Tal vez si dormía se le pasaba el hambre.

Ninguno de los dos mencionó palabra alguna, solo los gestos eran presentes. Además, si alguno hablase, no se iba a entender.

El que estaba echado y con hambre agarró el brazo del otro y lo echó con él, lo abrazó fuerte y ocultó su rostro en el pecho para ponerse a llorar, ya le dolía bastante el brazo y no aguantaba el hambre. Birú miró con tristeza al otro y daba cariños en su espalda, por alguna razón decían comprenderse y a la vez no, tal vez simplemente un gesto de empatía. Uno de tanto llorar se durmió y el otro por el cansancio acompañó el descanso.

A la mañana siguiente, tuvieron un desayuno por fin, no era lo mejor, pero para saciar una pequeña parte de su hambre, estaba más que bien.

Birú agarró el brazo del otro, tenía un poco de agua que le habían dado como parte del desayuno, tomó la mitad, y la otra mitad la utilizó para lavarle la herida, no sería mucho pero tal vez así le dejara de doler tanto.

El contrario sonrió, y volvió su vista a lo que hacía el otro, vio que se arrancó nuevamente una parte de la prenda que usaba y le cubrió la herida. La herida le había dejado de doler un poco y para él era raro porque veía que todavía seguía infectándose, le restó importancia como si aquello fuera lo último del mundo, abrazó al más bajo, no era mucho pero sabe que se esforzaba porque ambos estuviesen bien y aquello era tan apreciable hasta para él.

—Pachi –Respondió el más alto, Birú le había enseñando que en su idioma significaba gracias, y no es que le hubiese dicho y comprendido, solo que cuando hacía algo por él, este le decía aquella palabra, y ojalá por él, que el significado fuese  'gracias' porque eso lo que le quería decir desde un principio.

El día se fue para dar inicio a la noche, ambos fueron al rincón donde dormían y con esa mantita se taparon, era ya como ley abrazarse para dormir, porque de lo contrario, la manta no alcanzaba y uno de ellos iba a pasar frío en alguna parte de su cuerpo.

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Por alguna razón los dejaban salir un determinado tiempo, quizá era porque aquellos hombres cambiaban su actitud y ahora se llevaban bien con la gente de ambos, eso es lo que uno de ellos pensaba, pero, todavía no era capaz de ver lo malo que ellos ocultaban, era obvio que no se puede esperar nada que no tenga algo a cambio.

Imperio Español ya había mandado a la ejecución de la representación del pueblo que vivía en la parte baja de América del Sur, y ya casi por terminar de conquistar el Norte estaban, pero se dio cuenta de un pequeño detalle, si mataba las representaciones, mataba el pueblo, o es lo que creía, iba a desaparecer las riquezas, y eso era adverso. Gracias más bien a sus tontas ideologías, los dos pequeños ahora recibían de un aciago trato, a uno pésimo, al menos era algo.

Las veces que salían, jugaban un poco a atraparse, a subir los árboles, comer los frutos de estos, disfrutar un rato la vista, podría pasar de un pésimo trato a un aceptable.

—BIRUUU-

El otro bajó del árbol soltando pequeñas risas, el mayor comenzó a perseguirlo, cuando lo atrapó, lo tumbó despacio en el suelo y le empezó a hacer cosquillas.

Hubo una fecha donde uno de ellos se cayó y se raspó fuerte la rodilla, Birú retenía las lágrimas mientras que el otro lo abrazaba y en alguna le soplaba la herida.

Tantos días 'lindos' podían ser vividos ya que uno tenía la compañía del otro, ambos se querían bastante. 

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Los días pasaban ya podían entenderse mejor, Birú había descubierto que el otro no se acordaba de su nombre, no le quedaba de otra que decirle como a su padre, 'río de la plata'

Ese mismo día, aproximadamente uno a dos meses se abrió la puerta, las dos colonias ahora, pensaron que era la comida, y era raro, ya les habían dado hace unos minutos la porción que les tocaba.

Gracias a esa luz, siempre baja pero bastante importante, pudieron ver a 'otro más' era parecido a ellos, solo que tenía una cola y uñas algo largas, se había caído al piso de una cuando lo empujaron para adentro de esa habitación, pero observaron que arañaba la puerta, la golpeaba, como si su vida dependiera de eso. Por el pequeño agujero de la puerta llegó una flecha, pero no lanzada, solo como si fuese una burla.

El pequeño que rascaba la puerta, agarró la flecha y se sentó, se puso a sollozar, era la de su madre, seguramente había perdido la guerra o algo por el estilo, aunque lo veía poco probable, era mejor pensar que la flecha era de un valiente Mapuche, algún hombre o mujer que se había levantado para luchar, pero aún así, temía que su madre esté muerta.

Los dos apartados los vieron, se miraron los unos a otros, pronto entró otra manta por el pequeño agujero por donde entró la flecha, era más como una capa, Birú no entendía, pero vio como el que estaba a su lado sujetaba la tela y se tiraba al piso intentando no llorar con fuerza. No entendía hasta que cayó también el collar de semillas que le había hecho a su madre cuando acompañó a hacer el pagapu a la tierra. ¿Entonces había muerto? Sintió un dolor inmenso en su pecho, la melancolía se apoderaba de él, ya tenía ciertas sospechas de aquello pero no se preocupaba porque no lo veía posible.

Había muerto y era obvio, no iba negar nada, y como los otros dos, se tiró al piso a sollozar.

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