Capítulo 35: Bertram

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Volvió a inhalar y exhalar humo de cigarrillo. Quiero hablarle y preguntarle tantas cosas, y Bertram debió darse cuenta, porque me miró con interés. Él soltó una carcajada.

—Debes estar preguntándote, cómo nadie se dio cuenta de mi olor, ¿cierto? —preguntó con ojos de demonio. Se encogió en hombros. —Todo en mí huele a humano, aunque no lo sea porque, ¡soy un verdadero vampiro! ¡Me alimento de humanos, Lizzie! —afirmó. —Pero tuve que usar la loción especial mezclada con ciertos componentes, fue de gran ayuda para poder mezclar mi esencia y con el toque final, ¡bergamota, chère! —repuso complacido y añadió: — Claro, estuve preparando todos los mensajes para que mi subordinado, empezará a mandarte antes de llegar aquí—

Una parte de mi estaba gritando y lamentándose. Resoplé por la nariz y Él levantó una ceja con el cigarrillo en la mano.

—Eh...—murmuró. — ¿Quieres hablarme? ¿O prefieres gritar? —inquirió y añadió con tono sombrío: —Aunque te recomiendo, no hacer nada de eso. ¿Me entiendes?

A pesar de tener las manos atadas, apreté hasta sentir las uñas en mi carne. Bertram tenía razón. ¿A quién le iba a pedir ayuda?, ¿a los vecinos? Era una estúpida idea hacer algo así.

>>> Tengo miedo, pero tampoco debo ser un tonta. ¡Contrálate! <<<, pensé

Bertram me preguntó si iba a gritar, al sacarme el amarré de la boca, respiré con fuerza y negué con la cabeza. Por un momento, parecía desconfiar pero se levantó y soltó la mordaza de mi boca. Exhalé con fuerza. Me humedecí los labios y pensé en la única cosa, que se me vino a la mente en ese momento.

— ¿Vas a matarme? — murmuré.

Por un momento, él abrió los ojos, sorprendido por mi pregunta, pero luego volvió en sí. Hizo un macabro gesto y soltó un resoplido.

— ¿Vas a matarme porque te lo ordenaron? — le pregunté. — ¿O es solo porque tú quieres?

—Un poco de ambas—pensó él haciendo una mueca. — Matarte significaría que ya empezó todo, Lizzie y tus queridos vampiros de sangre plateada, tienen los días contados. Nadie está a salvo de los Les Royals—afirmó él y sonrió volviendo a fumar.

¿Cómo había sido tan estúpida? Y ahora muchas cosas tenían sentido: el conejo muerto cuando salimos del cine, la reacción de Joel cuando olió la chaqueta, la agresividad de Rick, la forma en la que se comportaba Mark y hasta la manera en cómo habló sobre la desaparición de Michelle Cristiano. Y antes de poder decir algo más, cerré los ojos pero maldije cuando mi celular empezó a sonar. Bertram me observó, y se levantó para ir hasta llegar a mí, para buscar en el bolsillo el aparato.

—Oh, vaya, Lizzie. ¡Es tu queridísimo hermano!—comentó Bertram, mirando el teléfono. Siguió y siguió sonando, hasta que él resopló. —Ufff, qué molesto, pero en éste momento creo que ya no podrás contestarle. Chien stupide* —masculló y pude ver cómo Bertram, con una sola mano destrozaba mi nuevo celular

Desvié la mirada un momento. Había sido mi regalo de cumpleaños adelantado, y lo escuché caer en la alfombra. Bertram hizo una mueca de gusto y exhaló con fuerza. Tragué saliva y entonces, escuché un tono. Provenía de su celular. Él lo sacó de su bolsillo y frunció el ceño. Lo escuché maldecir en francés, tal vez maldita sea.

—Es tu hermano, de nuevo. ¡Ah, y sí! Aprendí algunos de sus números, y sé cuál es el de tu hermanastro, Lizzie—señaló Bertram con gracia. —Me preguntó cómo encontró mi número, pero creo que estoy levantando muchas sospechas, ¿cierto? —comentó y me miró

¡Dios! ¿Era posible que Chad supiera algo? ¿O eran demasiadas coincidencias? Respiré y traté de calmarme.

—Sí, tal vez—murmuré. —Quizás quiera hablar conmigo—repuse.

Renacimiento © ✓Where stories live. Discover now