Nunca es tarde como piensas.

Depuis le début
                                    

La vida llena de dicha y alegría que alguna vez fue parte de aquella enorme mansión no era más que un recuerdo vago. Los juegos, desorden y risas de los niños habían sido desplazadas, relegadas al pasado. Quentin también había sufrido cambios. Dejó de ser aquel padre cariñoso y presente, aquel esposo apasionado y atento, dando paso a un hombre frío e indiferente con su familia, sombrío y lleno de secretos, volcando todas sus fuerzas a su trabajo con el afán de abultar sus arcas monetarias, sin una meta fija, sin un propósito claro.

Tan sólo un error bastó para que toda la familia se derrumbara como castillo de naipes, compartiendo el espacio dentro de aquella enorme mansión solo por costumbre, por aparentar con su círculo de amistades una realidad inexistente en sus vacías vidas. Por extraña razón, aquella noche Quentin arribó temprano a la mansión, cabizbajo y derrotado, no veía buen futuro a lo que estaba ocurriendo con su empresa, sintiendo inútiles sus esfuerzos por sacarla a flote y evitar la bancarota.

Si tan solo pudiera dar con el paradero de Aníbal y lograr que éste le devolviese aunque sea una parte de lo que le había robado, tal vez lograría evitar perderlo todo y reconstruir nuevamente su imperio. Sin embargo, la policía aún no daba con su paradero, manteniendo sus esperanzas pendiendo de un hilo.

Aquella noche hizo lo que hacía bastante tiempo no hacía al llegar, se fue a ver a sus hijos, impulsado por una extraña necesidad en él, la de abrazarlos. Tristemente los encontraría dormidos, algo que le llamó la atención considerando lo temprano que era, pero prefirió no interrumpir el sueño de ambos, optando por encaminar sus pasos hacia el dormitorio principal en busca de Leila.

Necesitaba platicar unos minutos con ella, para entre otras cosas, pedirle disculpas por lo sucedido luego de su último encuentro sexual, pero en el fondo, su motivación era otra, tenía esa necesidad de hablarle, pues llevaban mucho tiempo ignorándose. Para él, aquella conversación de pasillo, o más bien, una nueva discusión entre ambos, debía quedar aclarada.

Se llevaría una ingrata sorpresa al entrar a la habitación y no encontrarla. Notó que la cama estaba tendida, por lo que su primera sospecha fue que Leila no se encontraba en la mansión. Quentin se retiraba a la habitación que estaba usando, desplomándose sobre la cama. Tras mantenerse por largos minutos con la mirada fija en el cielo del lugar, sentía un nudo en su garganta, y sin motivo aparente rompía en llanto.

Por fin se daba cuenta que las cosas no podían seguir así, que estaba perdiendo algo mucho más importante que su fortuna y su empresa, estaba perdiendo a su familia. Su matrimonio se estaba cayendo a pedazos, y sus hijos estaban pagando las consecuencias no sólo de sus errores, sino también los de Leila.

Al día siguiente, tras ducahrse y vestirse, Quentin haría algo que llevaba años sin hacer, impulsado por ese deseo y necesidad de pasar tiempo con sus hijos y su mujer. Ni siquiera pensó en lo que haría, simplemente actuó llevado por ese deseo que nació genuinamente. Se dirigió al comedor para alcanzar a sus hijos antes que éstos se fuesen al colegio, para desayunar con ellos, y de paso darles una noticia.

—Hola niños, ¿y su madre?

—Supongo que aún duerme. —Reaccionaba Dexter, sin levantar la mirada, pues estaba pendiente de su celular.

—Nunca desayuna con nosotros, —aclaraba por su parte Bernardo, despegando por segundos su mirada del celular— Domitila es quien nos da el desayuno.

—¡Apresúrate que ya pasan a buscarnos, estás más pendiente de ese tonto juego en tu celular!

—¡No fastidies Dexter, tú también estás pegado al tuyo!

—Bueno, bueno, les tengo noticias. Hoy no irán al colegio.

—¿Pasó algo padre? —Dexter alzaba una ceja tras la pregunta, pero se limitaba a seguir pendiente de su celular.

Pandora (EN PAUSA)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant