LIII | 𝔪𝔢𝔪𝔬𝔯𝔶

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Asuka. Repitió en su mente. Asuka. El animal estaba aterrado y se podía sentir en el Aura que dejó al correr junto a ellos tratando de refugiarse aquel pavor corriendo a lo que destinaría como su hogar escondido entre el denso bosque.

— ¡USTEDES DOS! —gritó la mujer, con gran impotencia para ganar completamente la atención de cada uno de los integrantes, pero más que nada el de la mujer y el hombre que iban tras de ella—. ¡VAYAN A LA TRIBU, PREPAREN CUALQUIER TIPO DE PROTECCIÓN EN CASO DE CUALQUIER TIPO DE AMENAZA! —dirigió su caballo hacia la dirección contraria del bosque, mientras los dos la miraban con ceños fruncidos—. Y USTEDES TRES, TRAS DE MÍ.

Todos conocían a esa mujer. Sabían lo seria que era ante cada situación ameritada. Tenía todo lo que se necesitaba para ser la próxima líder del clan, la próxima Gran Madre. Tenía absolutamente todo, si no fuera por el pecado que debía llamar como su "hija".

Con los caballos a todo dar, se dirigieron hacia el pueblo más cercano, el cual se veía desde lo lejos por el humo negro que emanaba él. Aquel humo negro, el olor a la madera siendo quemada, se reflejaba en los claros ojos de la mujer que había entrado en pánico de pies a cabeza.

Desde el momento en que su hija nació, fue vigilada. Desde el momento en que su hija nació, supo que ninguna de las dos podría vivir con tranquilidad en aquella tribu, porque cada acción, cada error cometido podían significar la expulsión, y para la pequeña... simplemente el fin de su vida.

Era consciente de los llamados de sus compañeros, pero aun así todos sus sentidos estaban únicamente concentrados en encontrar a su primogénita. El animal que la cargaba estaba alterado por el ambiente tan apocalíptico.

Mientras ella giraba de una dirección a otra buscando el punto específico donde todo comenzó, a su alrededor los pueblerinos de la pequeña comunidad corrían despavoridos con sus crías en brazos y, en su mayoría, dejando atrás todo lo que conllevaba el avanza de un arduo esfuerzo.

El fuego estaba arrasando con todo, era demasiado rápido. Lo suficientemente rápido como para acabar con la vida de unos cuantos y arrebatarle todas sus pertenencias a las familias que de por sí ya eran pobres.

Estructura por estructura caía desvanecida con gritos de mujeres y ancianos que veían su vida desvanecer en las fuertes llamas rojizas llenas de furia pero extrañamente también de pavor.

Claro, ellos no lo sentían, pero los jinetes que miraban el desastre eran capaces de percibir la energía maldita en cada flama que quemaba cada cosa que alcanzaba. Gracias ello, se guiaron entre las familias devastadas, los puestos destruidos, y los llantos abundantes hasta llegar al centro del pequeño pueblo.

La estructura estaba frente a sus ojos y la energía era demasiado fuerte, lo suficiente como para imaginarse que la maldición de categoría especial que se les había escapado de las manos en la reciente misión pudo dar a parar allí. Pero muy conscientes eran de la verdadera entidad que se encontraba en el fondo de todo aquel infierno.

— ¿¡ASUKA!? —gritó la mujer una vez más en busca de la respuesta de su amada hija.

El lugar ya estaba lo suficientemente deteriorado como para diferenciar si era el hogar de alguien, un puesto de mercado, o una tienda de algún tipo de necesidad. De ella solo quedaba la estructura de madera que poco a poco se volvía negra rodeada de aquellas intensas flamas y amenazaba con derrumbarse en cualquier momento.

— ¡ASUKA, RESPONDE CUANDO TU MADRE TE HABLA!

— ¡Mami!

Aunque su grito era demasiado lejano y demasiado débil como para ser escuchado entre el bullicio de las flamas, los gritos de los pueblerinos, y los atormentares pensamientos, posibilidades, planes y torturas que se pasaban en la mente de la mujer que debía hacerse responsable de todo aquel maldito desastre.

The  firstborn | Jujutsu Kaisen. (Pausada)Where stories live. Discover now