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Sentada en la mesa de su casa con postura recta, en silencio y sin opiniones. No era de hablar durante las comidas a menos de que se le sea requerido.
—¿Seguirás bebiendo café? —preguntó Narcissa.
Ya había oído más cosas sobre eso por parte de la mujer. Y es que sólo lo bebía por gusto, siéndole un poco adictivo.
Al volver de su primer año, desarrolló un gusto por esa bebida. Al principio había inventado mil excusas, ahora que todos estaban tan acostumbrados ya no le era necesario.
—Me mantiene despierta, madre.
Por otro lado, a Lucius le importaba poco, y es que ambos compartían un gusto similar. Los dos eran tan iguales, pero a su vez tan diferentes. Chocaban tal y como el agua y el aceite, y en ocaciones, eran como dos gotas de agua.
Narcissa se giró a ver a esposo, este degustaba de una taza de café mientras revisaba el correo, después se giró a ver a su hija quien tomaba un trago de aquella. Movió su cabeza de un lado a otro negando para concentrarse en sus asuntos.
—Libros de Gilderoy Lockhart, quien lo diría —anunció el hombre dejando las cartas de lado.
—Sus libros son solo un chiste —dijo Angel con fastidio.
—Necesito que este año se mantengan al margen y como es debido, es mejor que recuerden que tienen prohibido rebajarse al nivel de alguien más.
—Si, padre —contestaron los menores a la vez.
—— ••• ——
Con la nariz aún dolorida por el topetazo, Harry se fue rápida y sigilosamente hacia la puerta, pero antes de que hubiera salvado la mitad de la distancia, aparecieron al otro lado del escaparate tres personas, y una de ellas era la última a la que Harry habría querido encontrarse en su situación: perdido, cubierto de hollín y con las gafas rotas. Era Draco Malfoy.
