—Me marcho ya, Nico. Tengo mucho que estudiar para los exámenes y tengo los apuntes en el piso de Londres.

—¡Dolly! No me digas que lo has dejado todo para el último día... —masculló mi madre desde el porche.

—¡No, mamá! Es solo que necesito repasarlo un poco más.

Mi madre enarcó las cejas y se cruzó de brazos.

—Espero que así sea.

—Y yo espero regresar a Brighton tan pronto como pueda —mi hermana le sonrió y, seguidamente, dio un giro sobre sí misma y me dio dos besos.

—Nosotros te estaremos esperando —le dije antes de que se subiera al taxi que acababa de llegar.

El vehículo se perdió en la lejanía, pero mi madre y yo mirábamos sin apartar la mirada. En realidad, no sé qué esperábamos ver. Sin embargo, estaba seguro de que la sonrisa de Dolly no habría desaparecido y continuaría sobre su rostro hasta que llegara a Londres o incluso más tiempo.

—Nicolás, necesito que me expliques varias cosas... —murmuró mi madre mientras se dirigía a la puerta de casa.

La abrió y se quedó con la mano agarrada al pomo, esperando a que yo me decidiera a entrar.

—¿Va o qué?

—¡Voy!

Entré algo en tensión. Últimamente había hecho muchas cosas sin su permiso y me preocupaba lo que pudiera reprocharme. Para empezar, el viernes me fui a la fiesta de Halloween que hubo en casa de Sam sin que ella se enterase. En un principio no iba a salir, pero Sam me avisó tarde, y cuando digo tarde hablo de las once de la noche. Yo estaba sentado en el escritorio y, para ser sincero, estaba muy concentrado en un trabajo para la clase de Dibujo. No se trataba del de atracción, sino de otro diferente; el profesor nos había encargado dibujar lo que veíamos desde la ventana de nuestra habitación. Mi dibujo era horrible y no lo era porque yo fuera malo dibujando; al contrario. Lo era porque mis vistas eran horribles. Tenía la casa de los vecinos en frente y solo pude dibujar la fachada blanca de la casa y la ventana que se encontraba a la misma altura que la mía. Dibujé algunos muebles que pude identificar en la penumbra del cuarto del vecino y otros que me inventé. Empezaba a darle color y vida a mi dibujo cuando Sam me llamó:

—¿Estas son horas, Sam?

Pero él ignoró mi pregunta:

—¿Sabes la cantidad de gente que hay en mi casa ahora mismo? ¡Es la mejor fiesta de Halloween del mundo!

Podía escuchar la música: estaba altísima y tuve que hacer muchos esfuerzos para entenderle.

—No.

—¡Vente, está petado!

—¿Quiénes están? ¿Rach y Wáter? ¿Has bebido?

—Sí, están Rach y Wáter. Pero también están Lucy, Michelle, Jasmine... ¡Somos un montón, joder! —hizo una pausa y escuché como alguien más hablaba, pero no lo identifiqué—. Es una fiesta, Nico... Vente, va. Es increíble lo original que es la gente con los disfraces.

—Es tarde, Sam. Además, ni siquiera tengo disfraz.

—Vente con un par de pinceles y di que vas de bohemio.

Resoplé, pero, spoiler, le obedecí. Y lo único que podía pensar en aquel instante era en que el enfado de mi madre venía derivado de la fiesta de Halloween de la que ella todavía no había oído hablar.

Cuando mi madre y yo estábamos en el salón, cada uno se sentó en un extremo del sofá, expectantes. Fui el primero en hablar:

—¿Qué pasa, mamá?

—No puede ser que tu hermana venga a pasar la noche en casa y tú no estés —ella se cruzó de brazos.

Resoplé. Me había preocupado para nada.

—Ella no estaba molesta. Incluso le he dejado mi cuarto para dormir, soy todo un generoso —me encogí de hombros.

—Nicolás, no te pases —cabeceó.

—No me paso, las cosas como son.

—Hablas como tus amigos —me dijo algo asqueada.

—¿Y eso es un problema?

—Es solo que... Pasas mucho tiempo fuera de casa. Siempre estás por ahí, sobre todo con Sam. Y si no, estás dibujando.

—Sam es mi mejor amigo, y me encanta dibujar —en realidad, no le descubrí ningún mundo a mi madre. Pero no me gustaba que me criticara por el simple placer de hacerlo. Ella también conocía a mis amigos casi tan bien como yo y debía empezar a asumir que un adolescente no está hecho para pasarse todo el día en casa.

—¿Y Rachel?

—Mi amiga —entrelacé los dedos.

—Y ese... ¿July Waterloo?

—Wáter —le corregí.

—Su nombre es muy raro... —murmuró por lo bajini.

Me encogí de hombros y mi madre guardó silencio.

—¿Qué quieres, entonces?

Ella sacudió la cabeza y me señaló la puerta del salón.

—Nada, puedes irte.

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Lo mejor de escribir esta historia ha sido el toque humorístico que tienen todos los personajes y que, de algún modo, me recuerda un poco a John Green. ¿Habéis leído algo de este autor? Cuando empecé a escribir esta historia leía mucho a John Green y creo que por eso encuentro similitudes.

¿Atracción o repulsión? [COMPLETA]Where stories live. Discover now