La chica de cabellos dorados cruzó la cafetería con grandes zancadas y volvió a la mesa con su amiga. Observó una vez más a su hermano quien aún la miraba con arrepentimiento a lo que ella respondió con un giño y centró nuevamente la atención en Rebeca que extendía la mitad de su sándwich.

—No gracias, no quiero.

-—Tómalo.

-—No, es tuyo.

—Génesis aún tengo la otra mitad, por favor—dijo casi en una súplica.

—Lo siento, es tu almuerzo—susurró con el ceño fruncido—, no deberías tener que compartirlo conmigo.

—Eres mi mejor amiga, sé que tú harías lo mismo por mí.

Génesis aceptó no muy convencida la mitad que la chica le ofrecía y procuró cambiar el tema para evitar sentirse peor de lo que ya estaba.

******

Después de eso el resto del día transcurrió tranquilamente y al terminar las clases pedaleamos rumbo a casa. Sin embargo al pasar cerca de la colina donde está el viejo roble decidimos desviarnos. Al llegar dejamos nuestro transporte en el suelo y nos sentamos en el ancho columpio de madera que hicimos hace algunos años. Creímos estar solas, sin embargo escuchamos algunas risas a unos pocos metros y volteamos curiosas para toparnos con una encantadora escena.

Había un chico de cabello oscuro y tes bronceada que me resultaba conocido—aunque por la distancia no podía ver bien— y una chica delgada y pequeña de cabello rojizo, que jugaban y correteaban en una persecución agotadora. Un minuto después caminaban en dirección a nosotras sin percatarse de nuestra presencia. Sin embargo, justo cuando llegaron supe de quién se trataba. Era David, el guitarrista de nuestro grupo. Saludó educadamente y nos presentó a su prima la pelirroja. Ojalá pudiera decir que todo fue de maravilla, pero mentiría...

******

(Lo que sucedió)

—Que sorpresa chicas, ¿cómo están?

—Todo bien—respondió Rebeca amablemente.

—Ella es mi prima Olivia y estará de visita toda la semana.

—Que bien, supongo que nos veremos en la iglesia—pronunció Génesis tratando de sacar algún tema.

—¿Iglesia?—preguntó la visitante enarcando una ceja hacia David.

—Si, ejem... hace un año que asistimos mamá y yo—respondió un poco avergonzado.

—Vaya, vaya. No sabía nada—dijo Olivia con cierto tonito de burla que a las chicas no agradó para nada.

—¿Ya se iban?—interrogó la castaña tratando de cortar la tensión que se estaba formando.

—¿Entonces, ustedes son cristianas?—inquirió la flacucha omitiendo la pregunta anterior—¿No se supone que deben llevar falda larga y camisas de mangas todo el tiempo?

Quedaron en silencio contrariados y algo confundidos. Pero no Génesis quién enseguida supo el motivo de su pregunta. Las había estado repasando cada segundo de la plática de forma muy descarada.

— No es la falda lo que nos hace ser cristianas—terció tratando de sonar lo más educadamente posible—, ni el pantalón que llevo ahora me hace serlo menos.

El Diario de los Hijos del Pastor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora