Cercanía lejana.

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Por su parte, para Beatriz era una alegría el estar junto a su hermana, sin embargo su compañía en cierto modo contrastaba con el hecho de que siempre la visitara sola. Llevaba años sin ver a sus sobrinos. No comprendía como ellos jamás volvieron a visitarla, siendo que de niños era normal para ella el verlos y disfrutarlos a cada momento. Los pequeños recorrían cada rincón de la hacienda, y al igual que Pandora, disfrutaban los paseos a caballo por aquellas tierras.

—Es revitalizante estar aquí hermanita, necesitaba distraerme, liberar mi mente de todo el caos que tengo en ella. Gracias por este paseo Beatriz, realmente era algo que necesitaba.

—Siempre cuenta con ello Leila, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, —sentada ahí sobre las rocas, Beatriz le extendía la mano cariñosamente, y ambas, tomadas de la mano, disfrutaban no solo del paisaje y del momento, sino también de ver como Pandora jugaba de un lado a otro— ¿algún día la conocerán? Me refiero a Dexter y Bernardo, deben de estar grandes mis sobrinos.

—Eso espero también, —susurraba Leila, soltando un pequeño suspiro— mis hijos han cambiado mucho con los años, ya no les apetece el volver a estas tierras. Están sumidos en un mundo estresante y lleno de tecnología, con suerte conocen el patio de aquella enorme mansión.

—¡Oye, por si no te has dado cuenta acá también hay tecnología hermanita! No creas que por estar aquí estamos desconectados del mundo.

—Creo que es una manera sutil de decirte que están alejados de mí, simplemente no logro tener una conexión con ellos, están más apegados a su padre que a mí. Pero en ocasiones hasta llego a dudar en que también estén apegados a él.

La tristeza se sentía en las palabras de Leila, ni siquiera ella comprendía en qué punto de sus vidas sus hijos se habían alejado tanto. De pequeños siempre fueron dependientes de ella, sin embargo, a medida que fueron creciendo, también lo hizo la lejanía, llegando al punto de formar un verdadero abismo entre su vida y la de sus hijos. Y por más intentos que hizo para revertir la situación, sentía que sus esfuerzos eran en vano, al punto de ya no intentarlo.

—Intenta convencerlos de venir, quiero que conozcan a su prima cuando llegue. ¿Qué edad tienen ya? Llevo tanto sin verlos que ya perdía la cuenta. —Esbozaba Beatriz.

—Dexter tiene 17, y Bernardo 15.

—¡Cómo pasa el tiempo! —Reaccionaba ésta, en parte sintiéndose un tanto avergonzada con su pregunta, siendo sus únicos sobrinos, por lo menos podría tener la certeza o aproximarse a sus edades, pero no era así— Pensar que la última vez que los vi no tenían ni la edad de Pandora, ¿se acordarán de ella?

—Lo dudo, —le aseguraba entre dientes Leila, esbozando un pequeño suspiro— Pandora tenía como 2 o 3 años cuando la conocieron.

—¿Están hablando de mí? —Súbitamente la pequeña las interrumpía tras escuchar su nombre, y es que estaban tan sumidas en su conversación que no se dieron cuenta cuando ésta apareció a sus espaldas, dándoles un buen susto de paso— ¿Ya nos vamos, me dio hambre?

—Sí pequeña, ya nos vamos, se está haciendo tarde ya, —le respondía Beatriz, revolviéndole el pelo por asustarlas— ¡eres bien traviesa, nos diste un buen susto!

—¿Y ellos quienes son, por qué no me vienen a ver, son mis primos? —Pandora se lanzaba sobre los brazos de Leila tras su pregunta, haciendo que ambas casi cayeran de la roca— ¡Quiero verlos, tráelos tía para que jueguen conmigo, yo los llevo a ver los caballitos, les muestro mi pieza, mi cama, mis juguetes, a mi mamá, a mi papá!

Pandora (EN PAUSA)Where stories live. Discover now