CAPITULO 12

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Ésta era la segunda vez que estaba junto a Miles en la corte y ésta experiencia no era para nada parecida a la anterior.
Y no es que me estuviera quejando, pero había una obvia diferencia entre la forma en que representamos a Blake y en cómo representábamos a nuestro nuevo cliente.
Porque Miles ahora parecía ser una persona diferente que hablaba con destreza frente al jurado e interrogaba con confianza a los testigos.
Miles caminaba de un lugar a otro y escuchaba atentamente cuando la contraparte hablaba, pero sólo para desarmar sus argumentos con tanta facilidad que no podía evitar sentirme cautivada.
Nuestro cliente, el señor Rowell, estaba siendo acusado por haber matado a su esposa y después quemar su casa intencionalmente para poder cobrar el seguro.
Había muestras de sangre que fueron rescatadas a tiempo, y un video de él saliendo de su casa cinco minutos antes de que la casa se viera envuelta en llamas. Además de varias declaraciones en las que se mencionaba que no habían visto señales de la señora Rowell en días.
Los argumentos en contra del señor Rowell eran bastante sólidos y no terminaba de asombrarme que Miles ni si quiera se inmutaba ante tales amenazas, sino qué hacía preguntas y excavaba hasta encontrar una incoherencia o falta de pruebas.
Pero entonces, sucedió la cosa más asombrosa que había presenciado.
Cuando a la defensa se le acabaron los argumentos y las acusaciones, Miles mandó a correr una cinta y la proyectó frente a todos.
Se trataba del video de un estacionamiento en el que enfocaba a un Cadillac  nuevo que se sacudía ligeramente de un lado a otro.
Al principió no era claro que era lo que quería que viéramos, pero entonces la cámara se acerca y la respiración de todo el mundo se ve interrumpida por la sorpresa.
En el video mostraba claramente a la señora Rowell sentada sobre el regazo de un hombre, subiendo y bajando sobre su cuerpo con movimientos rápidos y desesperados.
Pero eso no era lo más asombroso de todo, sino qué en la fecha y hora del video probaba que había sido grabado sólo unas horas antes del juicio.
Sin lugar a dudas, eso había destrozado por completo el caso en contra de nuestro cliente.
Y sí eso no era suficiente, seguro lo sería el hecho de que Miles había mandado a traer a la señora Rowell, quien llegaría en poco tiempo junto con su amante.
Cuando el juez dictó que el señor Rowell era inocente, casi se le echa en brazos a Miles.
-Lamento haber sido tan duro- Se disculpa Miles, mirándolo un poco apenado.
-¿De qué hablas?- Pregunta confundido.
-Me refiero al video- Contesta- Pero o te daba la noticia a ti o lo presentaba cómo prueba.
El señor Rowell suelta una carcajada.
-Hombre, acabas de salvarme el culo de ir a la cárcel por asesino y pirómano, no debes disculparte por nada- Responde con una gran sonrisa.
-Además, su esposa está viva- Añado.
-Y su amante- Responde con amargura.
-Pero no tienes que preocuparte por eso- Interrumpe Miles- Seguro que ambos tienen que dar una explicación y te aseguro que pagarán por lo que hicieron.
El hombre asiente, pensativo.
-¿No sabrás algo sobre cómo ganar un divorcio sin que me quiten hasta lo que llevo puesto?- Pregunta, mirando atentamente a Miles.
En lugar de contestar, Miles escribe algo en un papelito y se lo entrega.
-No soy un experto en ese campo, pero tengo un amigo que hará pedazos a tu ex.
Complacido, el señor Rowell toma la tarjeta y nos agradece una última vez antes de darse media vuelta e irse.
-Eso fue asombroso- Admito, sonriendo.
-Gracias- Responde, devolviéndome la sonrisa.
-¿Cómo sabías que ella estaba viva?
Me hace una seña para salir y lo sigo.
-Bueno, desde que Lucas vino a mi oficina a contarme su historia supe que había algo extraño, entonces comencé a investigar un poco por mi cuenta antes de aceptar el caso.
Nos encontrábamos caminando uno al lado del otro, con nuestras manos rozándose de vez en cuando, lo que me hizo pensar en cómo se sentiría si estirara mi mano para tomar la suya.
Apuesto a que te sentirías segura.
Meneo la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos.
Las últimas semanas debía hacer un esfuerzo sobrehumano para no babear en cuanto Miles entraba en una habitación.
Apenas nuestros ojos se encontraban, yo me sentía cómo una bomba cargada y lista para explotar ante cualquier roce.
