Capítulo 20. Todos tienen un plan

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—Ya vámonos, Ariel debe necesitar ayuda —Fue como si Miguel hubiese usado sus propias virtudes sobre sí mismo para conseguir el valor de ser él quien rompiera ese bochornoso silencio; bajó de un salto y comenzó a caminar velozmente de regreso hacia su sector, aunque se aseguró de llevar consigo a Lucifer, jalándolo de su diestra para que caminara con él, eso sí, tratando de no verlo directamente para no revelar el rubor en su rostro.

Mientras tanto, todo el penúltimo nivel se volvía un caos a causa de lo rápido que se extendió la noticia de quién sería su nuevo compañero; el sector en donde trabajaría el serafín parecía sólo estar esperando su llegada, aunque para sorpresas de algunos, el par a cargo ni siquiera aparecía en la entrada para ser ellos quienes dieran la bienvenida al favorito de su Señor. Aquel desorden detuvo el trabajo, la mayoría estaba expectante al arribo de Lucifer, pero un pequeño grupo era la excepción, aquellos celestiales se preocupaban más por disfrutar su bien merecido descanso y, casualmente, dentro de estos se encontraban aquellos dos jefes de sección.

A solas dentro del taller de Ariel, él y Jofiel aprovechaban su tiempo libre para mimarse y conversar casualmente sobre cualquier cosa que se les ocurriera. Las buenas nuevas todavía no les habían sido comunicadas, así que se ocupaban en disfrutar el tiempo juntos. Sentado en una silla y con Ariel sobre sus piernas, Jofiel parecía arrullar al arcángel mientras este recostaba su cabeza sobre el hombro ajeno, el castaño se aprovechó de aquella posición para colar sus manos debajo de la camisa del otro y acariciar su espalda.

—Me haces cosquillas —reprochó el más bajo, retorciéndose para evitarlo, aunque no pudo aguantar la risa.

—¿Sólo cosquillas? —cuestionó susurrando a su oído, ocasionando no sólo más cosquillas en Ariel, sino que un escalofrío lo recorriera.

—¡Por supuesto! —Ignorando por completo la reacción de su cuerpo, replicó a la vez que se alejaba lo necesario para poder verlo. —¿Crees que no tengo suficiente autocontrol? —indignadísimo, retó al castaño con la mirada.

—No —Empezó a reír por la expresión que Ariel puso una vez que respondió, aunque no tardó en calmar ese puchero con un beso.

—¡Qué mentiroso! —consternado por la inesperada pero obvia respuesta, Ariel trató de no confirmar las palabras de su pareja, así que cuando intentó besarlo nuevamente esta vez se opuso a ello, girando su cabeza al lado contrario.

—Sabes que es verdad —Lo tomó por las mejillas y dejó sobre su frente un sonoro beso que logró hacer sonreír al otro. —Igual te amo demasiado.

Las palabras que acompañaron aquel gesto lo convencieron lo suficiente para que dejara de lado su berrinche, imitó las acciones del más alto y pronto volvió a acurrucarse en sus brazos, aunque poco duró así porque alguien tocando la puerta impacientemente les interrumpió. Antes de permitir el paso de quien sea que lo solicitara, Ariel tomó asiento al lado de Jofiel y fue este último quien se puso de pie para abrir la puerta.

Antes de abrir, Jofiel volteó hacia el otro arcángel, mirando que se estiraba para poder ver quién hablaba, con ademanes le indicó que acomodara su ropa y cuando estuvo listo, finalmente atendió. —¿Qué pasó?

—¡Es el Señor Lucifer! ¡Acaba de ser designado a este sector! —respondió un ángel apenas tuvo oportunidad. —Los demás dicen que el Maestro Miguel lo acompaña y ya vienen para acá.

La impresión hizo que Ariel se pusiera de pie, los dos pilares se miraron entre sí y aunque había una parte de ellos que se emocionaba al igual que el resto, una más grande les intrigaba ante repentina decisión y no podían evitar relacionarlo con aquello que llevaban tiempo tramando.

La luz que se extingue al albaWhere stories live. Discover now