a ido bien, todo de acuerdo a lo planeado.

Aún mantengo gran parte de los ahorros, los cuales utilizaré completamente para la investigación, y unas pocas monedas de plata para recursos necesarios, como la comida.

Prometo volver a casa con información valiosa, y haré que tantos años de búsquedas hayan valido la pena.

Espera por mi querido padre.

Te quiere Argentina"

•🍷•


/Espero que les haya gustado, es la primera vez que hago una historia con este tipo de temática, y espero que les guste como la voy llevando.

Debo aclarar que los capítulos serán cada vez más largo, este solo fue una presentación del personaje principal, el resto irá de apoco.

En fin, no se olviden votar, comentar, etc.

Nos vemos❣️/

Irresistible. [C.H]Where stories live. Discover now