Capítulo VI: Gracias (EDITADO)

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   La primera luz de la mañana se posó sobre mis ojos y, aunque en un principio fue un contacto agradable para mí (pues todavía estaba medio dormida), con el paso de los minutos terminó por interrumpirme por completo el sueño

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   La primera luz de la mañana se posó sobre mis ojos y, aunque en un principio fue un contacto agradable para mí (pues todavía estaba medio dormida), con el paso de los minutos terminó por interrumpirme por completo el sueño . Al incorporarme, noté un ligero dolor en mi hombro izquierdo y sin pensarlo mucho, lo acaricié. Me sorprendí mucho al notar el tacto de algo que no era mi piel, algo rugoso. Con curiosidad, eché una mirada y descubrí un ligero vendaje. Este me cubría completamente la zona que notaba dolorida. ¿Cuándo me había herido? No recordaba bien qué había pasado la noche anterior. La charla con Mihawk durante la cena, las tonterías que había dicho sin pensar y... ¡La lámpara!  Tuvo que ser la causante de la molestia que sentía.

   Pensé en levantarme y disculparme con él, pues a mi parecer, había hecho el ridículo. Es decir, llego con la intención de inspirar confianza en que resolveré sus problemas (que tampoco es que fuesen fáciles de solventar) y, sin todavía haber demostrado nada, me dejo golpear con una lámpara y caigo inconsciente... Peor impresión, imposible.

   En medio de mis divagaciones y el sentimiento de vergüenza, no me percaté de su presencia. Sin embargo, al voltearme y observar a mi alrededor, lo vi. Mihawk estaba sentado en una butaca a poca distancia de la cama en la que me encontraba. Estaba dormido y todavía con la ropa del día anterior. Sentí mi cara enrojecer. Era un hombre serio y no hacía ni un día desde que lo conocía, pero todo apuntaba a que había atendido mis heridas y se había quedado a mi lado. En el fondo, y a pesar de su duro semblante, era un hombre muy amable.

   Me permití observarlo sin reservas. Dormido, su expresión se había suavizado dándole un aspecto angelical. Eso sí, sus intensas ojeras se veían más densas y oscuras que la última vez, acentuando el contraste que ya producía con su tez pálida. Tenía el pelo revuelto, la barba perfectamente perfilada... Bajé la mirada y no pude evitar fijarme en que la camisa que, durante la cena se había encontrado prácticamente abotonada, pero que ahora estaba abierta. Dejando así, su torso a la vista. La verdad es que era un hombre muy atractivo. Continué observándolo durante unos minutos, hasta que fui consciente de lo que hacía. Era mi cliente, no era apropiado mirarlo ni tanto ni de aquella manera. Tenía que mantener una cierta distancia entre nosotros.

   Decidí que no podía permanecer allí y dejar vagar mi mente, así pues me levanté lo más sigilosa que fui capaz y me dirigí directa al baño conectado a la habitación. Al entrar, cerré la puerta con suavidad. Suspiré pesadamente y me miré al espejo. Noté mis ojos enrojecidos e hinchados. ¿Habría llorado en sueños? No quise pensarlo mucho, porque eso implicaría que probablemente él se habría dado cuenta. Finalmente, reparé en algo a todas luces evidente, ¡no llevaba la ropa de anoche! En su lugar, vestía una bata negra de lo que parecía satén y que no era ni remotamente de mi talla. A juzgar por cómo me quedaba, tenía que ser de él. Volví a suspirar y vi en mi reflejo como mi cara enrojecía, de nuevo. Negué con la cabeza y me lavé la cara. Tres veces, como siempre lo hacía. Me aseé y peiné un poco. Cogí aire y me di ánimos. Ya tocaba salir de allí, después de todo, en algún momento tendría que enfrentarme a la situación actual y posponerlo no lo haría más sencillo. 

   Nada más salir, sentí sus ojos ámbar sobre mí. Los tenía entreabiertos, lo que no me dejaba claro si ya estaba despierto o no. Al verlo, tuve ganas de llorar. Me sentía fatal. Había sido una molestia y se suponía que venía a ser de ayuda. Noté como las lágrimas caían sobre mis mejillas. Como pude, intenté disculparme.

   —Lo...lo siento mucho... —dije, mientras trataba de contener mi llanto. Pero no lo conseguí.— ¡Solo te he dado problemas! Y has sido muy amable conmigo.

   El espadachín se incorporó ligeramente en la butaca y se sobó los ojos, sin prisa. Entonces habló.

   —Qué mujer tan ruidosa... —Parecía cansado, eso me hizo sentir peor.

   —Creo que es mejor que me vaya... —dije, limpiándome la cara.— Lo siento.

   Me giré a una velocidad que incluso a mí me sorprendió, no podía soportar su mirada. Estaba muy avergonzada. Desde que había discutido con Moria no había conseguido sentirme bien. Parecía que cada cosa que hacía, salía mal. Y aunque fuese una mujer orgullosa de mí misma, estaba empezando a desesperarme. La Princesa Fantasma estaba siendo una torpe y eso no podía ser... 

   Corrí hacia la puerta con la intención de huir a mi habitación y recoger mis cosas, pero un inesperado agarre en la muñeca me lo impidió. Mihawk me había alcanzado y no parecía tener intención de soltarme pues, a pesar de mi intento de zafarme, no me soltó. Me obligó a mirarlo. Eso me molestó, mucho, así que lo reté clavando mis ojos en los suyos.

   —¿Estás de broma? —susurró con irritación en la voz—. El espadachín más fuerte del mundo salvado por una jovencita... Y me hablas como si fueses una incompetente. Si ese fuese el caso, ya te habría despedido.

   —¿¡Cómo!? —No entendía nada de lo que me estaba diciendo—. Pero, mi herida y la lámpara... Yo...

   Estaba confusa. Su agarre se suavizó, pero no hice ademán de soltarme. Me quedé callada, esperando.

   —Iba a caer sobre ambos —comenzó a decir—, pero no sé qué hiciste. De repente, las velas se apagaron y la lámpara se desvió hacia ti. Fue como si... flotase. No tuve tiempo de hacer nada... —dijo, en un tono melancólico.

   Seguía sin entender y probablemente se me notase en la cara porque continuó hablando.

   —Yo tampoco sé qué sucedió. Pero está claro que me has salvado... —Lo vi carraspear, nervioso—. Así que, gracias...

   Una intensa felicidad me invadió. Lo estaba haciendo bien. Lo había hecho bien. Inconscientemente, sujeté su mano y volví a llorar, pero esta vez con un sentimiento muy distinto. Parecía incómodo, pero no se separó de mí y lo agradecí internamente de todo corazón.

   —¡Eres muy amable! ¡Gracias por quedarte conmigo y cuidarme! —agradecí. No era capaz de tranquilizarme, estaba muy feliz.

   —Definitivamente eres una mujer muy ruidosa.

   No me ofendió. Sabía que era cierto. Además su media sonrisa no daba lugar a que fuese un comentario malintencionado o despectivo hacia mí, más bien todo lo contrario. Enjugué mis lágrimas, emocionada, y le sonreí. Él desvió la mirada y me soltó, dándome la espalda.

   —Ten más cuidado la próxima vez. Cuento contigo para que me libres de los seres que habitan mi hogar.

   ¡Cierto! ¡Todavía tenía mucho trabajo por delante! Salté en el sitio, me arreglé un poco el pelo por inercia y con gran energía decidí ponerme manos a la obra. 

—¡Allá voy! —comenté a nadie en particular, dejándome llevar por la emoción que sentía.

   Y eso fue lo último que dije antes de salir corriendo de la habitación, dejando atrás a un muy confuso Dracule Mihawk.

Embrujada: Ghost Princess (EDITANDO)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن