La niña de las sombra

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Era su décimo cumpleaños, se habían trasladado a Madrid, por que Henry había encontrado una inmejorable oferta de trabajo y llevaban allí más de cinco años. Thai, la perrita, ya estaba muy vieja aunque lo único que había cambiado era su mal genio, que ahora lo demostraba ante todo el mundo menos con ellos. 

Isabel era una niña encantadora, la entusiasmaba estudiar y se parecía muchísimo a su padre. Selene casi ni recordaba la terrible pesadilla que padecieron en Inglaterra, en una lujosa mansión habitada por sombras. Sin embargo nunca podría olvidar cómo fue concebida su hija. Una sombra poseyó a su marido y la violó. Isabel era su hija, tanto de ella como de Henry, pero siempre había temido que saliera deforme o con espíritu de maldad. Nunca le contó lo sucedido a nadie, no quería sugestionar a su marido ni a su hija. Sin embargo, Isabel a veces susurraba cosas a Thai y se preguntaba si le estaría contando alguna travesura o algo mucho peor.

La angustia de conocer su pasado hacía que estuviera constantemente alerta sobre los cambios producidos en su hija. Una tarde sonó el teléfono.  - Soy Emilia, señora Selene - dijo la madura voz de una mujer -. Le llamo del colegio de su hija. Verá, esta mañana... Disculpe, es mejor que lo hablemos aquí. ¿Tiene un momento para acercarse? - Claro, por supuesto - dijo, pensativa, mirando el reloj y recordando que en menos de media hora saldría su hija. - Estupendo, estoy en el despacho de la directora.

La estaremos esperando. Selene se preocupó, nunca antes la habían llamado del colegio y menos con tanta prisa. Afortunadamente podía llegar en menos de diez minutos caminando así que no tardó mucho en llegar.  Cuando llegó, llamó a la puerta del despacho y escuchó desde dentro un escueto y altanero "adelante". Abrió la puerta y se encontró con la directora, la profesora que debía llamarse Emilia y su hija, sentada en una silla, frente a la mesa de la directora.  - ¡Mamá! - exclamó Isabel, con jovialidad. - ¿Qué ocurre? - preguntó Selene, preocupada. - Cuéntale lo que ha ocurrido - animó la directora a la profesora que estaba de pie.


- Su hija se pasa el día distraída - dijo Emilia, enojada -. Hoy la he sorprendido mirando hacia atrás en plena clase.  - ¿Qué? - preguntó Selene. - No es algo trivial, muchos niños se distraen, algunos se pasan el día mirando por la ventana con ojos soñadores y otros no me escuchan, se distraen con una mosca. Pero al menos esos niños no asustan a los demás. - ¿Cómo que asusta a los demás? Emilia hizo una pausa.  - Ella miró hacia atrás de repente y soltó un grito, como si se asustara. Como si viera algo que no está ahí. Hizo llorar a su compañera que se sentaba detrás porque le dijo algo así como que había visto una sombra que la estaba tocando el pelo. Selene se quedó pálida al oír eso.


- ¿Una sombra? - Mamá, las veo por todas partes - lloró Isabel, corriendo a abrazarla. - ¿Lo ve? Está chiflada. ¿Han visto alguna película de miedo con ella? No deberían hacerlo, su mente es demasiado joven para asimilar lo que es ficción y lo que no lo es. - No le consiento que llame chiflada a mi hija - Selene la señaló con el dedo, enojada. - Vamos, Emilia, discúlpate - ordenó la directora. - Lo siento, pero son los padres lo que deberían controlar lo que ven sus hijos. - No tiene ni idea de lo que hacemos con ella en casa - la retó Selene -. No se atreva a juzgarnos. - Uy, lo que me faltaba, encima con esas. Yo solo me preocupo por ella. Ustedes deberían...- ¡Emilia! - instó la directora, silenciándola. - Lo siento, lo siento... Mejor me voy. La profesora salió del despacho sin mirar atrás, dando un pequeño portazo. - El incidente de hoy lo pasaremos por alto - añadió la directora -. Pero si han visto películas de miedo...


- No hemos visto películas con ella ni sin ella. No puedo soportar ese tipo de películas. - Bueno, no me voy a meter en su ámbito privado - replicó la directora, como si no la creyera -. Pero no quiero más incidentes. ¿Me has oído Isabel? No más sustos a nadie. La niña asintió, llorando, aún abrazada a la cintura de su madre. - Pueden irse. Pero si esta conducta se repite, tendrá que traer a la niña al psicólogo del colegio. - Vámonos cariño - Selene quería perder de vista a esa mujer estirada. No soportaba a la gente se metía en cómo debía criar a su hija.

Historias De Ultratumba.Where stories live. Discover now