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"La vida es un viaje y aquellos que viajan la viven dos veces"

Releí varias veces ese mismo cartel que se encontraba pegado en la pared de aquel aeropuerto justo enfrente mío, por un lado para motivarme y por otro lado para evitar que mi vista se dirigiera hacia atrás.

Pero digamos que eso fue inevitable.

Mi cabeza fue rotando levemente hacia el lado izquierdo hasta el punto en el que mi cuerpo tuvo que darle ayuda, acompañando el movimiento para girar completamente observando así lo que había más allá de mis espaldas.

Muchas veces había soñado con este momento, ver a mi familia toda junta despidiéndome, pero sin duda la imagen que captaban mis ojos no se asemejaba en nada a lo que tanto había anhelado.

Todo ese sueño fue reemplazado por una gran cantidad de personas que iban y venían, algunos apurados, otros relajados y ansiosos, mientras que todo ese ruido que emitían se fue transformando en ensordecedor.

Me fue inevitable no cerrar los ojos por un segundo y agachar la mirada, como si de alguna forma eso hiciera posible que las lágrimas no salieran de mis ojos. Las limpié rápidamente con el dorso de mi mano y cuando creí conveniente levanté mi vista nuevamente a medida que comenzaba a girar a mi posición inicial.

Y allí se formó una batalla entre el anhelo y la realidad.

Mi rostro volvió a girar en una milésima de segundos para encontrarme con la figura de mi mamá. Ella se encontraba parada en el medio del lugar, mientras que su cuerpo se veía borroso y por momentos obstaculizado por los distintos viajeros.

Yo que quedé estática mientras observaba detenidamente como ella me sonreía con esa sonrisa tan característica, mientras que sacaba una de sus manos que se encontraba detrás de su espalda para luego extenderla pudiendo notar como apretaba fuertemente un gran trébol de cuatro hojas.

Sentí como mi corazón se anudó, mientras que mi mente trataba de enviarle información a mis piernas para que estas reaccionaran y salieran corriendo a buscarla. Pero la razón le ganó a la fantasía, cambiando de mensaje para que mis ojos se volvieran a cerrar, y así sin abrirlos todo mi cuerpo se girara dejando ese vivo recuerdo a mis espaldas.

Aunque no por mucho tiempo.

Agaché mi cabeza, tomé una gran bocanada de aire, lo largué y cuando creí correcto volví a abrir mis ojos para llevarme una gran no sorpresa.

Justo delante de mis pies había tirado un trébol de cuatro hojas. Parecía que había sido cortado recientemente, aunque le faltaba el cabo, pero aun así sus hojas conservaban ese verde esplendoroso.

Mi cuerpo se agachó sin si quiera dudarlo para tomarlo con delicadeza y depositarlo sobre la palma de una de mis manos. Y en ese momento mi cuerpo volvió a girar para encontrarme nuevamente con ella, quien estaba justamente en la misma posición, pero algo le faltaba.

Y si, era precisamente lo que yo tenía justo sobre mis manos.

Veo que ella me guiña un ojo sin dejar de sonreír, mientras que yo dirijo los míos hacia el trébol que aún tenía en mi mano. No sé cuántos segundos estuve observándolo en la misma posición, pero la voz del alto parlante hizo que saliera de ese trance para levantar mi vista encontrándome con nada.

Mi cabeza se movió hacia todos lados buscándola, aun sabiendo que la conexión que teníamos no funcionaba así, que ella se presentaría cuando yo realmente la necesitara, dándome consigo esa fuerza para liberarme del ancla, impulsarme y salir del fondo del mar nuevamente a flote.

Lo único que me quedó fue llevar el trébol con la ayuda de mi mano hacia mi pecho, para tratar de alguna forma de sentirla aún más cerquita mío, y así para evitar romperlo tomé de la mochila mi gran agenda y sin siquiera hojearla me topé con aquel papel.

Línea final | Lando Norris | Trilogía F1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora