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Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Créditos de estos al mangaka Nakaba Suzuki.

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Advertencias: Ninguna por esta ocasión.

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—Cielos, Eli. No quiero ofenderte, lo juro, ¡pero en verdad luces terrible! —confesó sin vergüenza alguna su amiga de coletas castañas y ojos púrpura apenas entrar a su hogar. Sin embargo, la clara preocupación que está sentía por ella podía sentirse en cada una de sus palabras.

Elizabeth, que hasta ese momento se había mantenido absorta en el televisor, giró el rostro en dirección de la recién llegada y le regaló una sonrisa apagada y de boca cerrada, delatando con ello su evidente tristeza.

—Gracias por venir, Diane —soltó ella con la voz ronca—. Yo... no quería estar sola.

—Pero que dices, boba, si para eso soy tu mejor amiga.

Con aquella desbordante alegría que la envolvía siempre, Diane dio un par de brincos hasta llegar a su lado. Luego, tomó asiento en el área vacía del sofá, quedando lo suficientemente cerca de ella para regalarle un abrazo que, aunque no había pedido, de todas formas agradecía inmensamente.

—¿Qué ocurrió, Eli? Cuando me llamaste al trabajo hace unas horas, no conseguí comprender ninguno de tus chillidos y balbuceos —comentó Diane, sonando tan divertida como angustiada.

Aunque intento reírse, Elizabeth solo consiguió que de su boca saliera un gemidito parecido al que haría una ratilla tras ser aplastada; sus ojos, hinchados luego de haber llorado durante un largo rato, amenazaron con volver a desbordarse para delatar el huracán qué había en su interior.

—Lo olvidó... —murmuró Elizabeth—. Ross lo olvidó, Diane.

Nada más soltar aquellas palabras, ella sintió como el agarre de Diane se volvía posesivo. Por el rabillo del ojo notó como su sonrisa había desaparecido para ser reemplazada por un par de labios sellados duramente por, lo que ella pensaba, una ardiente impotencia.

—Ese... malnacido...

—E-estoy segura de que todo tiene una explicación lógica —se apresuró a decir ella en un vano intento de calmar a su amiga.

—Sí, yo también lo creo —atacó la otra, dirigiéndole una mirada que dejaba claramente expuestas las ideas que cruzaban su cabeza y que, en más de una ocasión, le había expresado a Elizabeth en voz alta.

Ella frunció el ceño antes de volver a hablar.

—¡Pero no esa que estas pensando, Diane! Ross... sé que él no me es infiel.

Contrario a todas esas veces que el tema había salido a relucir, abriendo siempre paso a discusiones no muy agradables con su mejor amiga , las cosas no se tornaron demasiado intensas, ya que Diane simplemente elevó los hombros en señal de rendición.

—Solo es una posibilidad.

—Quizá... quizá solo esta muy estresado —murmuró ella con inseguridad—. Se ha estado esforzando mucho para conseguir ese nuevo puesto en su trabajo. O quizá... ¿no le he prestado la atención suficiente? ¡No lo sé!

—Eli, deja de intentar justificarlo —le reprochó su amiga a la vez que propinaba un golpecito a su frente con dos de sus dedos.

—¡Ouch, Diane, eso dolió!

—¡Más debería dolerte seguir en esta situación! —elevó la voz su mejor amiga—. Mirate, no eres la misma de antes, que reía y se veía enamorada, no solo del estúpido de Mael, sino de la vida. Ahora estas aquí, sola, viendo Titanic y llenando tu estómago con deliciosa comida chatarra. ¿Enserio esto te hace feliz?

Elizabeth entreabrió los labios un poco, dispuesta a contraatacarla, pero los buenos argumentos se habían esfumado de su cabeza.

—¿A quién no le hace feliz comer helado hasta reventar? —cuestionó levantando una ceja; la otra carcajeó quedito—. Pero tienes razón, soy una idiota...

Recostando su cabeza en el hombro ajeno, Elizabeth apretó los ojos para evitar que las lágrimas volvieran a correr.

—Yo... Solo seguía fantaseando con la idea de que, algún día, recuperaría al chico increíble con el que me casé.

—Y yo solo no quiero que sigas hundiendote más; me duele mirar a mi mejor amiga así.

—Lo sé. —Con una muy tenue sonrisa, y un par de gotitas resbalando desde sus ojos finalmente, susurró—: soy yo quien no ha querido asimilar que esto acabó tan rápido, y quizá, sólo quizá, por un tercero. Pero no puedo afirmar eso, no tengo ninguna prueba.

—Mmmm... ¿y si revisas su celular?

—Imposible, tiene una contraseña super difícil.

Su mejor amiga se rascó la mejilla, mientras ponía esa particular expresión de concentración en su bonito rostro.

—¿Y si le preguntas a su hermano? Ya sabes, el que parece un japonés, con los ojos eternamente cerrados y muy rasgados.

Elizabeth soltó un bufido de diversión, tapando su boca.

—Más que imposible; Ludociel lo adora y a mí me detesta por ser «la mujerzuela qué secuestró a su inocente hermano menor». Aun si desearía decirme algo para destrozarme, no se atrevería a desatar la furia de Mael. 

—Buen punto. Entonces, ¿qué tal si lo sigues?

—¿S-Seguirlo? —Elizabeth ladeó la cabeza, para luego negar en repetidas ocasiones—. No, olvidalo, no soy nada discreta. Llamaría mucho la atención.

—Y eso solo sin contar ese imán de chicos guapos que tienes —dijo su amiga con total seriedad, llevándose una mano al mentón.

Esta vez, Elizabeth no pudo contener su carcajada. Diane solía decir que ella tenía un "imán" que atraía a toneladas de chicos muy atractivos. Si Elizabeth era honesta, y aunque aquello sonara realmente bobo, en algún punto acabó por creerlo, más aun cuando, sin ninguna intención, terminaba rodeada de guapos hombres en las fiestas o salidas que hacía con sus amigas.

—Bueno, seguro que podríamos resolverlo de alguna forma. Además, es la única manera en la que saldrías de dudas: viéndolo con tus propios ojos.

Ella repasó y meditó la idea un buen rato. Luego, suspiró hondo y miró al techo, como si en este fuese a hallar la respuesta correcta para acabar con su sufrimiento. 

—Bien, lo haré, pero solo porque enserio necesito recuperar un poco de paz. 

Diane chilló triunfante, palmeando su espalda con animo y sutileza. Elizabeth le sonrió de forma más sincera y tranquila, pero con una sensación de incertidumbre haciendose espacio en la boca de su estomago. 

Sólo esperaba no confirmar ninguna de aquellas propias sospechas.

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Srta. Beth. 30 de marzo de 2024.

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⏰ Ultimo aggiornamento: Mar 30 ⏰

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