NOCHE DE NEÓN

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La pareja accedió al interior de la sala de estar del motel. Ambos, hombre y mujer, se acercaron hasta el mostrador.

—¿Qué quieren? —les preguntó Zack.

—Una habitación para dos —exigió el tipo—. Y la queremos enseguida.

—Claro, tío. Serán cuatrocientos cincuenta créditos.

El hombre se acercó hasta el escáner. Bajo la luz halógena de la pantalla se reconocieron unos rasgos jóvenes que contrastaban con el brillo gris de una mirada llena de astucia y experiencia.

—Un momento... ¡Yo a ti te conozco! —exclamó Zack—. ¡Tú eres ese tal Ernest Luciano! ¡El pez gordo de la empresa tecnológica que se ha convertido en político! ¿Por qué alguien como tú vendría a un antro como este?

No hubo respuesta. En su lugar, los ojos del huésped lo perforaron en silencio. Zack el carroñero apartó la vista y se encontró cara a cara con la chica que lo acompañaba. De rasgos asiáticos, apenas parecía una niña con el rostro de una muñeca de porcelana. Era la viva imagen de la inocencia, aunque sus ojos fríos la delataban como un androide de placer.

—Ahora entiendo —aseguró sonriente el recepcionista—, así que es por «eso».

El hombre pasó su mano por el escáner. En la pantalla de Zack apareció una ficha de gastos bajo el nombre de «Adam Forter» en el que se declaraba el precio pagado a convenir.

—Se equivoca, amigo —respondió el tipo—. Como puede ver sólo somos una pareja de recién casados. Estoy seguro de que el senador Luciano también estará con su mujer e hijos. ¿Lo ha comprendido bien?

Zack tragó saliva, apartó su mirada hacia la pantalla. La fama de Luciano era muy reconocida en el bajo mundo. No le gustaba la idea de que en una lejana y fría noche como esa llegaran a partirle las piernas.

—Es la número 101, en la tercera planta. El ascensor está roto, tendréis que usar las escaleras.

La pareja obedeció dejando atrás al heroinómano punketa que recibía a los huéspedes de aquella pocilga. A lo largo del camino intercambiaban miradas que traían una gran complicidad erótica. Llegando al final de las escaleras, Luciano palmeó con fuerza los glúteos de la autómata.

—Cuidado —replicó—. Soy una cibergeisha, no una simple tecnofulana.

—¡Vamos, nena! ¡No seas aguafiestas!

—Trátame con respeto o te quedarás a medias —contestó seria.

—Está bien, Srta. Bōryoku. La cortejaré como a una princesa.

—Eso está mucho mejor —respondió. Después, sonrió—. Pero prefiero que me llames Kiken.

Luciano y Kiken accedieron a la habitación mientras se besaban. La cibergeisha comenzó a bajar la cremallera de su cliente. Ernest se quitaba la chaqueta, se aflojaba la corbata, se arrancaba los botones de la camisa.

—Dame toda la caña que quieras, Kiken. No te contengas.

Bōryoku esposó en la cama al empresario, sus abultados calzoncillos reflejaban su excitación.

—Has sido un chico muy malo —respondió—, hoy tendré que castigarte.

Kiken le azotaba el torso con una fusta. Las heridas cicatrizaban con rapidez, algo normal teniendo en cuenta el fácil acceso a los mejores servicios médicos que tenían las clases altas. Más tarde, se acercó hasta los labios de su cliente y los besó apasionadamente. Luciano cerró sus pestañas, sintió como los dedos de aquella amante recorrían sus cabellos. De repente, el horror le hizo abrir los ojos de golpe. Notó como de las manos del robot habían desenvainado unas agujas que segregaban un doloroso veneno en su perforado cráneo. Este se disolvía en su cerebro. Su vista ciega quedó muy abierta, observando por siempre el infinito. La asesina se levantó, activó su comunicador.

—Aquí, Betty Killer. Os informo del éxito de la misión —respondió—. Mañana dirán que fue asesinado por los Yakuzas, nadie en su sano juicio sospecharía de la policía de los Ángeles.

—Buen trabajo, AM-84 —le contestaron—. El pago lo tendrás a la mañana siguiente, como acordamos. No cabe duda de que eres la mejor, tu fama como rōnin es bien merecida.

Betty se descolgó por la ventana. Después, se perdió por el ensanche. Seguramente la mafia siciliana buscaría ese cuerpo de androide NEC 7 por todo el estado. No tenía más remedio que deshacerse de él y, una vez más, ocultarse durante un tiempo en la Red. Saldría cuando las cosas se calmaran, pues debido a que esa muerte llevaba su firma, no tardarían en relacionarla con ella. Toda una lástima, ya que esa era una magnífica noche de neón.

NOCHE DE NEÓNWhere stories live. Discover now