Prólogo

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Marjorie siempre había tenido el sueño muy ligero, por eso no fue de extrañar que el simple ruido de unos pequeños golpes en la persiana de su cuarto le hicieran entreabrir los párpados mucho antes de que sonara el despertador. Por una parte, quería seguir durmiendo, ya que estaba muy a gusto acurrucada bajo las sábanas, bien tapada con su edredón, protegida contra cualquier inclemencia del tiempo. Pero su cerebro ya se había despertado y empezaba a elucubrar teorías de toda clase sobre lo que podían ser aquellos golpes. Normalmente, cualquier ruido sería causado por Morpheo. Pero no podía ser, ya que el ruido venía del exterior y, por muy ágil que pudiera estar aquel gato que recogió en su día de la calle, difícilmente podría llegar a alcanzar la ventana desde la calle. Si fuera una terraza, quizás, pero era un segundo piso, y la cosa era complicada ya para un gato medianamente ágil. Cuanto más para Morpheo, que recibió ese nombre al ver Marjorie que se pasaba más horas durmiendo que ella. Aunque tampoco es que ella durmiera todas las horas que le gustaría.

Sin darse cuenta casi de ello, su cerebro empezó a buscar un mensaje oculto en ese golpeteo. Seguramente, tanto trabajar con código morse le estaba empezando a afectar, y empezaba a ver código en cualquier lado. Pero, si aquello era morse, eran todo puntos y ninguna raya, y no se imaginaba ningún mensaje en morse solo formado por puntos, sería un completo galimatías. Además, ¿quién iba a mandar un mensaje en mitad de la noche con su persiana como receptor? Absurdo. Completamente absurdo. Obviamente empezaba ya a delirar. O quizás, simplemente era demasiado temprano como para que su cabeza loca pudiera funcionar con un mínimo de coherencia. Lo más sensato sería olvidarse de aquel molesto ruido, deshacer el barullo que siempre organizaban sus sábanas con las vueltas que daba dormida, y tratar de ganar un par de horas más de sueño.

Pero ya no era posible. Su curiosidad no la dejaba en paz. Por una vez en mucho tiempo algo rompía la rutina diaria, algo demostraba que era un día diferente, que no se había quedado atrapada en algún bucle temporal donde todos los días eran igual que el anterior. Siempre repitiéndose, una y otra vez, como el Día de la Marmota. Había que descubrir qué era ese ruido, cuál era su origen, aunque fuera el mismísimo Apocalipsis. Total, muy difícil estaba ya la cosa como para que ningún posible Apocalipsis consiguiera empeorar las cosas.

Se levantó pesadamente, poniéndose en seguida sus pantuflas de señora anciana. Sí, no eran muy cool, ni demasiado elegantes. Solo le faltaban la bata y los rulos para mejorar la imagen de señora mayor, pero la protegían del frío suelo, y eso bastaba. Ya decía aquel refrán, ande yo caliente, y ríase la gente. ¿Pero qué gente? Si no había nadie en el piso, salvo Morpheo. Y ese seguía durmiendo, imperturbable. Y siempre podía agarrar la bata del cuarto de baño, que allí solía estar colgada, siempre y cuando no se la dejara tirada por cualquier otro lado de la casa. Pero sería mucho mejor que ahora no pensara demasiado en el baño, o su vejiga le daría otro buen motivo para salir de debajo del abrigo de las sábanas. Aunque ya tenía medio cuerpo fuera, así que ya era demasiado tarde para poder cambiar de opinión.

El sonido seguía aumentando de volumen. No le era del todo desconocido, era como viajar atrás en el tiempo hacia una época más feliz. Una época antes de quedarse sola. Una era donde aun le quedaba una familia, un hogar, un futuro, una esperanza. Ahora todo aquello parecía haberse esfumado, incluso la esperanza, aunque aun había quien creía que algo podía haber. Sí, era posible, pero la probabilidad era tan baja que solo de intentar calcularla le entraban ganas de acabar con todo y tirarse por la ventana. Pero mejor no, que era de esas cosas en las que no se podía hacer Control-Z y volver atrás. La vida no solía incluir un comando de Edición Deshacer como los programas informáticos.

Finalmente, Marjorie llegó a la ventana. Su andar era pesado. Sus piernas no habían despertado al mismo tiempo que su cabeza y eso se notaba. Levantó la persiana y vio algo que no veía hace mucho. Lluvia.

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