— Ah, Mafalda! —dijo Umbridge, mirando a Hermione—. ¿Travers te mandó a ti, eh?

— S-sí —chilló Hermione.

— Bien, servirás perfectamente bien. —Umbridge se dirigió al mago vestido de negro y dorado que había visto su foto en El Profeta—. Ese problema está resuelto, Ministro, si pueden prescindir de Mafalda en la oficina de Registros podremos empezar inmediatamente. ¡Diez personas hoy y una de ellas la mujer de un empleado del Ministerio! Vaya, vaya... ¡incluso aquí, en el corazón del Ministerio! —Se metió en el ascensor tras Hermione, al igual que los dos magos que habían estado escuchando la conversación de Umbridge con el Ministro—. Vamos directas abajo, Mafalda, encontrarás todo lo que necesites en la sala del tribunal. Buenos días, Albert, ¿no te bajas?

— Sí, por supuesto —dijo Harry con la voz profunda de Runcorn.

Harry salió del ascensor y yo al ultimo momento decidí hacerlo. Este era el piso del ministro y sus mas cercanos, estar en el corazón del ministerio podría ser una ventaja, tal vez aquí estuviera Lefay y mi decisión fuera lo mas estúpido que hubiera hecho, pero nos podríamos reunir con Hermione en unos minutos, sabiendo donde estaría. La reja dorada se cerró con un ruido metálico tras de mi. 

— ¿Que haces en este piso McAddams? Te recuerdo que los asunto administrativos del Wizengamot estan en la otra planta.— el nuevo Ministro de Magia se dio la vuelta para verme. Su largo cabello negro y barba estaban veteados de plateado, y una frente sobresaliente ensombrecía sus brillantes ojos. Este hombre que no era mas que un títere para Lefay y Voldemort. Tome los papeles y carpetas en mis manos con mas fuerza contra mi pecho.

— Tengo que dejar estos papeles en la oficina del señor Lefay sobre los juicios de los... sangres sucia, señor Ministro— traté de que sonara natural, pero decir sangre sucia sonaba tan raro como pronunciar un idioma desconocido.

— Ah excelente, ya sabes donde esta la oficina del señor Lefay, él ahora mismo esta abajo esperando a Dolores para seguir con los juicios. Regresara en una hora. Y apúrate, ya sabes que el señor Lefay no le gusta que otros entren a su oficina.— el ministro me advirtió—. Ya vete.

Seguí el camino haciendo como si ya supiera este lugar como la palma de mi mano cuando en realidad no tenía ni la menor idea de hacia donde iba, solo esperaba que el ministro ya hubiera dejado de verme. seguí por una gruesa alfombra y decidí guiarme por la derecha, pasando por varias puertas de lustrosa madera, cada una con una pequeña placa con el nombre del propietario y su ocupación en ella.

Varios magos y brujas pasando cerca mio, una mujer de cabello negro canoso me vio extrañada. 

— ¡Louisa que sorpresa verte por acá!

— Lo mismo digo!— sonreí falsamente mientras seguía caminando en busca de la oficina de Lefay, tenía que ser cerca de la del ministro y que fuera evitada por muchos.

— Que bueno que el turno acaba pronto, no?— codeé a una mujer con el cabello castaño trenzado firmemente, que me miro con lo que solo podia ser repugnancia. 

— Sigue mezclándote con los demás— Morgana apareció a mi lado. 

— Menos mal que es viernes ¿no?— vi a un hombre que tenía un uniforme de limpieza y estaba puliendo el suelo.

— Hoy es miércoles...— él balbuceó confundido pero yo apenas lo escuché mientras seguía hacia adelante, los pasillos cada vez menos llenos, solo habían dos o tres personas, un hombre muy bajito con la nariz ganchuda me bloqueó el paso, traía su sombrero en una mano con nerviosismo.

— Ay Louisa que sorpresa...

— ¿Como están tus hijos?— pregunté desinteresada mientras lo hacía a un lado.

Laila Scamander Y Las Reliquias De La MuerteKde žijí příběhy. Začni objevovat