Cinco minutos más

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La puse a cuatro patas,

parecía esa gata

que duerme en tu sillón

y luego se levanta

y se estira.

Ese calzón transparente

me volvía loco.

Su trasero formaba

uno de esos corazones

enormes que se regalan

los enamorados el 14

de febrero.


Me acerqué más

y le besé las nalgas

poco a poco. No había

necesidad de apurarse,

iba despacio, bajaba

de los pliegues estirados

del final del culo,

por los muslos

recorriendo el interior

de las piernas.

A veces regodeándome

en un pequeño lunar

o en los pliegues

del anverso de las rodillas.


Besar piernas,

mordisquear nalgas

es un trabajo duro.

así que tomaba atajos

y pasaba mi lengua

por los gemelos,

luego arrastraba saliva

lentamente

hacia los esos

muslos carnosos

y elegantes.


Ya en ese momento

me fastidiaba ese

calzón

por más transparente

y sexy

que fuera.

Así

que lo saqué.

Con los dientes.

Obviamente.

"¡No lo rompas!"

Me dijo y se lo sacó

ella sola y luego

regresó a su felina

posición.


Lengüeteé su culo

pasando por su estrechez

saboreando el agridulce

que sólo ella sabía producir. 

Su vagina era la

de una quinceañera

aunque dividiendo

entre diez

Poemas de amor, sexo y otras carenciasWhere stories live. Discover now