Hacía un tiempo que me había arrepentido de mi decisión de no involucrarme con él, pero no podía dar marcha atrás y decirle que simplemente había cambiado de opinión. Porqué entonces tendría que admitir la verdadera razón por la que lo rechacé en primer lugar, y eso era algo en lo que prefería no pensar.
-¿Y qué descubriste?
Sonríe de medio lado.
-Me pareció muy extraño que las muestras de sangre que encontraron estuvieran en el lugar más alejado del fuego, cómo si quisieran asegurarse de que las muestras no se vieran comprometidas.
Lo pienso un momento, dándome cuenta de que tenía razón.
-Tiene sentido para mí.
Asiente.
-Además, Lucas dijo que sospechaba que ella estaba teniendo una aventura y que una semana antes del accidente ellos habían estado discutiendo.
-Déjame adivinar- Finjo pensarlo unos segundos antes de chasquear los dedos- Dinero.
Miles asiente.
-Acertaste.
Frunzo el ceño.
-Pero espera, eso no tiene sentido Miles.
-¿Qué cosa?
-Yo misma revisé sus estados de cuenta y ellos estaban bastante bien.
Asiente, cómo si fuera una pregunta valida.
-¿Recuerdas el fondo de ahorros?
Asiento.
-Bueno, ella quería usar ese dinero para salir de vacaciones, pero desde un principio habían acordado que sería el dinero que usarían para los gastos de su primer hijo.
-¿Estaban planificando?
-Exactamente.
-¿Qué encontraste después?
-Me enfoqué en el hecho de que tenía una aventura. Contraté a un sujeto para que les siguiera el rastro y averiguara quien diablos era, y una vez que lo supiera se  dedicara a encontrarlos.
-Y lo hizo.
Asiente.
-Sí.
-¿Dónde estaban?
-En Salt Lake.
Alzo las cejas.
-¿Qué los delató?
Sonríe de medio lado.
-Le dije a Lucas que no congelara sus cuentas hasta que no se encontrara una irregularidad.
>>Entonces cuando se dieron cuenta de que el pobre no estaba protegiendo el dinero, se disponieron a desfalcarlo por completo.
Abro los ojos cómo platos.
-¿Lucas quedó en bancarrota?
Niega.
-Según mi contacto, el dinero está en una bolsa del maletero del auto. Acababan de retirarlo cuando los encontró celebrando.
Un escalofrío recorre mi  espina.
-¿Porqué yo no sabía nada de esto?- Pregunto con el ceño fruncido.
Alza una ceja.
-Tú revisaste los estados de cuenta y armaste el caso.
Niego.
-No, tú armaste el caso a mis espaldas.
Me mira confundido.
-Olivia, somos un equipo.
-Exactamente de eso estoy hablando, Miles- Lo miro dolida- Soy parte de este equipo y no tenía ni idea de la mitad de las cosas que me acabas de decir.
Aprieta los dientes.
-No estoy acostumbrado a trabajar en equipo- Se excusa.
Me detengo en seco y él hace lo mismo.
-Eso no es un pretexto, Miles.
-Ya sé que no lo es.
Pongo los brazos en jarras.
-No soy sólo una cara bonita- Lo regaño- Soy inteligente y perceptiva, puedo ayudarte cómo cualquier otro.
Hace una mueca.
-Estoy muy consciente de eso, Olivia- Replica- Créeme.
Niego.
-Si quieres que continúe trabajando contigo, debes involucrarme en todo.
-¿En todo?- Pregunta con voz grave.
Carajo, sí.
Trago saliva, asintiendo.
-Por supuesto- Murmuro con voz queda.
Menea la cabeza antes de seguir su camino y adentrarse en un pequeño cuarto. Sin saber qué mas hacer, lo sigo dentro, descubriendo que se trataba de una pequeña salita de descanso.
Había dos sofás de un color rojo oscuro y una mesa de cristal pulido al lado de una pequeña cocina equipada con un pequeño refrigerador, un microondas y una cafetera.
-¿Quieres un café?- Pregunta sobre su hombro.
-Claro- Respondo antes de tomar asiento en la mesa- Con leche en lugar de…
-Crema- Me interrumpe antes de guiñarme un ojo sobre el hombro- Lo tengo.
Miles comienza a caminar de un lado a otro, buscando tazas, leche y azúcar. Cuando termina, deja una humeante taza de café frente a mí y otra a mi lado, donde toma asiento.
Estira sus largas piernas por debajo de la mesa, tocando mi pierna con la suya.
