—Yo voy a recoger los huevos; los cerdos apestan. —Dice Wesley tomando la canasta dónde los pondrá.

—Pendejo, si aquí el que hueles mal siempre eres tú. —Sam se burla y todos nos reímos.

—¡Por lo menos yo no me toco viendo el retrato de tu ex por las noches! —Expulsa Wesley dándole una mirada asesina al chico.

—¿Qué tiene que ver eso con los olores?

—Nada, pero me quería defender. —Wesley da media vuelta y camina hacia las gallinas. Nosotros, nos quedamos viendo los unos a los otros; encogiéndonos de hombro sin saber bien qué había pasado.

—Katrina; Julio quiere que le ayudemos a cosechar unos mangos que están muy altos. —Jaxon entra al granero y se me acerca.

—Sí, puedo ayudarte.

—¡Listo, nos tocaron los cerdos y los comederos! —Cargos patea el balde que está en el suelo frente a él.

—¡Vamos, no seas fresita! Yo te doy de comer a ti también de lo que le demos a los puercos. —Ríe Sam tomando el balde y caminando a rellenarlo.

—¡Te tengo ésta anotada, Katrina! —Carlos me da una sonrisa mezclada con una mirada matadora.

—Para la próxima se quedará en la casa comiendo caviar, mi alteza. —Me burlo doblando mis rodillas en forma de homenaje.

—Prefiero camarones con ajo; no me gusta el caviar. —Ríe yendo tras Sam.

Jaxon y yo, salimos del granero y comenzamos a caminar hacia el área de la granja dónde se encontraban los árboles frutales. Ahí, el señor Julio esperaba junto a unas cestas y unas varas muy largas para cosechar los frutos.

—¿Sabes usar uno de estos, hijo? —El hombre le señala la vara larga.

—No es necesario, puedo escalar el árbol.

—Es muy peligroso, no quiero que te vayas a caer. Mira que es un árbol muy alto. —Señala el árbol de mango a su derecha.

—No se preocupe, no me caeré. —Jaxon le regala una sonrisa, para luego, correr hacia el árbol y escalarlo.

Al principio, dudé de que Jaxon escalara aquel árbol de fruta; lo menos que quería era que éste buen hombre, sospechara de nosotros y nos viera cómo fenómenos extremadamente fuertes y ágiles, pero, podía admitir que Jaxon lo estaba haciendo bien.

Éste, escalaba aquel árbol de manera lenta, midiendo muy bien sus movimientos como si no quisiera caer; pero, la realidad era, que si caía, no le pasaría nada. Más bien, lo hacía por pretender actuar cómo un chico humano normal y corriente.

Al llegar a la cima, yo, tomé la canasta y me paré bajo el árbol. Jaxon, comenzó a soltar los mangos mientras yo los atrapaba. En cuestión de algunos minutos; todos los frutos maduros ya estaban cosechados.

—Muchas gracias jovencitos. —El anciano toma la cesta de mangos. —Yo ya no tengo ésa energía que tienen ustedes. Cuando era joven, sí me podía subir a ése árbol, pero ahora, estos huesos viejos se rehusan a escalar. —Nos da una risita caminando hacia la casa para llevar la cosecha.

—¿Necesita otra cosa, señor?

—No, solo lo de los comederos y los huevos de las gallinas. —Abre la puerta trasera de su casa. —Luego de eso, pueden venir a desayunar; mi esposa les preparará algo rico.

—Es muy amable, muchas gracias. —Jaxon asiente; el anciano entra a la casa y cierra la puerta tras de él.

Al dirigirnos al granero; escuchamos ruidos y gallinas cacarear por todos lados. Rápidamente, corremos hacia de dónde provenía aquellos gritos, y vemos a Wesley siendo atacado por unas cinco gallinas furiosas.

Katrina Wolfrahan ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora