I. Lluvia de estrellas

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Es el año 2717, la civilización humana avanzó a grandes pasos tras el descubrimiento de nexos interplanetarios que conectaron a humanos y no humanos alrededor del cosmos; ¿qué tiene de raro?, desde hace buen tiempo se hicieron estudios sobre la existencia de vida en otros planetas. A los alienígenos no les gusta que los traten como individuos superiores —la mayoría de veces, claro está—, prefieren ser reconocidos como cualquier otro ser. De esta manera, la Tierra recibe la visita de miles de foráneos cada mes, lo que volvió el turismo su carta de presentación.

¿Cómo se logró esta hazaña? Gracias al ingenio de vehículos avanzados, aparatos electrónicos que descifraron los lenguajes de cada raza extraterrestre, negociaciones diplomáticas con cada criatura superior y más hitos que facilitaron la vida más allá de lo personal. Adicionalmente, la generación más joven retornó a sus raíces y recordó qué era más importante en sus vidas: muchos adolescentes estudiaban mejor lo que definía su futuro, cultivaban sus talentos y evadían las imposiciones, entre otras cosas. Hay que aclarar que eran asesorados profesionalmente para elegir lo que les proveyera mejor calidad de vida sin sacrificar mucho sus gustos, eso permitía que también valorasen las opiniones de los demás. Para destacar, el estatus social era equilibrado, lo que ayudó a eliminar casi por completo las clases sociales; aun así, no había algo definitivo que erradicara las malas costumbres que afectaban la tranquilidad de la civilización terrestre y a sus visitantes.

Sin embargo, el exterior conservaba sus ímpetus majestuosos y desconocidos, ni siquiera la evolución astronómica era suficiente para descubrir los confines restantes del espacio sideral visible. Pero centrémonos en un punto especial, uno que brilla con aura azul como si se tratara de otro satélite natural de la Tierra; ese mismo punto del que una extraña ola de fragmentos celestes se desprendió. Una mezcla de grandes rocas y trozos amorfos de otras sustancias fue la reacción de aquel cuerpo espacial, de la que sólo una parte logró cruzar la barrera reforzada antimeteoros que protegía nuestro planeta; esa precipitación llevaba sorpresas emocionantes y retadoras.

Lo anterior es sólo el preludio de lo que vivirá nuestro sujeto de pruebas, y lo digo porque se enfrentará como nunca a retos que no vio venir en su cotidianidad: Nathan Hardwood era uno de los estudiantes menos aplicados de la Escuela Terranova y, curiosamente, quien causaba "menos problemas". Su rebeldía lo hizo uno de los chicos más distinguidos en los suburbios aledaños a la modesta escuela, ubicada en el este de la Ciudad Nexus y con fama de ser una de las peores instituciones educativas en el ámbito global... sí, triste realidad.

La clase de lenguaje fue el momento perfecto para fastidiar a la instructora, los alumnos estaban caóticos y Nat —como lo conocían muchos— no se quedaba atrás. En sus arrebatos de rebeldía, fue el primero que impuso su voz.

¡Sus clases son un asco, señora! ¡Sea menos aburrida!

La maestra no tuvo muy buen día y su estrés diario por su labor no colaboraba en absoluto, se volvió hacia Nathan y respondió de inmediato.

—¡Lo sería si no fuera por su desastroso comportamiento, señor Hardwood!, gracias a sus malos ejemplos que aprenden sus compañeros, la escuela ha perdido la poca reputación que le queda —mientras hablaba, su frente se marcaba por sus venas iracundas.

—Ay, por favor... ¡enseña terrible, incluso yo escribía mejor antes de venir a sus clases! —repuso el otro con cara de cinismo, lo que colmó la paciencia de la erudita.

—¡¿Cómo se atreve?! —entre pavoneos exaltados, la maestra se le aproximó y atrajo la mirada de los demás estudiantes que seguían abucheándola—. Escúcheme muy bien, o cambia su comportamiento desde ahora... ¡o me encargaré de que lo expulsen antes de acabar la jornada!

S.E.R.V.E.R.S. - I. Desarrollo (en revisión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora