Yo era la siguiente. Me encontraba a finales del penúltimo año de instituto matándome a estudiar como una obsesa para conseguir una beca que me llevase directita a medicina. Decir que iba por buen camino era quedarse corto. Gracias a Dios alguien había inventado los cascos y la música a todo volumen, lo único que me permitía conseguir algo de paz para estudiar.

Después de mi venía Nina, también hija de Heather. Once años, adicta a TikTok y notablemente buena al fútbol, aunque no iba a reconocérselo (me guardaba esa baza para una ocasión desesperada) y finalmente los mellizos Daiah y Anahi, la sorpresa. Ya tenían cinco años y se encontraban en la etapa de las preguntas, las palabrotas y el ser unos expertos molestadores. Aunque eso lo habían sido siempre. Habían crecido teniendo seis hermanos, por lo que desde pequeños habían tenido que aprender a sobrevivir. Espabilados era la palabra para describirlos a pesar de todas sus diferencias. Mientras los gemelos eran carne y uña, los mellizos eran como un cantante de ópera y otro de reguetón, como día y noche, como libro y película. Se entiende, ¿no?

Así que ahora que ya nos conocéis, ya podéis imaginar cómo fue esa tarde de junio, a escasos días de terminar el curso: una locura. Como siempre.

—¡Ethan! —Era como gritar contra una pared de veinte metros de hormigón—. ¡Ethan! ¡Mis cascos maldita sea! —Empecé a llamar a la puerta con todas mis fuerzas. Había ido al baño y al volver mis auriculares habían desaparecido de mi escritorio. Solía ser Ethan, me los robaba a mí cuando perdía los suyos, que era más o menos... siempre.

—¡Mira que eres plasta! ¡No está aquí! ¡Deja de tocar los hu...!—. La respuesta era de su gemelo: Dale. No os preocupéis si os olvidáis de algún nombre, a veces hasta a mí me pasa. No, en verdad no, grito sus nombres demasiadas veces al día como para hacerlo. En fin, ya os acostumbraréis a nosotros. O no. Debo reconocer que somos un tanto peculiares.

—¡Tu traición será siempre recordada! —le corté, no tenía intención alguna de escuchar su sarta de palabrotas.

La música a todo volumen ocultó la respuesta seguramente mordaz que me lanzó entre dientes, no valía la pena seguir gritando si yo ya me encontraba bajando las escaleras a toda velocidad y no iba a escucharlo.

Los gemelos se habían adueñado de la buhardilla. Nadie salvo ellos la había pisado desde que habíamos venido a visitar la casa hacía ya siete años, motivo por el cual tampoco nos atrevíamos a hacerlo. A saber cómo debía estar. Vamos, que no entraba ni que me pagasen por ello. O puede que sí, ¿sinceramente? Me moría de curiosidad, pero esa no es la cuestión. Siempre tiendo a divagar.

Bajé a toda pastilla las escaleras y me encaminé hacia el comedor, la actual zona de batalla.

Nina solía o estar fuera de casa o encerrada en su cuarto. No sé qué fue más sorprendente, si verla en el comedor o si ver a los mellizos Daiah y Anahi compinchados. Siempre solían trabajar por libre o pelearse entre ellos, nunca trabajar codo con codo. Me tomó unos segundos comprender la escena.

Por sus gritos deduje que, al igual que Ethan a mí, los peques le habían robado algo a Nina. No me molesté en averiguar el qué. La sala era básicamente un batiburrillo de gritos, risas y recriminaciones lanzadas a todo volumen, pero al menos esta vez Ethan no estaba siendo participe. Cosa bastante extraña, la verdad.

Ignorándoles, tras revisar el jardín bajé al sótano. Ni rastro.

—¡Maldita sea, Ethan! —exclamé entre dientes mientras volvía a subir a la planta principal. Me dejé caer en el sofá, exhausta.

Delante de mí Nina estaba persiguiendo a Daiah, que, con orgullo, sujetaba contra su pecho el móvil de la mayor. Se lo pasó a Anahi cuando esta estuvo a punto de pillarla.

La verdad es que ya tenía demasiadas riñas propias como para meterme en las de otros. En resumen, que pasé olímpicamente de ellos.

Solté un suspiro antes de ponerme el interior del codo delante de los ojos en un intento de librarme del dolor de cabeza desesperado que se estaba adueñando de mí. Tuve que apartarlo por mi propia seguridad cuando los mellizos pasaron corriendo a escasos centímetros de mi persona. Y entonces lo vi. Entonces reparé en papá.

Ignorando nuevamente a mis hermanos centré toda mi atención en él. Se encontraba encerrado en su despacho a prueba de niños al que había hecho instalar una puerta de cristal para poder controlarnos desde dentro y que no quemásemos o inundásemos nada (cosa que había ocurrido igualmente en un par de ocasiones). En su momento ni gracia me había hecho, hasta que caí en el hecho de que si él podía espiarnos nosotros podíamos hacer exactamente lo mismo con él.

Clavé la vista en papá. Se encontraba pegado al teléfono (lo que no era una novedad) dando vueltas como si se fuese un pájaro encerrado. O, mejor dicho: un pájaro encerrado hasta arriba de café. Lucía... ¿confuso? ¿asustado? ¿flipando en colores? ¿En shock? Y todo eso, todo ese cúmulo de emociones, simultáneamente y a la velocidad de la luz. Sus expresiones, su andar, era como si lo estuvieran pasado al doble de la velocidad normal.

Cuando se tienen ocho hijos la paciencia es infinita. ¿Cómo una llamada podía ponerlo tan nervioso? Raro.

Estaba ya levantándome para acercarme silenciosamente a fin de ver si podía conseguir escuchar algo cuando el cojín que se estampó directo en mi cara hizo que me olvidase completamente de él. Cosa de la que definitivamente me arrepentí después.

Y mucho. 


Bienvenidos a la casa de los locos

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Bienvenidos a la casa de los locos. Si todo va bien podréis conseguir una habitación en el sótano. Poneos cómodos, los capítulos se sirven los SÁBADOS. En todo caso podéis comprobar las actualizaciones en mi cuenta de Instagram (@onrobu) junto a contenido extra de la historia.

Nos os preocupéis si confundís los nombres de los hermanos, ya os acostumbrareis a los inquilinos de esta vivienda unifamiliar de Livonia, Michigan (EUA). Si no siempre podéis recurrir al banner situado al inicio de cada capítulo donde se os indicará el nombre de cada inquilino.

Próximamente contaremos también con un servicio de glosario.

El precio del alquiler (incluye servicios) es de una estrellita y algún comentario. Trato justo ¿no?

Eso es todo. Muchísimas, muchísimas, muchísimas gracias por leer. Nos vemos en los próximos capítulos.

onrobu


15/01/2022 - x/x/x/


Ocho más unaWhere stories live. Discover now