Y la alimentación a base de animales salvajes y pequeños en vez de hombres, los debilitó a tal punto que la mayoría, pero sobre todo las mujeres, se volvieron estériles.

Hubiera sido el fin de su raza en menos de un siglo de no ser por esas criaturas mágicas biformes. Los varones podían gestar y eran lo suficientemente fuertes como para sustentar a la criatura, ya que las mujeres humanas morían y sus crías, si lograban nacer, eran débiles y no duraban mucho tiempo.

Lo mejor de los biformes era su fuerza. Los que no gestaban, trabajaban como diez hombres humanos o más. Y eran tan sensibles a la mordida de uno de ellos que se volvían mansos. Una vez subyugados, eran perfectos animales para trabajar. Y su sangre sustentaba a los puros por mucho más tiempo que un humano.

Por fin Dankala comenzó a prosperar. Pero había perdido la esperanza de salvar a su especie como una raza pura. Se encontró teniendo que tomar la dura decisión de tener hijos mestizos para dar a sus futuros descendientes la oportunidad de sobrevivir. Gestó con un varón fértil de los biformes a Madow. Pero la tribu del varón fértil tenía la piel oscura y características tan definidas y fuertes que su hijo mayor era casi un biforma. Si hubiera sido capaz de cambiar a animal, lo hubiera desechado.

Un año después nació Arvo, de otro fértil de piel tan blanca como la suya. Él sí heredó las huellas de su estirpe. Bebía sangre, aunque podía sustentarse de carne. Y los biformas los dotaron del poder que vivía en sus venas. Al alimentarse de ellos, la reina pudo germinar nueva vida. Entonces nacieron Fetore y dos años después, Rubí.

Fetore era su único heredero de raza pura. Solo se alimentaba de sangre. Domaba a los más fuertes, podía controlarlos por completo. Pero no sería Fetore sino Arvo quien tendría la responsabilidad de guiar a lo que quedaba de su raza al futuro. Besmirtan no confiaba tanto en su hijo menor; tenía el corazón duro y cruel.

Madow entró en su habitación mientras meditaba sobre todas esas cosas. Si no fuera por su defecto del habla, sería su hijo favorito y quizás obtendría el poder sobre todos los demás. En esas condiciones, solo procuraba tratarlo bien para que no sufriera más de lo que ya lo hacía.

—Nawn —. Madow inclinó el rostro.

—Nnam.

—Yo dar secreto. Pedir a ti importante.

—¿Quieres algo cambió de un secreto que tienes?

—Amatis.

Besmirtan no comprendía. Pero estaba acostumbrado a ello.

—¿Para qué?

—Amatis no bajo tierra. Conmigo. En Madow.

—Nawn, Amatis no puede ser para ti. Germinaste en su cuerpo. Ya no tiene la fuerza. Pero si ya quieres tu progenie, te buscaremos un varón fértil.

—¡Amatis no bajo tierra!

—¿Pero por qué crees que irá a las minas? ¿Ha pasado algo?

—Secreto. Yo secreto, tú Amatis.

—¿Amatis ha hecho algo que amerite que se le envié a las minas?

—¡No! Tú sacas Amatis y bajas a tierra. Llega joven fértil rubio marcado...

—¿Crees que voy a reemplazar a Amatis?

Madow cerró los ojos. Así era con su padre, le costaba entenderse con él. Ofreció su mano y cuando su padre se acercó, apenas le llegaba al hombro. Parecía consumido.

Besmirtan, sabiendo lo agresivo que podía ser Madow, asintió y le siguió.

Su hijo le llevó a la sala donde marcaban a los varones fértiles que conseguían. El árbol era su símbolo, el emblema de su raza. Pero el sentido del proceso era aplicar la tinta que contenía sangre Dankala sobre la piel de los biformas. Si al recibirla no morían ni enloquecían, podían sembrar su progenie en su cuerpo. El varón fértil era fuerte y llegaría hasta el final de la gestación. Sin esa prueba, no sería tocado por ningún Dankala. Y sería llevado a las minas. Los subyugados lo preñarían y ellos obtendrían más ganado, sangre y varones fértiles.

Al llegar, había tres chicos en marcado. Habían avanzado mucho con uno. Era tan rubio que su cabello parecía blanco. Y tenía el rostro bajo.

—Fetore. Para ti.

—¿Fetore me dará uno de estos?

Madow asintió. Besmirtan, un poco cansado de las limitaciones del lenguaje, pregunto al maestro marcador. Era uno de los más ancianos sangre pura. Y a su lado, tres más aprendían de su arte.

—Maestro. ¿De quién serán estos fértiles varones?

—El sire Fetore sabe, sire Besmirtan. Pero este que yo trabajo, sé que será suyo.

—Mío. ¿Sobrevivirá?

—Todo va bien. Su cuerpo no se opuso a la marca. Al terminar estará listo.

Besmirtan asintió, saludó al joven con un gesto y salió seguido de Madow.

—Creo que entiendo lo que deseas. Crees que en cuanto terminen la marca, sacaré de sus habitaciones a Amatis y le arrojaré a las minas mientras siembro en este varón fértil más descendientes.

Madow asintió.

—No haré eso. No deseo más progenie. Tengo los hijos suficientes. Pero no recibir al varón sería en agravio de Fetore. Puedes llevarte a Amatis a tu aposento. Llegará este varón, se hará lo que se debe hacer. Luego Amatis regresará y compartirán amistad. ¿Te parece una solución adecuada a tus preocupaciones?

Madow asintió. Sin sonreír, pero contento. Bajó una rodilla al piso y colocó la frente en el dorso de la mano de su padre y luego besó su mano. Madow era cariñoso en extremo. Besmirtan giró la mano y acarició la mejilla de su hijo.

—Sí, ahora ve por Amatis.

Madow se retiró y Besmirtan regresó a la sala de marcado. El varón fértil tenía la piel más hermosa de mundo. Tal vez podría reconsiderar tener más descendientes y germinar uno o dos herederos más en ese vientre. Faltaba poco: el árbol tenía que ser completado. 

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¿Qué les va pareciendo la historia?
¿Qué piensan de Besmirtan y sus motivaciones? 
¿Está bien sacrificar la pureza de su raza por la supervivencia?
¿Es el mestizaje la mejor opción? 

Espero que les guste. Hasta la siguiente actualización. 

Lobo Perdido Libro 2Onde histórias criam vida. Descubra agora