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la campana anuncia el final del primer periodo resonando por las instalaciones y el murmullo y barullo comienza

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la campana anuncia el final del primer periodo resonando por las instalaciones y el murmullo y barullo comienza. alumnos recogiendo sus libros y mochilas, chirridos de sillas siendo echadas hacia atrás, frases sueltas sema-incomprensibles y pupitres recorridos. minho deja su bolígrafo prendado del resorte en su libreta y cierra esta, se pone de pie y con la mochila al hombro (esta vez, bien puesta) emprende un silencioso camino hasta la cafetería escolar.

se mueve con la ola de estudiantes, esquivando con éxito algunos que van a contra corriente. no presta demasiada atención a las conversaciones esporádicas por ahí donde va pasando, desde las escaleras, bajando por los pasillos, incluso algunas que mueren entrando sus locutores a los baños. minho bosteza, como ha hecho desde que la adrenalina, la prisa y la vergüenza pasaron y se esfumaron de su sistema dejando que el sueño se apoderara de su cuerpo. Un nuevo sentimiento florece en su interior, mientras a pasos tranquilos recuerda que debería haber encontrado a su hermana para decirle una o dos cosas y drenar un poco de su molestia por la horrible situación en la que se metió más temprano.

si los pasillos eran ruidosos, definitivamente nada pudo haber preparado a lee minho para el barullo de la cafetería: gente riendo, comiendo mientras sorben sus fideos, pláticas que se funden en una sola gran masa de diálogos inconexos y calor. mucho calor.

el aire huele a verdura hervida, algunos soplos de puré de papas y un sutil y seductor oleaje de carne dentro de ese gran salón comedor. el estómago lo traiciona en un ruidoso quejido, inocente y culpable por caer en las ondas seductoras de la comida cosquilleando la nariz. minho se lleva ambas manos por instinto y agradece que todos estén ocupados, porque semejante ruido no hubiese sido fácil de disimular.

aunque no podrían culparlo, después de todo, solo desayuno (mal comido) un trozo de pan y sorbitos de té.

dispuesto a devorar su almuerzo, hace fila detrás de un alto estudiante que ya sostiene su bandeja, ansioso. minho toma una de la pila a su lado una vez ha llegado al área de bandejas y avanza, con una sonrisa de satisfacción casi imperceptible en sus labios. las amables señoritas de la cocina entregan los almuerzos de forma diligente, regalando como ración extra una sonrisa.

de camino a una mesa milagrosamente vacía y ya con un cuenco de arroz y verduras listo en su bandeja, minho camina con mucho cuidado de no verter su comida o dar un traspié. por supuesto, de no golpear a nadie en el camino, el cual logra exitosamente y se sienta solo dispuesto a dejar atrás el comienzo del día, sustituyendo todos los malos recuerdos por éxitos y experiencias después de comer.

si, definitivamente eso de la comida si alegraba el alma. como dicen, "barriga llena, corazón contento".

ya ha separado los palillos y perforado la caja de jugo de zanahoria con la pajilla correspondiente cuando, no muy lejos, puede ver la figura de su hermana acercándose hacia él. lleva una diadema en la frente sujetándole el flequillo y una caja de venta en la mano, lo cual solo puede molestar al chico. ¡incluso tuvo tiempo de llevar almuerzo, pero no lo esperó para el autobús! patrañas e injusticias.

-¡hermanito! -exclama minju, saludando efusivamente a minho con la mano y quizás, dos decibelios extra en su voz. -¡llegaste, hola!

-no precisamente gracias a ti. -responde con obvio reclamo él, picando un brócoli hervido.

minju finge un puchero exagerado, de pie frente a la banca vacía. -eres tan cruel conmigo. -suspira, toma asiento y rápidamente todo rastro de tristeza o acongojo anterior desaparece de su semblante, mostrando una gran sonrisa. -¿cómo te fue? ¿ya tienes amigos? ¿hay algún chico guapo que puedas presentarle a noona? -minho cierra los ojos y reprime una sonrisa.

-no eres mi noona y no hay nada de guapos para ti. -se lleva el brócoli a la boca. -jamás.

-¡yah, soy mayor que tú! -patalea bajo la mesa, notable para él por el rebotar de su cuerpo. -¡debes respetarme!

-dos minutos no te hace mayor. -minho señala el techo con un dedo. -así que de noona, nada.

minju se cruza de brazos, visiblemente molesta-: yo traje pasteles de arroz para ti, pero en vista de tu falta de respeto... -toma el bento de la mesa, apresando la caja contra su pecho. -de pasteles, nada.

con una sonrisa encantadora y sinceramente divertido, minho extiende una mano hacia su hermana. -wah, minjunnie, no seas egoísta con tu hermanito menor...

-nada, he dicho. -se pone de pie, sacude su falda y pega media vuelta sobre sus talones no sin antes sacarle la lengua a su hermano en un gesto infantil y divertido.

minho se ríe, mirando desaparecer entre el gentío a su hermana. pocos metros adelante, sentado en una mesa llena de chicos parlanchines, hay un delgado pelinegro que le sonríe apenas, de lado y con un encantador gesto que por pura casualidad, minho intercepta desde su asiento. el muchacho lo mira a los ojos, le saluda con dos dedos al frente y a minho se le olvida parpadear, asimilando que es efectivamente a él a quien va dirigido tan casual y a la vez sutil saludo a distancia.

antes de que pueda corresponderle, al menos, levantando una mano, un torso interrumpe su visión, llevando en manos una charola de comida.

-¡hola compañero! -le saluda, una enorme sonrisa de comisuras curvadas hacia arriba. -mi nombre es han jisung y este es mi amigo felix. -entusiasta, el muchacho continúa. minho repara en la presencia de alguien más a su lado hasta que lo menciona. -¿podemos sentarnos?

abrumado de información repentina pero siempre educada, minho corresponde con un asentamiento y media sonrisa, dejando que el positivo muchacho se siente, junto a su más reservado acompañante. lee los ubica como compañeros de su clase, además de que el nombrado jisung estuvo todo el primer periodo conociendo a cada alumno en el grupo y haciendo comentarios divertidos, aligerando así el ambiente de incomodidad típico de un primer día de clases en nuevo ingreso.

-lee minho, mucho gusto. -se dirige a ambos, con cortos asentimientos que son recíprocos. -tengo que decir algo ahora que puedo y antes de olvidarlo...

-que fluya. -invita jisung, la pajilla de su jugo de arándano a milímetros de sus labios, un codo en la mesa.

-creí que eras japonés. -suelta minho, un poco divertido. -pero luego te escuché hablar coreano.

jisung suelta una carcajada sincera, incluso felix sonríe sutil, mirando hacia abajo; gesto que nace al poner el castaño un brazo de forma descuidada sobre su hombro y atrayéndolo a sí mismo.

-¡es hilarante, casi siempre es al revés!

-siempre te pasa lo mismo... -un sutil susurro entre sonrisas escondidas.

-oye, -se limpia una lágrima imaginaria de la mejilla. -me agradas lee minho, eres honesto y directo además de que eres el primero en retractar su impresión por mi coreano y no mi japonés mal enlazado. -le extiende una mano, siempre sonriendo. -¿amigos?

minho la toma son una sonrisa-: amigos.

minho la toma son una sonrisa-: amigos

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