-Buenos días, Anna.-me sonrió Alice mientras acomodaba las flores en un pequeño florero de plata.

-Buenos días.-le sonreí y me senté.- Gracias por el desayuno.

-Oh, no hay de que, linda.-dijo felizmente.- Debo retirarme, si necesitas algo, avísame.-dijo antes de entrar a la cocina.

Desayuné en silencio mientras observaba cada rincón de la casa. Estaba pensativa y esos pensamientos iban a torturarme durante un largo tiempo.

Cole quiso evadir mis palabras y se retiró, me había humillado. Eso era lo más doloroso. Me sentía ridícula al haberle confesado mi amor, él había huido frustrado, dejándome sentada en la cama, pensando en el gran amor que le tenía.

Terminé con el desayuno y subí las escaleras en busca de mi ordenador. Lo tomé y bajé al living. Me senté en el sillón y acomodé el ordenador sobre mis piernas. Comencé por hablar con una que otra amiga que me preguntaba por mi repentina desaparición y prometí explicarle luego. Luego, vencida por el aburrimiento, jugué algunos juegos online y más tarde contemplé vestidos de famosas.

Sentí la puerta cerrarse y pude divisar a Cole cargando una gran pila de papeles. No le dí importancia y miré la pantalla. Él, bufó un par de veces y luego los dejó sobre la mesa. Debía ser la hora del almuerzo porque él venia llegando a casa. Cerré el ordenador y cruce mis brazos sobre mi pecho, lo observé. Cole no tardó más de dos minutos en sentir mi mirada sobre él y me observó.

-Dijiste que cuando llegaras hablaríamos.-le dije. Asintió.

-Ven aquí.

-¿Por qué no vienes tú?-pregunté casi desafiante y rodó los ojos para luego acercarse a mi.- Comienza.-ordené.

-No tienes por qué hablarme así.-dijo fastidiado.

-Oh, claro que tengo por qué hablarte así. Habla, Cole.

-Bien, como quieras.-se sentó a mi lado y se recargó sobre el respaldo del sillón.- Vamos a mudarnos dentro de unos pocos días.-me informó.

La sangre que recorría mis venas se quedó estática y me volteé para mirarlo. ¿Era en serio? ¿De eso se trataba la conversación? Definitivamente Cole se había empeñado en ignorar mi confesión y pasarla por alto. Eso no se lo iba a permitir.

-Genial.-dije sin tomarle importancia.- La verdad es que me da igual donde vivamos.-le dije y me puse de pie.- Quiero tener una habitación para mi sola.-informé. Rió irónicamente y me observó por un segundo para luego hablar.

-¿Qué?-enarcó una ceja.- Sabes perfectamente que eso no ocurrirá.

-Pues va a tener que ocurrir porque no pienso compartir la cama contigo.-solté de repente. Se puso de pie y me observó directo a los dos.

-No tienes por qué ser tan fría.-me dijo.

-¿Sabes que?-contesté cabreada.- Tú eres él único frío.-apoyé uno de mis dedos en su pecho, señalándolo culpable.- Eres un cínico, inútil, que solo se interesa por el mismo y nadie más. Por mi esta bien, porque de verdad no me interesa que no me correspondas pero...-fui interrumpida antes de que pudiera acabar de hablar.

-Es simple, Anna. No todo en la vida es como uno quiere.-contestó.- Y si es por eso que estas enojada conmigo, la verdad no me interesa.

-¡Que bien que no te interese!-exclamé colocando mis brazos en jarra.- Pero por eso, déjame dormir sola, sin tu estúpido cuerpo a mi lado.

-Apuesto lo que sea que anoche me has extrañado tanto como yo a ti.-murmuró.

Me quedé callada ante esa confesión. No podía ser cierto, Cole me extrañó. Lo observé por un segundo, analicé su mirada y él pronto la desvió, dándome a entender su nerviosismo.

La Bella y la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora