Capítulo seis (primera parte)

Start from the beginning
                                    

Y ahora él está aquí, en mitad de las calles de Brujas, sufriendo una transformación que odia y no puede controlar, y cegado por la ira. Damianos intenta reprimir ese ansia de venganza que lo ciega y lo domina, reprimir a la bestia que lo asola. Trata de apoyarse en la pared y calmar su respiración, aplicar los trucos que antes siempre le han servido, pero el aroma de Laurent es muy fuerte y él está demasiado enfadado. Sus pensamientos son un caos de furia, miedo y pavor; furia por permitirse empezar a creer en el vampiro, miedo a convertirse en animal fuera de la familiaridad de su sótano, y pavor por no ser capaz de controlarse así mismo en su otro estado y asesinar o hacer daño a alguien sin querer.

Se siente igual de perdido y desamparado que cuando tenía cinco años y lloraba en brazos de su padre, sólo que ahora es distinto porque todo el mundo piensa que se ha marchado. Su enemigo por naturaleza lo tiene retenido en contra de su voluntad, y aprovecha hasta el más mínimo resquicio de confianza para humillarlo y someterlo. Su padre está demasiado lejos de su alcance, incluso aunque ambos se encontraran en la misma habitación. Y Nikandros no se merece verlo en estas condiciones, porque él fue precisamente el primero que lo advirtió de lo mala idea que era aquel plan, y de la perfidia de los hijos de la noche. Está solo, más solo que nunca, y no tiene ni idea de cómo salir de ahí.

Los minutos pasan como horas. La agonía que lo envuelve por momentos es tan fuerte que cree perder el conocimiento un par de veces, y un fuego dentro de él lo devora pesado y sin pausa. Primero empieza por las manos, los brazos, las extremidades inferiores y el rostro. Luego esa llama llega a su corazón y lo calcina, y aunque él ya sabe que la batalla está perdida, sigue luchando hasta que se queda sin fuerzas. Pasa un rato eterno convulsionando, agarrotado entre jadeos en una esquina de aquel callejón siniestro, hecho un bulto de pieles y dolor. Sólo cuando vuelve en sí se da cuenta del poco tiempo que en realidad ha pasado. La ciudad sigue dormida, el sol oculto y las farolas sus únicos testigos.

Se pone en pie reticente, no atreviéndose a retirarse más de unas décimas de la pared. Ni siquiera el dolor ha sido capaz de calmar una mínima parte de su enfado; el impulso de seguir el rastro de Laurent y enfrentarlo es muy fuerte, muy tentador y demasiado sencillo. Damianos nunca se había permitido antes explorar sus facetas una vez convertido en lobo, pero todo parece tan familiar que le sorprende y le abruma. Capta olores que no debería, sus ojos se adaptan a la oscuridad con una facilidad sorprendente, y su cola vibra de emoción ante la perspectiva de enfrentarse finalmente con Laurent. La muerte ha roto algo en él que retenía todos aquellos impulsos, y ha desencadenado algo que desgraciadamente ya no puede subyugar. Nota como sus emociones están a flor de piel; la ira lo inunda a oleadas si piensa en la imagen del vampiro, y con ello se desata ese odio primitivo hacia los de su especie. El verdadero Damen está en estos momentos en un segundo plano, y el lobo lo doblega a su voluntad cuando le apetece.

Da igual cuanto se concentre en cualquier cosa; el ruido de la noche, las luces u ordenar a su cuerpo a andar en otra dirección. El nombre de Laurent persiste en su cabeza, palpita, y pronto se ve recorriendo el camino que previamente realizó el vampiro. Su rastro está muy reciente, tanto, que Damianos empieza a plantearse cuanto tiempo realmente ha transcurrido oculto. Si intentara plasmar la sensación en palabras, diría que es un como un hilo invisible que lo ata al vampiro. Puede sentir como se acerca más y más, en que esquina girar o que atajo tomar. Quizás si fuera humano, este sentimiento le haría plantearse demasiadas cosas. Sin embargo, ser lobo tiene una ventaja y esa es permitirle concentrarse en sólo un objetivo. Matar, o al menos intentarlo, a Laurent.

No tarda mucho más de diez minutos en avistarlo. Es fácil moverse por la ciudad, al contrario de lo que pensó. Siempre transcurre por las sombras, y el mercado es un embrollo de calles y callejones que allana su cometido. Laurent ha debido de pensar en lo mismo que él, pues solo transita los rincones más lúgubres que encuentra. No obstante, el vampiro no es una persona que pueda pasar desapercibida. Incluso ahora que va con paso rápido y la mirada analizando el horizonte, alerta ante cualquier contratiempo, el vampiro sigue paseándose por la calle como si fuera el amo del mundo entero. Tiene una postura prepotente y elegante que es imposible de camuflar, y su pelo reluce bajo la luz de los pósteres. A Damianos le fascina la espontaneidad con la que se desliza por la noche sin hacer nada de ruido, como si fuera uno más del atrezo de la madrugada.

Luna de sangre ; captive prince fanfictionWhere stories live. Discover now