Me aclaro la garganta, tratando de no pensar en lo bien que debería sentirse sentir sus fuertes piernas bajo mis muslos.
-Lo siento- Murmura sobre su taza de café.
Enarco una ceja.
-¿Porqué?
Miles gruñe.
-¿Tengo que decírtelo?
Lo considero un momento.
-No- Contesto finalmente- Pero si quieres que sea una disculpa real, entonces creo que deberías explicarte.
Miles asiente, cómo si sonara razonable para él.
-Lamento mucho no haberte incluido en todo el caso, Olivia.
Considero hacerme la difícil pero entonces su mirada sincera me desarma por completo.
- Y no creo que sólo seas una cara bonita- Prosigue- Sé que eres inteligente y que puedes con más de las simples tareas que te doy.
Suelto un suspiro antes de darle un sorbo a mi café. La leche y el azúcar bailan en mi lengua y me dan energía renovada.
-Está bien- Respondo- Considérate perdonado.
Me regala una sonrisa brillante antes de tomar de su propia taza.
Estiro mi mano por una servilleta y comienzo a deshacerla, considerando si debía hacerle o no la pregunta que tanto me estaba torturando.
Al final me decido por hacerla, porqué sabía que de no ser así no podría dormir en un buen tiempo.
-Miles…
-¿Sí?
Trago saliva, sintiéndome repentinamente nerviosa.
-¿Cuál es la diferencia?
Me mira confundido, a lo que yo prosigo.
-¿Qué diferencia hay entre éste caso y el de Blake?
De pronto, su semblante se vuelve sombrío y algo en su postura cambia. Ya no parecía cómodo o relajado, sino que lucía alerta y a la defensiva.
-Todo es diferente, Olivia- Espeta con el ceño fruncido- Ambos clientes fueron acusados de diferentes crímenes.
Asiento.
-Eso ya lo sé, pero quiero saber porqué tú fuiste diferente- Insisto.
Miles le echa una mirada ansiosa al fregadero, pero sacude la cabeza antes de mirarme mal.
-No sé de lo qué hablas- Responde a la defensiva.
Lo observo por unos segundos, dándome cuenta de que sabía exactamente de lo que hablaba.
-Miles…
De pronto, arrastra su silla hacía atrás, causando un chirrido que me hace dar un respingo.
-¿Qué pasa?
Menea la cabeza.
-Ésta maldita gotera me va a volver loco- Murmura antes de abrir las puertas del fregadero.
-¿De qué hablas?- Inquiero, mirando cómo se agacha y comienza a maniobrar bajo el fregadero- ¿Qué gotera?
Maldice por lo bajo antes de echarle un vistazo.
Incrédula, veo cómo se arrodilla en la moqueta y mete medio cuerpo en el armario.
-¿Estás arreglando el fregadero con tu traje Armani?- Espeto.
Miles gruñe.
-Gracias por recordármelo.
Después de unos minutos, Miles sale y se levanta, mirando orgulloso a la llave que había dejado de gotear.
-Así está mejor- Murmura para sí mismo.
-¿Qué hiciste?
-Lo arreglé- Contesta cómo si fuera obvio.
Ruedo los ojos.
-Eso ya lo sé, idiota- Replico.
Miles ríe mientras lava sus manos.
-Cuando era adolescente tuve un par de trabajos con un amigo de mi mamá- Explica- Andábamos por ahí en una vieja Ford, arreglando tuberías rotas, arreglando tejados, podando árboles, entre otras cosas.
Lo miro sorprendida.
-¿En serio?
Asiente.
-Pareces sorprendida- Espeta.
Me encojo de hombros.
-Supongo que nunca te creí de esos- Admito.
Aprieta los dientes.
-No veo porqué deberías pensar eso.
Trago saliva.
Carajo.
-Bueno, he escuchado un par de cosas…
Un destello de ira atraviesa su mirada, a lo que instintivamente retrocedo un paso.
-¿Qué cosas?- Gruñe.
-Bueno…
Para bien o par mal, un sujeto entra en la habitación y se dispone a sacar su almuerzo del refrigerador.
-Genial, alguien reparó la gotera- Dice, señalando la llave del agua.
Miles suelta un gruñido.
-No tengo tiempo para esto- Murmura- Te veo mañana.
Lo veo encaminarse a grandes zancadas hacía la salida.
-Y no llegues tarde, maldita sea- Espeta por encima del hombro.
Azota la puerta a sus espaldas, causándome a mí y al chico un respingo en nuestros lugares.
Bien hecho Olivia, ahora sí la jodiste.

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