Capitulo 1: Después del derrumbe

4K 274 80
                                    

Félix y Agustín movían los escombros, mientras Julieta seguía gritando, pero nada, no había rastro de Mirabel.

Pepa no se separaba de sus hijos, Camilo se mantenía pegado a Dolores, mientras ella tenía a Toñito en brazos, estaba temblando, y es que, como no hacerlo. Frente a ella Julieta gritaba y lloraba mientras se abrazaba a sí misma, su cuñado se estaba lastimando las manos intentando desesperadamente mover los escombros de casita, Isabela estaba ida, miraba a la nada como si no entendiera lo que estaba pasando y Luisa lloraba en silencio abrazando a su hermana.

No podía ni imaginar el dolor por el que estaba pasando su hermana, no quería imaginar como reaccionaria ella si hubiera sido Camilo (quien también corrió hacia la vela) el que estuviera bajo el derrumbe. Entonces salió de sus pensamientos al sentir a Antonio moverse.

—¿Qué pasa mi amor? — le pregunto con voz ronca

—La vela

Ella frunció el ceño al no entender que quería, pero igual lo dejo bajar de sus brazos, su pequeño la tomo de la mano y la guío. La llevó hasta la vela, que estaba más pequeña y tenue que nunca, pero aun viva. Ella la tomo con una mano mientras la otra seguía aferrada a su hijo y juntos regresaron con el resto de la familia.

—Mamá — susurró, no queriendo afectar más a su hermana y cuñado —Toma, Toñito la encontró por allá

—Gracias Pepa

Notó como le temblaba la voz a su madre, no dijo nada, en cambio le paso la vela con cuidado sosteniendo sus manos más tiempo del necesario.

Pasaron todo el día frente a Casita, pero no encontraron a su sobrina, por más que buscaron, incluso con la ayuda del pueblo, lo único que recuperaron fue su bolso. Félix se llevó a los niños, varios pobladores les ofrecieron casa, hasta que recuperaran la suya. Se acercó a su hermana, la levanto del piso, donde había estado llorando y le limpió la cara. A su lado, Luisa levantaba de Isabela, quien seguía preocupantemente ida, para luego ir y levantar a su padre de los escombros.

—Vámonos — le susurró a su trilliza —Ella no está aquí

—Lo sé

Con una bocanada de aíre Julieta se acercó a su esposo, se hablaron en susurros y luego Agustín asintió a algo que su hermana le dijo. Se acercaron a Francisco, quien se ofreció a hospedarlos en su casa, y entre ambos se llevaron a Isabela, se acercó ahora a Luisa, y le ofreció caminar juntas, su sobrina asintió y ella le tomo del brazo.

Caminaron en silencio, pero por la expresión de su sobrina, esta lo agradecía. No tardaron en llegar, en la puerta, le dio un último abrazo, antes de separarse.

Llegó a su propia casa, allí, Olivia la estaba esperando con una taza té. Junto a ella, su esposo la abrazó, dejando un rastro de pequeños besos en sus mejillas, su frente, su nariz, para terminar con un beso casto en sus labios. Estuvieron en la sala, hasta que la joven les informó que se retiraba, allí en la oscuridad dio rienda suelta a sus emociones. Entre sollozos e hipidos, podía sentir a su Félix tomar sus manos, se quedaron así hasta la mañana.

Luisa despertó a mitad de la noche, no podía dormir, no podía, cada vez que cerraba los ojos, podía ver a su hermanita, intentaba en vano concentrarse en los buenos momentos, en ellas de pequeñas, en el abrazo que se habían dado después de que le contara de como se sentía. Pero siempre terminaba desviándose. Ahora se daba cuenta, debió haber pasado más tiempo con ella, no podía encontrar un recuerdo reciente donde se sintieran unidas, la voz en su mente, le recordaba una y otra vez el como la había abandonado, si no hubiese perdido su don, tal vez podría haber hecho algo, lo que sea, quitar escombros, entrar en pleno derrumbe y sacarla, pero no, se había quedado como una inútil allí parada, y ahora por su culpa, su hermanita ya no estaba. Caminó en silencio hasta la cocina y se sirvió un vaso con agua. Pronto llegó su padre, él sin decir nada, se acercó a abrazarla, ambos sollozando, pronto se les unió su madre, aunque ella no estaba segura en qué momento había bajado, se sintió un poco mejor tener a sus padres allí consolándola, cada uno volvió a su habitación después de eso, ella amaba a sus padres, incluso si ellos no entendían el peso que llevaba en sus hombros al menos lo intentaban, su mente, ahora más calmada, se perdió en los recuerdos, donde una pequeña Mirabel y una pequeña ella, paseaban por los pasillos de Casita, jugando y riendo, sin preocupaciones.

Bajo los escombrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora