Capítulo IV

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Historia de Tres

Suena la alarma del despertador, pero no duermen. En la misma ciudad, separados por varios kilómetros, se encuentran dos almas completamente diferentes. En una solo habita el mal, y en la otra, el remordimiento por no haber salvado una vida.
Es un nuevo día, donde el mismo astro ilumina cada rincón de la Tierra, el viento corre por la autopista visible sólo para él, los chicos suben al autobús de color amarillo y en la mente de sus padres surgen nuevas preocupaciones. Pero lo que parece una réplica del día anterior no lo es. Esta vez no se descorre la cortina, ni corre por la ciudad hasta llegar al punto más alto, ni maneja su Impala mientras se reproduce Stairway to Heaven.
Allí, acostado en su cama, se encuentra el Dahaka. En su rostro se enmarca una sonrisa a causa de los pensamientos que invaden su mente en ese momento. “Soy un Dios que camina por los senderos de los mortales, donde ellos no son más que títeres que se mueven a mí antojo. Que fácil fue planear lo de la fábrica. Tener a Nick tan cerca, indefenso, sumiso a mis pedidos”.
En el baño, frente al espejo, se refleja la cara de Ryan. Intenta encontrarles sentido a los acontecimientos de la noche anterior. “¿Por qué Nick no confió en mí?  Aunque no escuche mis palabras, necesito hablarle” – piensa mientras se viste.
Baja por las escaleras, pero esta vez su mirada se centra en sus pasos por lo que no detalla los grafitis. Iba camino a un lugar que no era de su agrado. Al llegar, recorre por varios senderos en busca de Nick. A su paso solo existen flores, gritos y sufrimiento. Por fin llega. Observa el nombre de su compañero plasmado frente a él y un escalofrío recorre su cuerpo. Se acerca, extiende la mano y toma la de su compañero. Allí se encontraba, en la habitación número 56 del Hospital Monte Sinaí. Había recibido un fuerte golpe en la cabeza por parte del Dahaka lo cual lo había dejado inconsciente. Ryan bordea la cama y se sienta en una silla mientras un suspiro se escapa. Pasado un rato, el ligero movimiento de los dedos de Nick hace que éste se exalte. Observa como poco a poco va reaccionando su compañero.
- ¿Cómo te sientes? – le pregunta.
- Como si una manada de elefantes me hubiese pasado por encima – responde Miller mientras se toca la cabeza.
- El Dahaka te dio un fuerte golpe en la cabeza.
- ¿Qué le pasó a la muchacha que tenía raptada? – pregunta con cara de pocas esperanzas.
- Cuando llegué a la fábrica te encontré inconsciente en el piso y lamentablemente las extremidades de la pobre mujer colgaban de cadenas – responde Ryan.
- Te prometo que hice todo lo posible por salvarla – dice Nick.
- Lo sé. Pero necesito que me cuentes lo sucedido con detalles.
- Recuerdo que estaba en la casa, a punto de acostarme, cuando sentí un sonido en la puerta. Al salir, había un sobre, y dentro de él, una dirección. Supe al instante que se trataba del Dahaka. Al llegar a la fábrica, recuerdo haberte llamado desde una cabina dándote mi ubicación. No te imaginas lo que sentí cuando vi a esa muchacha suspendida en el aire. Se trataba de un mecanismo que la destrozaría si no sostenía dos palancas. Todo fue una trampa para tenerme donde quería. Pude matarlo, lo tenía a centímetros de mí. Pero me aferré al mecanismo con todas mis fuerzas. Al final de nada sirvió ya que no pude salvarle la vida.
- Lo que está buscando es eso, que te sientas mal. No puedes permitir que juegue contigo de esa forma – señala Ryan.
- Sus repugnantes palabras se repiten una y otra vez en mi mente. Y ya no sé si serán ideas mías, pero me resulta familiar esa voz.
Ryan muestra una clara expresión de asombro en su rostro e intenta asimilar lo antes expuesto.
- ¿Acaso crees que el Dahaka es alguien que conoces? – pregunta Ryan.
- No puedo asegurarte nada, pero es algo a tener en cuenta. Y ahora dejémonos de tanta palabrería y salgamos de este horrible lugar – dice mientras intenta levantarse de la cama.
- ¿Qué haces? Recibiste un gran golpe en la cabeza. Debes quedarte en recuperación por lo menos el día de hoy.
- Ok, lo haré. Pero mañana a primera hora me largo de aquí – responde Miller.
- Aquí estaré para recogerte. Y no te preocupes que tu querido auto está bien cuidado en la estación.
Ryan se despide de su compañero y al salir del hospital toma rumbo hacia la fábrica. Quería asegurarse de no haber omitido una pista que lo condujera hacia el Dahaka. Al llegar, recorre todo el lugar analizando hasta el más mínimo detalle.

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