Player & Player • nomin

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Así como Eunbin, varias chicas se acercaban a él por motivos de la misma raíz. Su apariencia —como alguna vez escuchó en los pasillos— digna de idol o actor de dramas y su actitud de caballero eran una especie de imán. Sinceramente, ya estaba acostumbrado a este tipo de cosas, no era una exageración decir que casi todos los días alguien se le acercaba con alguna intención que no fuera mera charla. Era tan normal que a veces olvidaba que no era algo común en la vida de todos.

Tenía fama de no rechazar a nadie que se le acercara y era consciente que por eso mismo era llamado mujeriego entre aquellos que observaban de lejos, especialmente por chicos celosos que no podrían permitirse meterse en sus propios asuntos y algunas chicas indignadas que sí habían experimentado un rechazo lleno de hartazgo disimulado de su parte y hacían correr rumores para salvar su ego de una caída de quince metros. Muy maduras para su edad, claramente.

Para la suerte de Jaemin, el tiempo pasó bastante rápido. La voz del profesor notificando que ya podían irse casi logró sacarle un suspiro de felicidad. Saldría del aula, comería algo con Haechan y se dedicaría a trabajar en su proyecto el resto del día en la biblioteca. Pero su prisa por irse se vio arruinada cuando, ya con la mochila en la espalda, el señor Park lo llamó.

—Jaemin, necesito pedirte un favor —el hombre sentado en la silla de su escritorio pasó su mano por la cara—. ¿Podrías comenzar a llegar más temprano? Sé que no te corresponde porque no es tu horario, pero... realmente distraes a los alumnos cada vez que entras.

No sabía si reír por lo absurdo de la razón de aquella petición o llorar porque, demonios, esa hora antes de entrar era una preciada hora de sueño. Pero si quería mantener su puesto y conseguir los cargos que necesitaba —además de que el dinero que le pagarían sería suficiente para cubrir todo el café que consumía en el mes—, tenía que aceptar el pedido de su jefe.

—Está bien. Trataré de llegar puntual. —dijo, rascando su cuello. Sólo se quería ir antes de arrepentirse de lo dicho y comenzar una actuación dramática digna de Broadway sobre cómo necesitaba esa hora oculto bajo su colcha que le estaban restando.

—Gracias, Jaemin. Ya puedes irte.

-—Hasta luego, señor. Tenga un buen fin de semana.

Jaemin huyó del aula, más frustrado que cuando había entrado, barriendo con sus dedos su cabello hacía atrás en un intento fallido de liberar su estrés. Tomó su teléfono y marcó el contacto de su amigo, que no tardó en atender.

—¿Jae?

—¿Dónde estás? Pensé que me esperarías en la puerta de la 64.

—Es que te estabas tardando y tenía mucha hambre —se quejó Haechan del otro lado de la línea—. Ven para acá. ¡Hay...

La voz de Haechan fue debilitándose junto a su concentración en la llamada; Jaemin no pudo escuchar mucho más. Toda su atención pasó a los ojos oscuros que lo habían estado mirando fijamente desde que salió del aula. Y si era sincero consigo mismo, no le molestaba en absoluto tener atención; menos si el dueño de esos ojos que lo examinaban de arriba a abajo parecía un modelo de la revista Vogue. Formuló una sonrisa ladeada al imitarlo, viendo como los ojos del serio chico parecían oscurecerse cuando le guiñó un ojo y levantó una ceja.

Por que sí, Jaemin tenía una razón por la que rechazaba hasta la más bonita de las chicas y era tan simple como que su cuerpo sólo reaccionaba a mandíbulas afiladas y musculosos cuerpos planos como parecía tener el chico de cabellera negra frente a él.

—¿Jaemin? ¿Estás ahí? —la voz en su teléfono lo sacó del trance al que había entrado con su examinación.

—Sí, disculpa. Estoy en camino. —contestó rápido, sin despegar la vista del pelinegro. Cortó la llamada antes de seguir caminando, rozando su hombro con el contrario al pasar a su lado en una sutil provocación que nadie podría distinguir a excepción de él.