Al igual que me contó de sus planes de formar una pandilla con ellos, yo era más que feliz con escucharlo.

Un día acordamos que él me llevaría para presentármelos a todos, pero esa fecha jamás llego porque días antes de la fecha acordada Kazutora fue arrestado al ser culpado de asesinato e intento de robo. Aquel suceso cambio completamente a mi amigo, su comportamiento conmigo se volvió un poco más distante y eso me dolía por todos nuestros años de amistad, pero yo le prometí nunca dejarlo solo, y así él me quisiera lejos yo seguiría a su lado.

—¿Te gustaría ir a algún lugar cuando salgas? Puedo invitarte a comer lo que sea que se te antoje.

—¿Cómo están Takeo y Noboru? —Fingí una sonrisa ante su evasión a mi pregunta.

—Están bien, a menudo me preguntan por ti. Es un poco difícil con Takeo ya que esta comenzando a adentrarse en todo lo de las pandillas.

—No sé que te sorprende, tú haces lo mismo.

—Es diferente... Y tú lo sabes.

Ambos guardamos silencio unos segundos, hasta que él volvió a hablar.

—¿Y qué hay de Noboru? ¿Se ha sentido mejor?

—Los medicamentos lo ayudan demasiado a sentirse bien, así que el dinero que gasto en ellos vale totalmente la pena. —Ante el silencio volver a hacer presencia varios minutos suspire rendida, levantándome de aquella silla. —Te veo luego, Tora.

Él simplemente asintió y se levanto también, retirándose de ahí en compañía de un policia. Tuve que volver a hacer todo el procedimiento para una visita, pero está vez para poder hablar con Hisao, tras unos pocos minutos de espera lo vi aparecer y tomar asiento.

—Hola Omori, siempre es un placer verte.

—Hisao, me alegra verlo con bien.

—Bueno, es lo mejor que se puede estar aquí encerrado. —Conversamos sobre temas de la pandilla, hasta que un policía le vociferó que su tiempo había terminado. Ante eso él ignoró el primer aviso, se aproximo más al vidrio y miro a sus lados con precaución, de igual manera imite su acción de apegarne al cristal. —Escucha muy bien Omori, no sé si podré salir de aquí. —Hablaba casi susurrando, temiendo que alguien lo escuchara.

—¿De qué habla? Si han dictaminado su sentencia, la cual no es mucha, así que saldrá de aquí.

—No estoy seguro de ello, aquí dentro hay varios enemigos míos, lo presiento, sé que no me dejaran salir de aquí con vida.

—Pero... Debe haber algo para poder evitarlo. Puedo pagar por su protección, sabe que no es problema.

Lo vi negar con la cabeza. —Agradezco tu preocupación pequeña, pero no es necesario, pasaría tarde o temprano, no tengo nada que perder. Supongo que es el precio a pagar por mis actos.

—No...

—Si te tranquiliza un poco, haré mi mayor esfuerzo por aguantar lo más que pueda. A decir verdad hace bastante tiempo que ya no siento la necesidad de seguir adelante, creo que he dado todo lo que tenía que aportar en mi vida, no siento arrepentimiento alguno por nada.

—¿Es por eso que se dejo arrestar? —Hable en voz baja mientras mantenía mi vista fija en la mesa, ante mi pregunta lo escuche emitir un ruido a manera de afirmación.

—Lo único que me preocupa es dejarte sola con la pandilla, no me lo tomes a mal, sé que eres lo suficientemente capaz de hacerte cargo de todos ellos. Pero también conozco a Masato y sé que una vez yo no este lo primero que intentará será desterrarte de la pandilla, y siendo que él lleva más tiempo y los demás lo conocen a profundidad se dejarán manipular fácilmente, por mucho que lo quiera no podré hacer nada para evitarlo.

—Tranquilo, lo soportaré, aprendí del mejor.

Ambos sonreímos nostalgicamente.

—Me alegro de haberte conocido y ayudado Omori, espero que conmigo hayas sentido un poco de calidad familiar.

—Lo hice...

—¡Hisao, he dicho que tu tiempo termino!

Un policia apareció y lo levantó bruscamente por el antebrazo, comenzando a jalarlo.

—¡Ha sido un placer, gracias por todo Hisao!

Me incline a modo de reverencia, me quede así hasta que fue evidente que él había salido de aquella sala. Me enderece y mi mirada quedo perdida en algún punto del suelo, sabía que esta sería la última vez que vería y escucharía a Hisao, y no podía descifrar el como eso me hacia sentir.

• • •

Cuando llegue a casa ya había anochecido, no me gustaba dejar a mis hermanos solos durante tanto tiempo, pero necesitaba tiempo para mí sola después de los sucesos de hoy.

—He vuelto.

—¡Hermana, bienvenida!

Además de su voz los ruidos de la televisión encendida me dieron la bienvenida.

Noboru se bajo del sillón y corrió hasta mí para abrazarme por las piernas, lleve mi mano hasta sus hebras y lo despeine en un gesto de cariño.

—¿Dónde está Takeo? —Pregunté al buscarlo con la mirada y no encontrarlo.

—No ha llegado. —Alzó sus brazos hasta mí para que lo cargará, me agaché para sujetarlo entre mis brazos y comenzar a mecerlo ligeramente.

—¿Pero fue por ti a la escuela?

Él me respondió negando con la cabeza. —La mamá de un compañero mío me acerco a la casa. —Rodeó con sus brazos mi cuello mientras recostaba su cabeza en mi pecho.

Supongo que para entrar utilizó la llave de repuesto que siempre dejo oculta. Miré sobre la mesa del comedor una bolsa de frituras, no vi nada más además de eso, así que era evidente que las golosinas suplantaron a la comida.

—¿Tienes hambre? Puedo prepararte algo adecuado.

Al no obtener respuesta lo miré de reojo, se había quedado dormido. Fuí hasta su habitación y lo recosté para después arroparlo, asegurándome de besar su frente y cerrar la puerta de su cuarto antes de salir.

Me sente en el sillón mientras sacaba el teléfono de mi pantalón, llame a mi hermano para saber dónde estaba, pero mis llamadas no fueron contestadas; harta deje mi cabeza caer hacia atrás. Decidí mirar la televisión en la espera de una llamada suya o de que llegara a casa, debía asegurarme de que él estuviera bien para poder descansar en paz.

Pasaban las horas y no recibía ni una maldita llamada de su parte, ya eran más de las once de la noche, era demasiado tarde para estar afuera, pero eso no era lo que me molestaba, al fin y al cabo era un joven en pleno crecimiento y quería que disfrutara su adolescencia, además de que entre más prohibiciones le pusiera más querría hacer las cosas.

Solamente deseaba que viviera su vida como un adolescente normal, no quería que él tuviera las mismas ataduras que yo tuve. Me molestaba que no podía hacer ni una llamada para asegurarme que estaba bien, sabía que estaba adentrándose al mundo de las pandillas, pero aunque no me gustase no podía hacer demasiado para detenerlo, y ciertamente me parecía egoísta de mi parte el querer hacerlo.

Tomé con rapidez mi teléfono cuando el tono de llamada se hizo presente, no le di importancia en revisar quién llamaba.

—Takeo, ¿dónde demonios estás?

—Lamentamos molestarla, le llamamos del penitenciario, ¿es usted Omori Atsuko?

—Sí.

Me enderece en el sillón.

—El joven Hisao la designo a usted como su contacto de emergencia. Lamentamos informarle que él ha fallecido.

Perecedero. -Takashi Mitsuya-Where stories live. Discover now