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Mireia y Manel

Manel suspiró aún en la azotea, observando su rostro en la pantalla del móvil

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Manel suspiró aún en la azotea, observando su rostro en la pantalla del móvil. Su pelo teñido de lila, sus ojos marrones mezclados con un verde muy claro, sus labios pequeños al igual que su nariz, sus largas pestañas...

-¿M-Manel...?

Una voz suave de mujer inundó los oídos del joven, quien se giró para descubrir el rostro de su acompañante. Una chica de estatura media y pelo marrón lo miraba. Sus gafas negras ocultaban unos ojos verdes que parecían estar a punto de llorar.

"Parece bajita... Apuesto a que si me levanto le saco una cabeza", pensó Manel examinando a la joven.

-¿Tienes algún problema?-le casi gritó.

-¡Iik!

Tras soltar ese grito, la chica se tapó la boca. Sus regordetas mejillas se tornaron de un color rosa.

-¿Qué ha sido eso?-"¿Y por qué me ha parecido lo más adorable del universo?", acabó preguntándose Manel.

-¿E-El qué?

-Nada, déjalo. ¿Qué quieres?-preguntó esta vez algo más amable.

-La srta. Marta está preocupada. Dice que si estás bien.

-Dile que estoy perfectamente.

Una vez dijo eso, Manel le dio la espalda a la chica. Ella susurró algo parecido a una afirmación y abrió la puerta de la azotea.

-Espera-dijo Manel.

No sabía por qué le había dicho eso. Solo sabía que por una extraña razón quería seguir hablando con ella y, si pudiese ser, conocer su nombre. Guardó el teléfono móvil y se levantó. Se acercó a la chica. Efectivamente, era una cabeza más alta que ella. Probablemente más que una cabeza.

-¿Cómo te llamas?-le preguntó.

-¿Y-Yo?

-S-Sí, tú. No es justo que tú sepas mi nombre y yo el tuyo no-sonrió Manel.

-Me llamo Mireia. Mireia García.

"Mireia... Voy a tener que acordarme de ese nombre."

-Un placer, Mireia.

Manel le ofreció la mano. La cara de la chica se tornó de un rojo tomate y salió corriendo. El chico se quedó estupefacto, con la mano en el aire. Luego, sonrió resignado y bajó por el mismo sitio por el que lo había hecho Mireia.

Marcos y Alberto

Marcos se sentó en su sitio al oír a la profesora. A pesar de estar separados por dos filas de mesas, Marcos no podía apartarla mirada de Alberto. Seguía sin creerse que había tenido la fortuna de coincidir con él en el mismo bachillerato.

Mi amor no es ciego.Место, где живут истории. Откройте их для себя