ÍNEA RECTA III: REDENCIÓN

Começar do início
                                    

Entonces lo vio todo. Un enorme autobús envuelto en fuego, con los vidrios quebrados, fragmentos de la carrocería esparcidos por todas partes y, sobre todo, cadáveres, cadáveres esparcidos por el asfalto. La escena era dantesca. Apenas se podía respirar dada la densidad de la humareda. Se escuchaban gritos, alaridos de dolor. Casi no podía diferenciar el vehículo atacado de entre las violentas llamaradas. Algunos testigos marcaban por celular el número de emergencias. Con tal bloqueo en la carretera, sería muy difícil que las ambulancias pudiesen legar. Luis volteó la cara para no seguir mirando. La excursión había quedado definitivamente anulada.

El helicóptero de la televisión sobrevolaba la autopista del sur cuando se encontró con una columna de humo. El tipo de la central que les dio el aviso no había dado demasiados detalles, sólo que alguien había reportado la explosión de un autobús muy cerca de la salida a Cuernavaca. Desde el aire podía verse con claridad el vehículo incendiado y la autopista bloqueada en ambos sentidos. Una estela negra que teñía el asfalto marcaba el punto exacto en donde había sucedido todo. Tanto el piloto como su acompañante observaron la escena perplejos, incapaces de decirse nada, incapaces de comprender lo que estaban presenciando pero, al mismo tiempo, viniéndoseles a la cabeza las imágenes de los atentados del once de septiembre. El piloto, Enrique Dávila, intentaba concentrarse en manejar el aparato. Podían verse algunas lenguas de fuego entre el humo

negro, gente atendiendo a heridos en el piso, muertos carbonizados en varios metros a la redonda. —Llama a la central, esto es muy serio —dijo el periodista. Pero la emisora ya estaba desbordada de llamadas. Cuando, por fin, el helicóptero tuvo línea telefónica con producción, entre la estática que impedía escuchar con perfecta claridad, el redactor jefe le endosó la última hora con un halo de histeria en la voz. —Híjole, muchachos, será mejor que vengan con algo bueno, se armó una bien chingona. —¿Qué pasó? —Esto es como con los gringos, hay varias explosiones en la ciudad, han estallado varios buses. El piloto vio como la expresión de su acompañante cambió completamente, aunque no se atrevió a preguntar. Esperó a que la conversación terminara. —¿Tienes combustible para rato? —Para dos horas más, ¿Por qué? —Necesito que demos una vuelta por la ciudad, han puesto bombas en autobuses.

El tercero de los vehículos hizo explosión diez minutos después del segundo, en la autopista hacia el norte, en un bus de línea con destino a Juárez. No había salido aún del área urbana de la ciudad, así que la detonación quebró los vidrios de varios edificios e hizo que el auto se partiera literalmente por la mitad. De las entrañas calcinadas de aquel coloso, preparado para largas distancias, emergieron algunos heridos, ensangrentados, cubiertos de hollín. Se echaban al suelo con la convicción de que pisar tierra firme

significaba la salvación hasta que llegaran las unidades de emergencia. Como en los otros ataques, los muertos quedaron colgando de las ventanillas destrozadas. A esas alturas de la mañana ya se hablaba de una verdadera matanza. Y eso que aún faltaba por iniciarse la segunda fase.

Interrumpimos nuestra programación para reportar un suceso de última hora. Cinco autobuses han hecho explosión hace unos minutos en las principales vías de salida de la ciudad de México. El caos ahora mismo es total mientras las autoridades se afanan en contabilizar las víctimas sin que aún nadie se atreva a dar cifras oficiales.

Hernán Cáceres había conocido Colombia en los sangrientos años ochenta, viviendo en un Medellín castigado por la guerra abierta entre los cárteles y la policía. De hecho, fue el primero en tomar la primera instantánea de Pablo Escobar abatido sobre aquel tejado. Cuando regresó a México, pocas semanas después, se propuso olvidar las dantescas escenas de los atentados en pleno centro de las ciudades, los autobuses detonados que parecían convertir a los edificios colindantes en esqueletos de hormigón, castigados por la metralla. Sin embargo, cuando se encontró con aquellas llamaradas y con los muertos calcinados, las imágenes regresaron, se agolparon en su mente y le hicieron transportarse a lo incierto de aquellos días.

Você leu todos os capítulos publicados.

⏰ Última atualização: Mar 23, 2011 ⏰

Adicione esta história à sua Biblioteca e seja notificado quando novos capítulos chegarem!

ÍNEA RECTA III: REDENCIÓNOnde histórias criam vida. Descubra agora