Capítulo 34

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-Ya vienen. —Ramón se detiene en frente del aula para avisar.
Acto seguido, pone todas sus cosas en orden: planes de clases, libros, caja de tizas, borrador, mientras los estudiantes también se acomodan.
Unos segundos después, aparecen tres personas en la puerta. Un señor, carbo, vestido con camisa y pantalón. Una señora ya mayor, de unos sesenta años, vestida a la antigua, con saya y blusa de encaje. Y, por último, una mujer, algo jóven, bien vestida, a la moda.
Saludan, y todos los estudiantes se ponen de pie, como es habitual en cada visita.
Ellos dan las gracias y entran.
-Pueden sentarse al fondo. —Ramón les indica.— He traído sillas para ustedes.
La señora mayor asiente y los tres se dirigen a las sillas. Se ponen cómodos para luego dar un vistazo a toda el aula.
Hecho continuo, el señor mira a Ramón y le hace una seña para que comience. Éste asiente varias veces y prosigue a dar inicio a la clase.
-¡Bien! —Choca las palmas.— Como pueden ver en el día de hoy, tememos la compañía de tres miembros de Educación. El señor...
Y continúa con presentar a cada uno. Luego se centra de lleno en la clase, escribe en la pizarra, hace preguntas y le responden, orienta actividades a las que luego le dan respuestas, toda el aula en conjunto.
Los miembros de la visita se fijan en cada detalle. Les parece increíble, no hayan errores.
Ramón sigue explicando el contenido, como si fuese ya un profesor con varios años de experiencia, cuando solo lleva un año de graduado, contando que es la primera vez que le visitan una clase.
Y las minutos siguen pasando. La clase hasta ese instante, es toda una maravilla, perfecta para una brillante evaluación.

Ya sólo quedan cinco minutos del turno, de modo que, Ramón se dispone a enseñar su última arma: la canción en su dispositivo USB.
-Ahora a continuación, escucharemos una canción, muy linda, que nos habla sobre lo estudiado en la clase de hoy.
Sonríe, a la misma vez en que se apodera del dispositivo para acercarse al televisor. Toma el mando a distancia, que está allí cerca y enciende el equipo. Busca por el lado el orificio de entrada de memoria, lo encuentra e inserta el dispositivo.
Al instante le aparece un archivo, es su memoria USB. Lo abre y le aparece dentro una carpeta con el nombre: «Los Cafres, Canción a la naturaleza».
Frunce el ceño, dudoso. ¿Dónde están las demás carpetas con cosas de trabajo que tenía allí?. Por un momento se le hiela la sangre, el corazón le late más fuerte, siente algo fuera de control. Pero no sé detiene, no quiere dejar que nada le interrumpa la clase perfecta que lleva hasta ahora, y toca la tecla «Enter» en el mando a distancia para abrir lo que hay dentro de esa carpeta, sin saber que ha cavado su propia tumba.
Nada es lo que parecía, como mismo dudaba... Lo que se escuchan son gritos de placer, por parte de una mujer, palabras obscenas... Lo que había en la carpeta era pornografía. Ramón pierde el control, el nervio lo domina, se me nubla la vista.
Toca un botón en el mando a distancia, pero dale otro vídeo, con el mismo contenido.
-¡¿Qué es esto, por Dios?! —Sigue pasando. E igual lo mismo.
Mientras tanto, se comienza a escuchar un murmullo por toda el aula, algunas risas bajas. Los miembros de la visita se miran unos a otros y niegan con la cabeza.
Ramón sigue luchando en poner fin a todo eso, pero no dejan de aparecer vídeos cortos pornográficos, lo que aumenta más el murmullo.
-¡Silencio! —grita.
Todo permanece igual.
-¡He dicho silencio! —Intenta otra vez, pero sin mucha importancia.
Vuelve a pasar de vídeo. Esta vez, para la poca suerte que le queda, ya no aparece nada con contenido prohibido, pero si algo que le llenará más la copa de odio. Una especie de «gif», con unas letras que se mueven: «Golpe devuelto, cabrón». Ahora cae completamente en la cuenta.
-¡¡¡Ah!!!
Empuja el televisor y lo arroja al suelo, lo patea. Luego va a su mesa y con la mano barre todo lo que encuentre en ese ángulo.
El silencio inunda todo entre esas cuatro paredes. Ramón se da la vuelta para mirar a Jeniffer. Ella se encoge de hombros, con cara de: «No se nada».
Hecho seguido, abandona el aula a toda prisa, rojo de rabia, con la sangre hirviendo, fuera de sí. Va a buscarlo, lo quiere matar... Ha probado lo que es que se metan con sus cosas.
Dobla el pasillo a la derecha, luego a izquierda, y así hasta llegar al Onceno Tres.
-¡Permiso! —Se dirige a la profesora, una vez estando en la puerta.— ¡Para hablar con el estudiante Nereón!
La profesora mira a toda el aula. Después vuelve a dirigir la vista a Ramón.
-No vino hoy.
Ramón resopla, se da la vuelta y, justo en ese mismo instante, casi impacta de golpe contra alguien... Un chico.
-¿Eres el profesor Ramón?
-¡Si! ¡¿Algún problema?!
El chico niega con la cabeza.
-Me dieron esto para ti. —Saca un pequeño papel del bolsillo de su pantalón y se lo da.
Ramón lo abre y Lee. Resopla otra vez, aprieta los dientes por el enojo, para concluir estrujando el papel en sus manos y arrojarlo al suelo con un lanzamiento brusco.
Luego sale a toda prisa, en dirección a un punto específico... El que estaba escrito en el papel.

Gracias por llegar a mi vida(Borrador) Where stories live. Discover now