CAPÍTULO 1

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❤ • ❤ • ❤ • ❤ • ❤

-Por favor papá, pospón la cita-

-Gael, el odontólogo es importante ¿Lo sabes, verdad?

-Да... pero la maquinita esa que suena me da miedo-

-Es sólo un chequeo, si fuese algo malo no te llevaría, joder-

-Venga rusito, no te enfades, me rindo-

Soltando un suspiro abrazó a su hijo por los hombros y subieron al coche finalmente.

Gael tenía 16 años y era muy valiente, debía serlo, su padre era el comisario de la ciudad y por ende desde pequeño comprendió la crueldad de la vida, empezando por la muerte de su madre a manos de unos mafiosos que la tenían contra Viktor, aún así, temas como las inyecciones o el odontólogo le ponían los nervios de punta, por eso recurrentemente cambiaban de consultorio hasta que "el tío Greco" les recomendó a un joven de buen currículum.

Llegando al mostrador un hombre de bigote y acento "interesante" (según el menor) los recibió alegremente

-Un gusto nenos, H los recibirá en unos minutos, pueden tomar asiento en las sillas frente a su puerta-

Ambos agradecieron e hicieron caso, Gael se puso a jugar un poco en su teléfono, mientras tanto, su padre revisaba unos archivos que mandó "El abuelo" cómo su hijo tanto amaba llamarlo, por mucho tiempo Conway fue el único apoyo de ambos hasta que llegaron Greco e Ivanov, su pequeña familia era muy feliz junta.

Pasados unos minutos la concentración de Volkov se vio interrumpida por una risita alegre y cálida dejándolo estático mirando al hombre responsable de su repentino sonrojo -Así debe sonar el paraíso- susurró siendo escuchado por el menor quien confundido lo miró y luego a la persona de bata que se despedía de una niña comprendiendo las palabras de su padre.

Su voz era encantadora, todo en él lo era y al notar como Viktor no despertaba de su trance comprendió que aquel extravagante sujeto llevó al corazón de su projenitor a recorrer los niveles del inframundo a toda velocidad descongelando su alma, logrando así sacar una cómplice sonrisa del ojiazul.

-Gael... Volkov?- leyó Horacio el nombre del siguiente paciente en la lista reconociendo inmediatamente que el apellido venía del comisario más querido en la ciudad.

Tras suspirar su mirada se levantó alegremente chocando con unos zafiros plateados que lo sucumbieron quedándose estático igual que el mayor, divirtiendo así a Gael y a Freddy, el recepcionista.

Pasados unos segundos y notando que ninguno se movería ni separaría la mirada, el joven castaño interrumpió con un carraspeo, una técnica que aprendió de su abuelo

-Soy yo- se interpuso entre ambos hombres estirando elegantemente su mano al doctor

Saliendo de su enbriagante paraíso Horacio sonrió avergonzado y asintió

-Es un gusto, puedes llamarme Horacio o "H", como te acomodes más-

-El gusto es mio H, déjame presentarte a mi padre- se hizo a un lado antes de continuar haciendo que el peligris se levante y se acerque a ambos

-V-Viktor Volkov, comisario- se presentó haciendo el mismo gesto que su hijo hace un momento

-Un gusto, Horacio Pérez para servirle- al momento de unir sus manos ambos sintieron una ráfaga de viento cálido recorrer todo su cuerpo  ~clik~ provocando que volvieran a aquel dopante contacto visual y no se soltasen

-Yo... ¿Yo también puedo llamarlo H?-Espetó Viktor sonrojandose ligeramente por su arrebato de confianza pero calmandose al ver la preciosa sonrisa del odontólogo

Cupido ❤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora