-¿Cómo te llamas? -Se atrevió a preguntar el desconocido, deslizando ambas manos hacia el borde del pantalón del hermoso rubio. Hizo un increíble esfuerzo por no tocar su trasero.

Evan levantó los brazos y rodeó el cuello del contrario, moviéndose esta vez con más lentitud debido al cambio de música. Ensanchó aún más sus labios en una coqueta sonrisa.

-Me llamo Evan..., pero tú puedes llamarme como quieras.

El castaño sonrió ladino al escucharlo, apretando con más fiereza su cuerpo -si es que esto era posible-. Podía sentir la mirada de unos pocos que bailaban a su alrededor. Eso hizo que se regodeara internamente, sabiendo que era la envidia de todos los hombres del bar. Ellos deseaban tener al hermoso rubio entre sus brazos, pero lamentablemente no tendrían esa oportunidad. Evan era suyo, y haría lo que fuese necesario para disfrutar de ese privilegio toda la noche.

-Lindo nombre, Evan. Me gusta. -Acercó los labios hasta el lóbulo de su oreja, besando húmedamente en esa zona y sintiendo el pequeño saltito que aquella acción le provocó al rubio-. Yo me llamo Calem.

Ambos sonrieron sin dejar de bailar, gustosos de haber encontrado lo que tanto habían buscado. Estuvieron en la pista durante largo rato, tocándose de manera sutil al ritmo de las canciones que sonaban. Evan se restregó varias veces contra Calem, incitándolo como solo él sabía hacerlo. Sonrió al escuchar un bajo gruñido en su oído, seguido de una evidente erección frotándose contra sus muslos.

Calem no pudo soportar aquella tortura y sujetó con fuerza la cadera y espalda de su acompañante, haciendo que ambos rostros quedaran lo suficientemente cerca como para percibir el aliento del otro.

-Me estás volviendo loco, precioso -susurró con pasión. El deseo en su cuerpo se tornaba cada vez más fuerte, haciendo que le fuera imposible reprimir las ganas que tenía de lanzar al bonito rubio contra cualquier superficie plana.

Evan se giró rápidamente cuando sintió que el castaño se acercaba a besarlo. Recostó la espalda contra su pecho y siguió bailando como si nada hubiese pasado. No dejó de sonreír, le encantaba provocar a sus conquistas, saber que solo él tenía el poder de enloquecerlos. Aprovechando la nueva posición, movió las caderas y lo incitó más, sintiendo el dotado bulto en sus nalgas.

Calem se quejó con un gruñido severo y lo volvió a sujetar con más fuerza.

-Veo que te gusta jugar, ¿no es así? -Se acercó hasta su cuello y dejó pequeños besos. El meneo de caderas del rubio tenía a su miembro apretando con fuerza la tela del pantalón.

-Quizás -respondió Evan en voz baja, reprimiendo una malvada sonrisa. La situación le divertía muchísimo. Quería tener a este guapísimo hombre en su poder, por eso no se reprimió ni un poco y continuó rozándolo con expertos movimientos.

-Bien, tendré que hacerme cargo entonces. -Calem ascendió sus labios de nuevo hasta la oreja del más bajo para dejar un ligero mordisco en la zona-. Ya que te gusta provocarme, no te molestará un pequeño castigo.

Evan reprimió un gemido al escucharlo hablar de aquella forma tan desinhibida. Su propio miembro reaccionó ante aquella deliciosa promesa. Apenas la música cambió, Calem aprovechó la oportunidad y lo hizo girar. Se apoderó de sus labios en un beso tan poderoso y apasionado que le robó la respiración.

Sus lenguas no tardaron en hacer contacto, ambos mordiendo y lamiendo cual sedientos. El castaño no se anduvo con rodeos y deslizó las manos hacia aquel firme y redondo trasero para apretarlo a su antojo. El dulce gemido que se escapó de los labios de Evan solo fomentó su excitación; necesitaba poseerlo con urgencia, enterrarse dentro de esa suave y apetitosa carne que seguía acariciando.

-Eres perfecto -susurró entre el beso-. Quiero tenerte, ¿me dejarás?

De inmediato colocó su rodilla en el interior de las piernas del rubio y sintió una dureza igual a la suya. Sonrió cuando un pequeñísimo gemido salió de los labios de Evan, los mismos que en pocos segundos se habían convertido en su más dulce adicción.

-Tú también lo deseas, ¿no es así? -continuó.

-Sí -jadeó el rubio en respuesta sin apartarse por completo del avaricioso beso que le robaba el oxígeno. Celebró en su interior como nunca; los besos de Calem eran increíbles. Definitivamente la mejor elección que había hecho.

Todo a su alrededor se desvaneció, nadie más existía. Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, se apartaron y Calem lo llevó de la mano hasta la salida del bar. Su apartamento no estaba muy lejos de allí, la noche aún era joven.

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Noche inolvidableWhere stories live. Discover now