Parte 1 Sin Título

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El bar, que siempre olía mal, sería el lugar específico donde ocurrieran los hechos.
El rostro de un hombre se hace irreconocible a través de las tinieblas por la falta de luz y el humo de los cigarros de los demás y del propio también. Estaba sentado con un pequeño vaso vacío con dos hielos comenzando a derretir.
Otro hombre, de gabardina negra y larga entra al bar, con la cabeza baja. Apenas la levanta para echar una mirada a su alrededor y sus ojos se clavan en el solitario personaje, su asiento le daba la espalda. Un ebrio en la mesa junto a la puerta.(Sus ojos cambian de objetivo) Este da un golpe con el vaso sobre la mesa y se echa a reír. Su compañero de mesa lo hace callar, explicándole, un poco más sobrio, que lo que acaba de oír no debía contárselo a su esposa; que si se enteraba, lo mataba. Los dos rieron. (Los ojos, que reflejaban un odio tan grande que pudieran apagar el mismo infierno, volvieron a enfocar al primer personaje) El tipo no se había movido de su asiento, sin embargo, con una voz fuerte y seca, pidió otro vaso de whisky. Camina hacia éste y el primero al oír su aproximación por sobre su hombro, mientras intenta levantarse da vuelta la cabeza para identificarlo, pero sus esfuerzos fueron firmemente neutralizados por el hombre que de pies tras el individuo, lo tomó de la parte superior de sus brazos imposibilitando de cualquier acción.
–No se moleste. –Ofrece el hombre de pies–. ¿Puedo sentarme junto a Ud.? –Él no responde, pero por la expresión de su mirada explica que no tiene opción. El individuo lentamente libera sus brazos, con mucha calma y prevención. Toma asiento al otro lado de la mesa. Por un largo instante sus miradas se comunicaron sin hablar, y a la vez que parpadeaba por primera vez, el recién llegado apoya sus codos sobre la mesa y cierra sus manos cubriéndose la boca. Luego de meditarlo un segundo, baja sus manos e interrumpe el silencio sepulcral.
–¿Por qué huiste, Max? –Con la uña de su dedo hace sonar el vaso, y los hielos en su interior cambian de posición–. Eras el mejor. No fallabas en ninguna misión, aún si estas fueran consideradas imposibles. ¿Qué te hizo cambiar?, ¿Es que acaso no te pagan bien?, Yo lo encuentro excelente. Tengo dos casas, un auto, y todas las mujeres que deseo. ¿Es que no te gustó que la organización cambiara de jefe y nuestras identidades fueran de dominio público?. No te preocupes Max, nadie más que nosotros sabemos como encontrarnos y tu verdadero nombre sólo lo sabes tú, si es que aún lo recuerdas después de diez años sin usarlo. –Los ojos de Max estaban sin expresión y seguía fijo escuchando lo que le decía–. Porqué no seguiste siendo el mismo Max que conocí cuando nos invitaron a la organización, cambiaron nuestros rostros y comenzamos trabajos sencillos y de buena paga. ¿Recuerdas?. Qué hiciste para que los «Altos» te renegaran y ... me mandaran matarte.
El barman trae una botella rectangular y llena el vaso sobre la mesa.
–¿Desea otra cosa?
–Gracias.
–¿Y Ud. señor, va a pedir algo?
–No, gracias. –El joven barman se va.
–Haz lo que tengas que hacer. –De una su vaso vuelve a vaciarse, esta vez también con un hielo, que luego de un rato lo rompe con sus dientes y lo traga.
–No quiero matarte, Max, pero dame razones para no hacerlo.
–Tu sabes que las misiones no pueden ser comentadas a nadie y mucho menos entre agentes–. Mete su mano en la chaqueta. Su compañero se altera dando la impresión que se va a levantar. Max con la otra mano tranquiliza a su amigo y le explica que sólo sacará un cigarro. Del bolsillo aparece una cajetilla y un papel doblado en cuatro. Saca el encendedor y un cigarro de dentro del envase y lentamente lo prende. Se mira la mano, pone recto los dedos y descubre que sus nervios están haciendo tiritar su cuerpo.
–Mira. –Muestra la parte superior de la mano a su compañero–. Estoy nervioso. Siempre me pongo nervioso antes de cumplir con una misión. ¿No te pasa a ti lo mismo? –Tira el enfermizo humo por su lado izquierdo, y de una rápida mirada, verifica la posición exacta de las manos y las piernas de su compañero, trata de identificar donde lleva el arma–. Suelo recordar más que el acto mismo de borrar a un objetivo, el supremo terror que sentía minutos, incluso horas, antes de llevarlo a cabo. Sé que no pasa lo mismo contigo, eres diferente, el correr de la sangre te excita y veía en tus ojos la infranqueable frialdad del demente, del que no tiene conciencia de nada, eres una máquina que no le importa qué o quién eliminar. A mi sí me importa. Te diré una cosa, desde muchos años hemos trabajado juntos, y sabes porqué nos asignaban juntos, porque los «altos» sabían que yo era peligroso y me ubicaban contigo porque eras el mejor, no temías nada. Solía tener la mejor puntería del grupo, pero algo que nunca te dije es la incertidumbre de pensar. ¿Por qué ellos?, ¿Quiénes eran?, Sólo recibíamos el mensaje diciendo el nombre del objetivo y la dirección. Nada más. A ti no te importaba...
