-También te amo.-dije por lo bajo y me sentí genial al hacerlo.- Mucho, Crawford.

Se removió un poco, nuevamente, y luego suspiró. Reí, había hecho morros mientras dormía. Se veía como un angelito en reposo. Aunque quería despertarlo, no podía hacerlo, estaba muy cansado y sería egoísta de mi parte, no dejarlo dormir. Pero, la enfermera había dicho que debían llamar a una enfermera, en cuanto yo, despertara.

-Cole...-murmuré. Alzó la cabeza y me observó, volvió a tirar la cabeza contra el colchón y segundos más tarde volvió a levantar la cabeza y sonrió perezosamente.- Cuando yo duermo, tú estás despierto y cuando tú duermes, yo estoy despierta.-le dije débilmente y sonreí de la misma manera.

-Dios.-susurró y se estiró para estrecharme en sus brazos.- Dios, Anna. El susto que me he llevado.-besó mi frente y comenzó a bajar desesperadamente sus besos hasta llegar a mis labios.- No pienso alejarme de ti, te guste o no, vamos a vivir uno al lado del otro, todo el día.-susurró y me besó.- No vuelvas a asustarme de esa manera porque te juro que no sobrevivo.

-Ya, cálmate.-dije entre tiernas risas. Siguió llenándome de cortos besos en los labios.- Espera, Cole, espera.-reí y se alejó un poco de mi. Sonrió y le devolví el gesto.

-Debo avisar que estás despierta.-me informó.- Y cuando te dejen salir de este hospital, tendrás que presentarme a ese chico que te ha dado la bebida. Espero que tenga su obra social al día, porque va a necesitar un médico.-dijo indignado.

-No vas a hacerle nada.-dije mientras reía por sus comentarios.- Estoy bien, ¿no es lo que importa?

-Claro que si, mi amor.-respondió y me besó nuevamente.- He sido un egoísta, estando feliz porque estas has despertado y no me he preocupado por cómo te sientes.-se regañó a si mismo. Le sonreí.- ¿Te encuentras bien?

-Si.-respondí sinceramente.- Me duele un poco la cabeza y cuando me sacudes de esa manera, siento nauseas. Pero no es nada de que preocuparse.-dije y abrió los ojos con impresión.

-Lo siento.-se disculpó al tiro y me abrazó.- Soy un bruto.-añadió.- Debo llamar a una enfermera. ¿Crees que puedas quedarte sola un momento?

-No llames a nadie.-dije en un quejido. Se sentó y me observó a los ojos.- Podemos llamarla dentro de tres horas, por ahora, no quiero remedios ni inyecciones.

-Tranquila, eso lo han hecho mientras dormías.-me avisó. Bufé.- Estás bien, o por lo menos, eso dijeron.

-Siendo así, puedes llamarle.-accedí. Rió y me besó.- Nos queda una plática pendiente.-avisé. Sonrió.

-¿Entonces si podías escucharme?-preguntó mientras se separaba de mí y caminaba hacía la puerta.

-Claro que podía escucharte.-dije alzando una ceja. Me sonrió.

-Ya vuelvo.-avisó y abrió la puerta.- Sé que se te hará difícil no extrañarme, pero has el intento.-sonrió. Reí.

Su egocentrismo me llevaba a pensar que capaz si creía que solo él existía sobre la tierra. Pero, luego pensaba en que siempre hablaba bien de su familia y que acababa de profesarme su amor. Solo era egocéntrico cuando se trataba de su belleza. Y cualquiera de nosotros sería igual si cargara con tantos kilos de sensualidad extrema y exuberante belleza.
Minutos después, volvió con una rubia vestida de blanco. Ella me sonrió al instante y se sentó en la silla que antes era ocupada por Cole.

-Dime, ¿Qué es lo que sientes?

-Aparte de que me duele la cabeza...-expliqué.- me dan pequeños mareos.

-Supongo que es normal.-explicó ella.- Puede que te suceda eso por unos días. La combinación de pastillas en el alcohol, puede provocar graves problemas, para tu suerte, has salido perfecta.-añadió. Le sonreí.- Te hemos puesto suero y podemos quitarlo mañana a primera hora.-siguió hablando. Asentí.- Estamos a lunes y el miércoles pueden darte de alta.-avisó.- Cuando tengas ganas de ir al baño, no dudes en pedir ayuda para entrar y salir. Cuando te quiten el suero, te dará un terrible hambre, no podrás consumir mucho pero cuando se te dé, de comer, tendrás que hacerlo relajada y de a poco.-comenzó con las condiciones para mantenerme bien.- Y lo último, no podrás beber alcohol por mas de dos meses, esa mezcolanza te ha destrozado el estómago.-hizo una mueca y Cole se movió a mi otro lado.- Era solo eso, intenta descansar y si necesitas algo, no dudes en avisar.-se puso de pie.- Que tengan un lindo resto de la noche.-sonrió.

-Gracias.-musitó Cole. Le sonreí. La rubia se retiró del lugar y aproveché para hablar.- ¿Desde que parte hasta que parte has escuchado?-me interrumpió.

-Desde que contaste lo de tu padre hasta que dijiste algo que de verdad me gustó mucho escuchar.-le sonreí. Me devolvió el gesto y se inclinó para besarme. Me dejé besar y al separarnos volvió a sonreírme.

-¿Me haces un hueco?-preguntó como un niño.- Quiero dormir contigo.-añadió.

¿Cómo negarse?-me pregunté mientras me movía a un lado de la camilla.

-¿Estas cómoda?-preguntó pasando su brazo por mis hombros.

-Si, claro que si.-me acurruqué entre sus brazos.- No me sueltes.

-Nunca, princesa.-murmuró. Cerré los ojos y aspiré su perfume.- No muevas mucho la mano donde tienes la aguja intravenosa.-me advirtió.- Luego tendrás un súper moretón.

-Está bien.-dije y reí.- No quiero parecer Barney.

-No, gracias.-rió.- Imagina que la gente piense que me gustan los dibujos animados.

-¡Oye! Barney no es un dibujo animado.-me quejé entre risas.

-Lo que sea.-rió y me uní a sus risas.- Es lo mismo, un peluche de un dinosaurio morado que se hace grande.-explicó y reímos.- Hey, extrañaba tu risa.

-Cole...-alargué riendo.- No me he muerto, tampoco estuve en coma, hace un día que no hablábamos.-reí.

-Cuando intento ser tierno, me cortas el mambo.-se quejó.- ¿Quieres que sea un pervertido?-preguntó. Reí.- Hablaba en serio.

-Se como tu quieras ser.-le espeté. Me apretó más a él.- Si quieres ser pervertido, se pervertido, si quieres ser tierno, se tierno, si quieres...-me interrumpió.

-Ya, entendí.-carcajeó.- Creo que debo tener un poco de ambas, ¿Qué dices?

-Si.-asentí.- Pero menos de pervertido, es que a veces te pasas.

-Pero nunca te quejas.-bufó.- Te gusta lo que te hago y punto.

-Okay, como digas.-reí y me sonrojé.

-No has negado que te gusta.-se burló.

-¿Por qué negaría eso?-pregunté.- Estaría mintiendo.

-Me ha gustado eso.-dijo y besó mi cabeza.- ¿Sabes? No voy a darte nunca ningún divorcio.-me avisó.- ¿Has escuchado esa parte?

-Si.-respondí rozando la punta de mi nariz en su camisa.- No pienso decirte que si, en caso que de que quieras dármelo.-admití.

-Gracias, entonces.-murmuró.- Estoy muy bien a tu lado y no pienso separarme de ti.

-Eso es algo que tenemos en común.-le dije y alcé la vista para observarlo a los ojos.

-¿Qué mas tenemos en común?-preguntó. Le sonreí. Sabía a que se refería.

-Una casa.

-¿A parte de eso?-preguntó queriendo llegar a ese punto.

-La cama.

-Vamos, Anna.

-No sé a que te refieres.-pronuncie atontada por la intensidad de su mirada.- ¿Tal vez el amor que nos tenemos?

-A eso me refiero.-sonrió y se inclinó para besarme.- Esta no es la mejor posición para besarnos.-dijo luego de reír. Sonreí.

-Entonces...-lo incité a seguir.

-¿Qué quieres que te diga?

-Lo que sientes por mi.-titubeé al hablar. Me sonrió.

-Ya lo sabes, Anna.-respondió.

-Quiero oírlo nuevamente.-le espeté. Sonrió.- Quiero que lo repitas.

-Te amo.-susurró y sonreí a la vez que lo decía.- Te amo como nunca amé a nadie, Anna Lindermann.

La Bella y la BestiaWhere stories live. Discover now