Cinco minutos más

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a todo, ella tenía

el doble,

más o menos.


Me gustaban esos

labios de barely legal

que tenía.

"Tienes los labios

más hermosos que

he visto"

le dije.

Se rió y se puso

un dedo entre los dientes.


Busqué su clítoris.

En general me gustan todos

pero el de ella

siempre ha sido

la perfección hecha.

Puse mi cabeza

en posición,

su pancita regordeta

rozaba mi cabello.

"Jamás, jamás, jamás

bajes de peso"

dije con la lengua afuera

"¿Por qué? No me gusta eso"

dijo ella, apenada.

"Las mujeres deben saberlo,

una pancita media abultada,

es mucho más porno

que cualquiera de esas

chicas con culos

en sus barrigas".


Me dolía el cuello,

es sacrificado hacer

un cunnilingus. Es complicado.

Lamiendo suave

de arriba a abajo

tocando los bordes

de los vellos, labios

al este y al oeste.

Pero era la posición

exacta. Manos al norte

Como crucificado,

pero con tetas en

las manos

y ríos de fluidos vaginales

en vez de la esponja

con vinagre.


Ella se movía desencadenada

Se me escapa de las manos

y yo masturbaba su

esplendor con toda la cara.

"¡Métemela!" me dijo.

Pero tenía que tener paciencia.

Ella llegó al orgasmo.

Se estremeció, jadeó, tembló

y bajó hasta donde estaba

y me besó.

Pero ese era mi primer

round, finalizado por un nocaut

y apenas había comenzado

la pelea.


"Sal de la cama,

te quiero en pie

en cinco segundos!"

sonó el puto despertador.

"¡Oh dios! Tenemos que

ir a trabajar" dije

"Pero ¿y tú?" me dijo preocupada

"¿Yo? Soy el dios del sexo,

hoy en la noche,

mañana otra vez por la mañana.

Tú ya me diste

lo que tanto buscaba"


Nos levantamos

y comenzamos el triste

ritual de salir a a calle

y trabajar para

vivir.

Poemas de amor, sexo y otras carenciasWhere stories live. Discover now