Nixi ya se había puesto manos a la obra. Habían colocado una caja de madera en el suelo y la ayudaban a subir y bajar de ella. Uno de los terapeutas la sujetaba de una especie de cinturón que le rodeaba la cintura para estabilizarla mientras que el otro, sentado en el suelo, le sujetaba la parte baja de las piernas guiándole los pies. Era sorprendente que tanto podía costar un movimiento tan sencillo, que tanto podían causar unos minutos sin oxígeno durante el nacimiento.

Al ver que seguían con ese ejercicio durante un buen rato decidí sacar mis deberes y ponerme a resolver ecuaciones. Puede que no sirviese para conducir, aparcar, montar andadores o entender una niña que no fuese uno de los brutos de mis hermanos, pero resolver ecuaciones... eso sí podía hacerlo.

Mi página de operaciones se había terminado hacía un buen rato y no había llevado nada para adelantar las tareas de alemán

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Mi página de operaciones se había terminado hacía un buen rato y no había llevado nada para adelantar las tareas de alemán. Así que, con una sonrisa en el rostro, abrí mi queridísima aplicación naranja.

—Te he echado de menos... —murmuré con voz ñoña mientras abría la biblioteca. Más de doscientos libros esperaban a ser escogidos. Pero ¿por qué empezar un libro nuevo cuando puedes releer uno que ya has leído por lo mínimo ocho veces? Sabes de seguro que te gustará.

El día anterior, tras la broma de Ethan (y que lo persiguiera por toda la casa para darle con la escoba -lo que había acabado con tres moratones en su cuerpo y un jarrón roto-), papá y Heather me habían obligado a bajar a la cueva y dejarme de tonterías. Que mi preciado móvil con mi preciado Wattpad, mis libros y documentos del instituto estuvieran allí también motivaba un poco. Esas horas que habíamos pasado separados por culpa de esos inmundos bichos se habían hecho muy, muy, largas.

Esa noche había tenido pesadillas. Se me subían miles de cucarachas por encima y se colaban en mis ojos y orejas y...

—¡Hoa!

¡Yo conocía esa voz! ¿¡Estaba hablando?! Por el momento solo había escuchado su AAC, así que ¡era un milagro! ¿¡Y eso significaba que ya había acabado la sesión y podía volver a casa a estudiar?! ¡No, eran dos milagros! ¡Gracias universo!

Alcé la mirada solo para ver como mi hermana me hacía la cobra. ¿¡En vez de saludarme a mi estaba saludando un chico de mi edad?! Mi barbilla cayó hasta el suelo cuando lo abrazó. ¿¡Qué narices?!

¿Te estás poniendo celosa de una niña de ocho años? Me preguntó una parte de mi conciencia. No es que el chico fuera un adonis perfectísimo hijo de los dioses griegos como los que salían en Wattpad, pero si teníamos en cuenta como sonreía, la camiseta de Queen que llevaba perfectamente combinada y descombinada a la vez con una camisa de cuadros, unos tejanos anchos y unas Converse altas ya bastante gastadas; los auriculares que le colgaban de las orejas... Solo un poco. Solo un poco.

Aunque si lo paraba a pensar... ¿Era raro? Definitivamente. ¿Pederastia? Puede.

¡¿Entonces a que esperas?! Me gritó mi conciencia.

Me levanté a toda prisa. Tenía una nueva misión: vencer los celos hacia mi hermana de ocho años para separarla del chico de mi edad al que abrazaba. Y que era posiblemente un pederasta (o eso me dije).

Me levanté con tanto ímpetu que no pensé en todo lo que tenía sobre las piernas. Media decena de papeles con operaciones y otra media docena de lápices y bolis (tenía el estuche abierto) se desperdigaron por el suelo ruidosamente.

Todos los presentes se giraron para mirarme.

Al igual que Nixi.

Y el chico.

Una exagerada sonrisa (conociéndome, muy irónica) se instaló en mi rostro mientras me debatía entre acercarme al posible pederasta, disculparme con la gente que esperaba, recoger los bolis o hacerlo todo a la vez.

Ante la pesada mirada de mis espectadores opté por guardar todo lo que tras mi performance decoraba ese maravilloso suelo de linóleo blanco. Apilé los papeles y dos de los bolígrafos en la silla en la que unos instantes antes me encontraba sentada y me dispuse entonces a perseguir los tres restantes. Malditos escapistas. ¿Por qué nada me salía bien?

—¡Agh! —murmuré para mí misma entre dientes.

Creo que el chico alzó una ceja.

Localicé uno de mis bolígrafos rojos debajo el asiento de un señor mayor que me miraba con cara de pocos amigos.

—Disculpa —susurré con voz temblorosa mientras me agachaba y estiraba el brazo entre sus piernas para llegar a la pluma que descansaba debajo suyo. Logré cogerlo sin demasiada dificultad.

El siguiente estaba en medio del suelo, sin problema. Y el tercero... ¿Dónde narices se había metido?

Barrí el suelo con la mirada hasta... bueno, hasta encontrarlo debajo una silla. O mejor dicho: la silla. Su silla. Sí. Fantástico. Maravilloso. Y aún me miraba. Perfecto. Perfectísimo de la muerte.

Para que negarlo, dudé unos segundos sobre si acercarme o no. Y entonces vi cómo le revolvía el pelo a Nixi. Todos mis nervios se crisparon.

—El pelo no... El pelo no... El pelo no...—chillé para mis adentros. Avancé a más velocidad que los 300.000 kilómetros por hora de la velocidad de la luz.

» El pelo no... El pelo no... No le toques el pelo... Desenredarlo y peinarlo cuesta horrores... No... No... No... —. Mi voz sonó varias veces más aguda de lo normal y definitivamente me embalé tanto que el chico tardó unos segundos en procesar lo que le decía. Mis manos revoloteaban a mi alrededor en un estado de nervios bastante importante. Una mueca se había instalado en mi rostro. 

A mi miente vinieron todas esas veces que de pequeña la gente me había tocado el pelo sin permiso. Y todos los tirones e incluso lloros a la hora de desenredarlo después. Mamá era muy buena en ello. Papá por el otro lado... Auch.

—Oh... No lo sabía. Lo siento —murmuró el chico con una mueca—. Esto... Creo que uno de tus lápices ha ido a parar bajo mi asiento.

—Sí, lo he visto... —murmuré arrastrando las palabras. El chico parecía estar debatiéndose—. Ya lo cojo —dije. Y sin dejar tiempo a réplicas me agaché delante suyo, estiré la mano debajo su silla y conseguí cogerlo. ¿Incómodo? Mucho.

Me sacudí un inexistente polvo de las rodillas, incapaz de mirarlo a los ojos, una mezcla de vergüenza, incomodidad, nervios y molestia adueñándose de mí. Una mezcla explosiva.

El chico pareció a decir algo. Pero yo me estaba dirigiendo a Nixi.

—¿Nos vamos? —. Señalé la puerta para que me entendiera. Asintió tan levemente que dudé de haberlo visto.

—Yo... Siento las molestias —murmuré. Y salí por patas. 


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Apr 12, 2022 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Ocho más unaWhere stories live. Discover now