»Un día en la central, observé a «control» ingresar la clave de acceso a las bases de datos, era un número, 47896, era fácil de recordar por la ubicación de ellos en el tablero de dígitos. Las semanas pasaron y las misiones llegaban de a pares todos los días, casi siempre una para mi y la otra para ti. El objetivo en la calle newland, ¿lo recuerdas?, era una mujer, Samantha Stack. –Al mencionar el nombre el compañero de Max recuerda y se lo da a entender con un pequeño movimiento vertical de cabeza–. Tu te quedaste en el auto mientras yo dentro de la casa, con mi 45 sleeped (con silenciador), esperaba a que la chica subiera de la cocina al segundo piso. Cuando lo hizo, llegó a la habitación donde estaba y disparé, la bala atravesó su hombro y un horrible grito salió de su afligida garganta. Rápido como pude, mi mano cubrió su boca y la hice callar. Sus ojos... Te puedo jurar que ella no tenía idea del porque yo estaba allí. Un segundo disparo hubiese sido muy evidente para el forense así que sólo... le rompí el cuello... Saqué la bala de la repisa, del lugar donde se había estrellado. Baje la chica a la cocina, la dejé en el piso con un cuchillo en su mano y dentro del horno puse un chispero de tiempo 5 minutos. Di el paso del gas y salí, el resto lo conoces bien, las noticias hablaron de un accidente. Esa noche los ojos de la chica no me dejaron dormir. Me preguntaba vez tras vez si estábamos haciendo lo correcto. El destino me dejó ingresar al computador de «control» y averigüé muchas cosas, como que te llamas Javier Linches y que eres descendiente judío. –El rostro de Javier no reaccionó–. También averigüé que Samantha Stack era esposa del Senador Robinson y que estaba pagando a la organización un soborno de información que sacaría de por vida a su esposo de la política. Ella dejó de pagar y nuestra ¡bien intencionada maldita organización! Nos llamó para que la matáramos. ¿Hicimos lo correcto, Ben? Yo creo que no. Así que comencé a revisar los nombres de las misiones anteriores. Al ver fraudes, estafas, y hasta venganzas personales, decidí no ser más parte de esto.
–Pero sabes que sin esta organización todo el país sería un caos. El enemigo podría adquirir el poder necesario para que tome acciones terroristas, no debemos permitirlo, ya no se trata de personas Max, se trata de la seguridad de toda nuestra nación.
–Parece que no me estás escuchando. Ya no existe el enemigo, el Thor fue erradicado completamente, la misma organización dio el asunto por cerrado y tu glorioso país dejó la organización abierta para deshacerse de toda la escoria que dejaba a su paso el poder corrupto y rebelde. De no ser por que lo leí antes que los superiores y nos fuimos a Estados Unidos a completar la misión de Capri y Nova, estaríamos tal vez prisioneros en Brigada por cumplir la misión de eliminar al líder comunista K–ron. Ya viste lo que les pasó a Dan y Bull.
Las misteriosas misiones se fueron poniendo cada vez más personales. Eliminar al hijo de Rabítt por amenaza de denuncia, borrar a Nicholson por simple sospecha, Aquellos por racismo, otros por aquello... no podía seguir con todo esto. Hasta que llegó esta última misión; ya no iba a seguir con la sus cacerías. Decidí huir.
–Max, te estimo bastante, pero no te puedo dejar que vayas por ahí contando estas historias, el Thor no puede haber sido destruido, no hasta que se encuentre a J.J. Collins, el líder. Lo que haz hecho es la violación máxima al código de la organización. Aparte de ingresar ilegalmente a la base de datos, estás pregonándolo por ahí, y eso tu sabes que es muerte, Max.
–Veo que como siempre serás el que diga la última palabra, así que haz lo que tengas que hacer. –Termina el cigarrillo y la colilla la guarda en la misma caja que ha tenido todo el tiempo en su mano. Se levanta y vuelve a sentarse inmediatamente, a decir verdad de deja caer sobre la silla. Se toma el cuello con la mano derecha, luego al vaso que estaba a la mitad de la mesa, sus ojos se fijan por última vez en los de su compañero, que con un movimiento de cabeza despide a su agonizante camarada. Max deja caer su cuerpo sobre la mesa, soltando el vaso y la cajetilla con el papel al otro.
Javier no se mueve, solemnemente mira de un lado a otro a su fallecido compañero, y encuentra el misterioso papel, bajo la cajetilla. Era un mensaje confidencial, lo reconoció, que para su sorpresa y posterior desesperación decía:
"Max.

Familia Linches
Rock Ville 1345

Destruir el mensaje inmediatamente."

Se leía en letra manuscrita bajo la última línea: «47896».
Ben ya no puede hacer nada por su amigo, y de pie frente al difunto baja su cabeza para mejor no pensar en nada.

El BarWhere stories live. Discover now